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40 años de la muerte de John Lennon: las obsesiones rockeras de su asesino, Mark Chapman

En la mañana del 8 de diciembre de 1980, Mark David Chapman dejó su habitación del Hotel Sheraton Center de Nueva York. Caminó por la Quinta Avenida y se detuvo en una librería para comprar un ejemplar del libro The Catcher In The Ray, la novela consagratoria de J.D. Salinger sobre un adolescente confundido y lleno de contradicciones, un maravilloso monólogo interior que cuestiona al mundo feroz de los adultos. Debajo del título, Chapman agregó su firma a la del autor. Había leído una docena de veces la historia de Holden Caulfield y cómo él visitó el lago del Central Park, que estaba congelado, y al igual que Holden se preguntó adónde habrán ido a parar los patos. Horas después asesinó a John Lennon de cinco balazos en la puerta del Edificio Dakota. El mundo se detuvo y el fin del sueño se transformó en la clausura de una era. El crimen del siglo, a la altura y conmoción de los más relevantes magnicidios de la historia contemporánea, admite tantas líneas de interpretación como lecturas posibles tiene la obra cumbre de Salinger.

Aunque la confesión de Chapman cerró el caso en cuestión de minutos, aún hoy las motivaciones que lo llevaron a tomar tan horrible decisión forman parte de un intrincado rompecabezas mental. La primera respuesta siempre apuntó a un fanático con serios trastornos psiquiátricos en busca de la peor gloria, mientras que las más disparatadas alcanzan el nivel de teorías conspirativas como la que conecta el caso con una operación armada por el FBI. Lo cierto es que más allá de la detención y la posterior confesión del único imputado, el hombre más odiado del planeta a partir de aquel lunes fatídico de diciembre de 1980 siguió dando señales luego de cometer el atentado.

El primero sucedió tan solo unos segundos después de herir mortalmente a Lennon. Chapman se sentó en la vereda del Dakota y retomó la lectura del libro de Salinger. Cuando la policía lo detuvo no ofreció resistencia, seguía como un poseso las líneas de un guion escalofriante. "Esta es mi confesión" dijo mientras sostenía The Catcher in The Ray, los agentes de policía todavía estaban conmocionados y aunque solo querían esposarlo no lograban discernir qué estaba sucediendo.

En Let Me Take You Down, la biografía de Mark David Chapman escrita por el periodista Jack Jones tras una larga serie de encuentros en la prisión de Attica, aparece una teoría relacionada con las obsesiones roqueras del asesino. El verdadero destinatario de la ira de Chapman no era Lennon, sino Todd Rundgren, el músico norteamericano que brilló en la década del 70 como productor (New York Dolls, Hall & Oates, Meat Loaf, Patti Smith) y dueño de una genial discografía solista que incluye entre sus fanáticos a Charly García, a tal punto de versionar el tema "Influenza" compuesto por Rundgren.y convertirlo en el nombre de su disco enorme disco solista Influencia.

Entre las señales más significativas que desparramó Chapman luego de matar a Lennon aparece un hallazgo escalofriante. Poco después de ser detenido, la policía allanó la habitación que ocupó el homicida en el Hotel Sheraton. En un ordenado semicírculo, el asesino dejó sobre la cama su pasaporte, la Biblia abierta en el Evangelio según San Juan y una copia del álbum Runt: The Ballad Of Todd Rundgren (en la tapa aparece el músico tocando el piano de espalda y con una soga colgando de su cuello). "Lo dejé como una declaración", diría años más tarde y la comparación de la foto del piano blanco e inmaculado de la sesión de Imagine apareció al instante. En la biografía de Jones, Chapman confiesa su pasión por Rundgren. "Las letras y la música me daban todo lo que necesitaba para expresar mi identidad, no necesitaba nada más. Estaba en mi propio mundo privado con Todd. Era la banda de sonido de mi vida, más que eso, se volvió mi vida", dice Chapman en el capítulo titulado God And Todd. Unos días antes de consumar el asesinato de Lennon, Mark anduvo morodeando la casa de Woodstock, durante años el lugar de residencia del músico. Según aventuró el periodista inglés Barney Hoskins en febrero de 1998 desde las páginas de la revista Mojo, "si Chapman se hubiese cruzado con Todd le habría disparado". Casualidad o no, unos meses antes Rundgren se mudó a San Francisco luego de que un grupo de asaltantes desvalijara su casa y lo mantuviera atado a él y su novia, la modelo Karen Darvin, durante horas. Uno de los ladrones no dejó de silbar canciones de Rundgren mientras ordenaba el botín.

Mucho antes de la oscura aparición de Chapman, existió un vínculo entre Lennon-Rundgren, un fuerte lazo de admiración sostenido en mayor medida por el músico norteamericano que luego mutó en un grotesco cruce de acusaciones y peleas mediáticas. Al frente de su banda Nazz, Rundgren fue uno de los más fervientes admiradores de Los Beatles, pero la relación se cortó en 1973 cuando Lennon lo acusó de plagio en una serie de batallas epistolares desde las páginas del semanario británico Melody Maker.

"Querido Todd, me gustás, y algo de tu trabajo también, incluyendo 'I Saw The Light' que no es diferente de 'There´s A Place' (The Beatles) desde el punto de vista de la melodía", escribió Lennon. La sarcástica misiva no era otra cosa que la réplica a un mensaje belicoso aparecido en el mismo medio: "John Lennon no es un revolucionario. Es un idiota. Gritando acerca de la revolución y actuando como un boludo. Todo lo que realmente quiere hacer es llamar la atención. Pero golpear a una moza en el Troubador, es demasiado. ¿Qué clase de revolución es esa?", así describía Rundgren a uno de sus héroes de la adolescencia luego de ser testigo de los desmanes producidos durante el llamado Lost Weekend, aquel período de locura y destrozos que John lideró a su paso por diferentes ciudades de la Costa Oeste y junto a varios amigos caravaneros como Harry Nilsson, Ringo Starr y Keith Moon.

El héroe de la contracultura parecía deshilacharse y esa mirada un tanto vigilante de Rundgren también tuvo una traducción en la mente trastornada de Mark Chapman. Como cristiano extremo, Chapman guardaba rencores desde los días de la frase poco feliz de John y mal interpretada por el resto del mundo católico "Los Beatles somos más populares que Jesús". Cualquier gesto, letra o imagen de Lennon podía acrecentar el resentimiento de Chapman, pero la frase "no creo en Jesús, sólo creo en mí" ("God") lo irritaba de un modo peculiar. Un mes antes del asesinato de Lennon, Todd Rundgren editó un disco junto a Utopia, el grupo que lideró a la sombra de su carrera solista. Deface The Music es un atrevido ejercicio sobre cómo es posible obtener en un estudio réplicas similares a grupos exitosos e influyentes, en este caso The Beatles. Para Chapman, deface (desfigurar, aniquilar) significaba una señal de Rundgren y en esas canciones que reproducían los tics más conocidos de los Fab Four había una clara alusión a los ideales perdidos. Entre las hipótesis posibles que manejaba el oscuro laberinto cerebral de Mark Chapman existían dos posibilidades: el sacrificio ritual con Todd Rundgren en el papel de cordero o el castigo divino a una estrella de rock combativa devenida en un domesticado padre de familia. Chapman no encontró a Rundgren en Woodstock y enfilo hacia Nueva York en donde permaneció varios días haciendo guardia en la elegante y concurrida vereda del Dakota, justo frente al Central Park y varios pisos más abajo de la locación elegida por Roman Polanski para filmar El Bebé de Rosemary.