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A 25 años de Buena Vista Social Club, Elíades Ochoa y Barbarito Torres recuerdan la obra que reunió a los viejos exponentes de la música cubana

Se cumplen 25 años de Buena Vista Social Club y Elíades Ochoa (aquí junto a Compay Segundo) y Barbarito Torres rememoran la grabación del disco, del documental y la gira mundial
Susan Titelman

Nada muere, todo se transforma. Lo dijo el pensador, también lo dijo el cantautor. Y esto, en la música, pasa todo el tiempo. Tres años atrás podíamos titular una crónica de esta manera: Buena Vista Social Club finalmente dijo adiós en el Luna Park. Pero siempre hay un regreso o, al menos, un bis. Y esto se trata de una especie de bis porque este proyecto musical cumple 25 años y lo celebra con la publicación de su mítico disco remasterizado y algunos extras, para el disfrute de los más fanáticos. Allí estarán las voces y los instrumentos de Manuel “Puntillita” Licea, Compay Segundo, Rubén González, Ibrahim Ferrer, Pío Leyva, Omara Portuondo, Elíades Ochoa, Manuel “Guajiro” Mirabal, Amadito Valdés y Barbarito Torres, entre otros.

Mientras que en el último mes se conocieron “La pluma” y “Vicenta”, temas que habían sido registrados en Cuba en aquellas jornadas de grabación, se esperan nuevos estrenos de versiones que, finalmente, no fueron parte del disco. En muchos casos, surgieron de charlas entre los músicos y los productores, pero finalmente quedaron descartados de la lista final.

Por si alguien no conoce aquella historia, Buena Vista Social Club fue un salón de un barrio de La Habana . Por allí pasó la música tradicional de Cuba, que tuvo sus años dorados en las décadas del treinta y del cincuenta del siglo pasado. A instancias del productor cubano Juan de Marcos González y el guitarrista estadounidense Ry Cooder, un grupo de veteranos cantantes e instrumentistas se reunieron junto a otros más jóvenes para revivir el espíritu y el sonido de aquella época que quedó plasmado en un disco, en 1996. Era aquel que comenzaba con los versos del tema “Chan Chan” y la voz grave de Compay Segundo: “De Alto Cedro voy para Marcané. Llego a Cueto, voy para Mayarí”.

Los músicos de Buena Vista Social Club, en 1996, durante una de las jornadas de grabación
Gentileza Susan Titelman


Los músicos de Buena Vista Social Club, en 1996, durante una de las jornadas de grabación (Gentileza Susan Titelman/)

Un disco de culto

Hubo un par de hitos que internacionalizaron aquel encuentro y su grabación. El concierto que todos los protagonistas dieron en Ámsterdam, en 1998, otro en el Carnegie Hall de Nueva York y, sobre todo, la película documental del Wim Wenders sobre este trabajo. Fue tal la repercusión que tuvo ese encuentro que giró por el mundo (aunque con prolongadas pausas) durante más de dos décadas . Y pensar que, más allá de la trastienda del proyecto, con todo el color que aportaron los personajes y sus historias, el elemento más concreto de Buena Vista Social Club fue un disco de catorce canciones. Algunas de ellas, como “Dos gardenias”, fueron versionadas decenas de veces. La lista estaba integrada por “Chan Chan”, “De camino a la vereda”, “El cuarto de Tula”, “Pueblo nuevo”, “Dos gardenias”, “¿Y tú qué has hecho?”, “Veinte años”, “El carretero”, “Candela”, “Amor de loca juventud”, “Orgullecida”, “Murmullo”, “Buena Vista Social Club” y “La bayamesa”.

La actual reedición fue remasterizada por Bennie Grundman y cuenta con varios formatos: digital, 2 LP y 2 CD, con un book-pack y algunos bonus track que se grabaron en aquellas sesiones de 1996 pero que finalmente no formaron parte del CD original, como La Pluma” y “Vicenta”.

Los últimos conciertos y el presente

Apenas unos años después del concierto en Ámsterdam, en 1998, murieron varios de los artistas principales del espectáculo (Puntillita en 2000, Compay y Rubén González en 2003, Ferrer en 2005 y Pío Leyva en 2006). Pero la compañía musical siguió tocando. En 2018 pasaron por la Argentina por última vez y ésta es parte de la crónica de aquella última noche, en el Luna Park.

Elíades Ochoa está con la guitarra en alto. Omara Portuondo vestida de un rosa estridente, y con un pañuelo en la cabeza saluda desde una esquina del escenario. Barbarito Torres agita el brazo en señal de adiós. Es la última postal del Buena Vista Social Club. Son las últimas glorias del proyecto que se transformó en la banda de sonido del final del siglo XX y que hizo bailar al planeta con “Chan chan” y “El cuarto de Tula”. Es el cierre de un capítulo grande de la música popular cubana. De aquella selección de figuras, que iluminó aquel disco grabado en La Habana en 1996, solo quedaron estos tres artistas, que terminan siendo el sostén simbólico y artístico del espectáculo”.

Arte de tapa del disco Buena Vista Social Club
Gentileza Buena Vista Social Club


Arte de tapa del disco Buena Vista Social Club (Gentileza Buena Vista Social Club/)

Hoy, Elíades Ochoa y Barbarito Torres recuerdan aquellos años, cuando grabaron aquel disco que se transformó en una pieza de culto. “Son canciones maravillosas que vale la pena que vuelvan a salir a la luz”, dice Ochoa. “A un cuarto de siglo de aquella grabación yo siento que el proyecto sigue vigente y la gente lo recuerda como el primer día – apunta Barbarito-. Al ser fundadores del proyecto, para mi personalmente es muy emocionante”.

Al promediar la década del noventa, Elíades y Barbarito eran dos cuarentones pero no tenían las canas ni las vivencias de otros personajes que habían vivido aquellos años dorados de la música cubana que hoy podemos considerar tradicional.

Compay Segundo y Ry Cooder
Compay Segundo y Ry Cooder


Compay Segundo y Ry Cooder

-¿Qué representaba para ustedes grabar con músicos mucho mayores como Compay?

Barbarito Torres: -Compay tenía en ese momento 90 años. Pero con gente como él teníamos mucha confianza. Compay fue el hombre que me trajo de mi pueblo para La Habana. Yo era muy admirador de Cachao, de Guajiro [Manuel] Mirabal. Con ellos no había trabajado nunca, pero los admiraba. Y con los que quedan vivos, seguimos hablando.

Elíades Ochoa: -Cada uno ponía la responsabilidad que le tocaba. Me sentía del mismo modo con Compay como con Ibrahim Ferrer o Cachaíto y Rubén González. Todos con una larga historia. Éramos más jóvenes, sin duda, pero con responsabilidad.

Elíaades Ochoa en la grabación de Buena Vista Social Club
Christien Jaspars


Elíaades Ochoa en la grabación de Buena Vista Social Club ( Christien Jaspars /)

-¿Qué fue para ustedes, visto a la distancia, Buena Vista Social Club?

Ochoa: -Aun todavía hay que agradecerle a Buena Vista la apertura de las puertas de la música cubana al mundo. En segundo lugar, es cierto que no sólo le agradezco por eso, sino también porque yo logré sentirme embajador de esa música en el mundo.

Torres: -La música que grabamos la conocemos desde que tenemos uso de razón. Fue muy popular en Cuba y aún lo es. Hay también otros géneros, pero nunca se dejó de hacer son tradicional. Nosotros tocábamos algo en el estudio y en un momento Ry Cooder, desde la cabina, decía, “¡Ese ritmo, vamos a grabarlo!”. No hubo nada planificado. Todo lo que escogíamos era lo que nos gustaba a nosotros. La promoción que nos dio fue muy grande. Fue un boom a nivel mundial. Suficiente para estar realizados. También fue una promoción para cada uno, cuando uno va a grabar con otros músicos se nota. “Llegó el maestro Barbarito”. La atención no es la misma.

Buena Vista Social Club: todo el elenco reunido para el concierto en el Carnegie Hall
Gentileza Ebet Roberts


Buena Vista Social Club: todo el elenco reunido para el concierto en el Carnegie Hall (Gentileza Ebet Roberts/)

-¿Cómo llegaron al proyecto?

Ochoa: -Yo estaba en Londres, donde había ido a hacer dos conciertos, con el Cuarteto Patria, con el que tengo trabajo desde 1978. Allá hablamos por primera vez de este proyecto. En principio se quería hacer una grabación con músicos africanos y cubanos. Pero eso finalmente no se dio. Y Ry Cooder quiso hacer este disco con artistas de trayectoria.

-¿Cuál era el papel de la música en sus casas de infancia? ¿Cómo eran los guateques?

Torres: -Yo comencé a tocar a los 10. A esa edad me pusieron el laúd en las manos. Mi papá era un guajiro que tenía un laúd grande en la casa. Y mi padrino, que fue uno de los mejores laudistas de este país, dijo que me hicieran uno para mis manos. Y me lo hicieron, pequeñito. Así empecé. A los 14, en 1970, comencé con un grupo profesional, en la provincia de Matanzas, de donde yo soy. He pasado por varios grupos, hasta toqué con la Nueva Trova.

Ochoa: -En mi caso, mi papá tocaba muy bien el tres cubano. Mi madre y mis hermanos también. Vengo de una familia musical. Los guateques son reuniones de familiares o de amigos en el campo. Tocar el tres, tomar muchos tragos. Es eso una fiesta campesina. No necesariamente por un momento especial. Quizás decimos, ¿por qué no nos reunimos el domingo, que hace rato no nos vemos? Avísale a tal. Y se iba corriendo la voz. Así iba llegando la gente. Se amanecía tomando copas y tocando el tres. En los montes, tu tocas el tres cubano y se oye lejísimo. El vecino podía ir sin que le digan “ven”. Es como de la familia.

-Barbarito, ¿y cuál es la historia del laúd que toca y el lugar tan especial que tiene en el disco de Buena Vista?

Torres: -En realidad, en este proyecto es como un toque de distinción. Porque aquí en Cuba es un instrumento líder dentro de la música campesina. Y yo fui quien lo llevó a otro territorio, a otros géneros. Este laúd es un instrumento árabe que los moros llevaron a España. Allí sufre una metamorfosis. Y luego, la migración canaria lo trae aquí, a Cuba, donde comienza a ser líder en el punto cubano [arte repentista en forma de cuartetos o décima espinela]; el punto guajiro, como se lo llama. Yo hago ese tipo de música, soy especialista en eso desde niño.

-Cuando sintieron que se convirtieron en profesionales?

Ochoa: -En mi caso fue en 1963, en un programa de radio y televisión, en la provincia de Santiago de Cuba. Era un programa dedicado a los campesinos.

Omara Portuondo con Ibrahim Ferrer
Susan Titelman


Omara Portuondo con Ibrahim Ferrer (Susan Titelman/)

-Elíades, ¿el sombrero que usa sobre el escenario tiene un significado especial?

Ochoa: -De muchos años. De cuando mi padre salía por la mañana para el campo a trabajar la tierra. Yo después iba a llevarle el desayuno campesino, que no es como el que vemos ahora. Cerca de las 10 o las 11 de la mañana, me ponía el sombrero, agarraba el machete y me iba pa’l campo. Y me quedaba con él, ayudando. No era el mismo tipo de sombrero, pero sí de la misma forma. No es el mismo. El mundo da muchas vueltas.

-Las vueltas de la vida. El hecho de que músicos jóvenes como C. Tangana lo inviten a participar en un tema del disco que publicó este año, Madrileño, puede ser una de esas vueltas, ¿no?

Ochoa: -Pues sí. Y grabamos Buena Vista en el mismo estudio donde hicimos el tema del Tangana. Y lo hice a mi forma, de la manera en que yo soy. Y quedó muy bonito. Me gustó que un muchacho joven que arrastra mucho público me invitara a participar en su disco. Eso se agradece, me sentí bien. Y ahí está el resultado.

-Como embajadores de la música de Cuba, evidentemente diversificaron la tarea, sin quedar sólo identificados con el proyecto Buena Vista.

Ochoa: -He hecho muchas cosas. Me mandaron un día un tema de Bob Dylan y lo hice. Y también de Jarabe de Palo. Grabé con músicos de Mali [ Toumani Diabaté, Bassekou Kouyate, Kasse Mady Diabaté, Djelimady Tounkara, Fode Lassana Diabaté].

Torres: -Yo con el tiempo escuché otras músicas, incorporé cosas del jazz latino y de la música culta. Hice tríos y cuartetos, grabé con una camerata. Hasta trabajé con unos raperos que me convocaron. Toda mi carrera fue con este instrumento.