Mucho más que actitud: los discos de The Clash, del peor al mejor

The Clash, la banda liderada por Joe Strummer, en una de sus poderosas presentaciones en vivo
Fuente: Archivo - Crédito: Sony Music UK

En su imprescindible libro Rastros de carmín, el crítico estadounidense Greil Marcus asegura que The Clash intentó llenar de significado aquello que en Sex Pistols era pura actitud. Y es un gran verdad: para Joe Strummer, Mick Jones, Paul Simonon y Topper Headon, el mensaje era realmente importante. Crítica social, excitación, actitud, orgullo obrero, inclinación por la controversia, discurso político: The Clash tuvo todo eso, condensado en una obra breve pero contundente que expandió notablemente las fronteras del punk, abriendo las puertas al rockabilly, el reggae, el dub, el funk, el ska, el soul y la música disco. En menos de diez años grabaron cuatro discos notables y se despidieron con uno mucho menos inspirado, pero que no empañó para nada una carrera que le devolvió la pasión encendida y la voluntad de protesta al rock. A continuación, un recorrido por su discografía, ordenada de la peor a la mejor.

Cut the Crap (1985)

La mayoría de los fans de The Clash lo consideran como un epílogo chato e innecesario. Los problemas internos desembocaron en la salida de Mick Jones, un pilar irreemplazable de la banda, el ingreso de tres músicos poco conocidos (Nick Sheppard, Pete Howard y Vince White) que no aportaron nada memorable y un protagonismo excesivo de Bernard Rhodes, impulsor de la inclusión de máquinas de ritmos y sintetizadores para empujar el sonido de la banda hacia un terreno cursi, en los mejores casos, y mayormente errático. Joe Strummer se arrepentiría pronto de este paso en falso y lo dejaría afuera tanto del documental de Don Letts The Clash: Westway to the World como también de las distintas compilaciones que fueron apareciendo con el paso de los años. Hoy, de todos modos, suena como una curiosidad, una anomalía simpática dentro de una discografía impecable donde todavía queda algún resto del poder de fuego y esa capacidad indiscutible de Strummer para pintar con agudeza el mapa social devastador que había trazado el thatcherismo, sintetizada en la mejor canción del álbum, "This is England".

Combat Rock (1982)

Un disco apasionante por toda la información que contiene en su ADN: en principio, es una exposición pública de las diferencias de criterios musicales entre Mick Jones y Joe Strummer que acentuaban la tensión interna en la banda: ¿rock para radios y estadios o más exploraciones alrededor de todo el gran universo de la música negra? En el contexto de esa disputa estética y personal, "¿Should I Stay Or Should I Go?", una ligera humorada en spanglish, se transformaba en hit en todo el mundo gracias a un aviso comercial de Levi's, y Topper Headon levantaba la mano para avisar que además de ser un baterista genial podía componer un temazo como "Rock the Casbah" que, al tiempo que incorporaba la significativa voz del poeta beatnik Allen Ginsberg, tenía la osadía de tomarse en solfa la revolución islámica del ayatollah Khomeini. Glyn Johns, productor avezado que venía de trabajar codo a codo con los The Who, Led Zeppelin y los Stones, acomodó el sonido para encajar en los cánones del mainstream, pero la música de The Clash nunca fue fácil de domar: aun con sus desniveles, Combat Rock tiene viajes aventurados y alucinantes como el de "Straight To Hell", una bossa nova espacial planteada en los siempre singulares términos de la banda.

Give 'Em Enough Rope (1978)

El disco más ignorado de The Clash. No porque se lo considere necesariamente flojo (dos revistas importantes como Rolling Stone y Sounds lo elogiaron), pero la etiqueta "de transición" que se le fue colgando reiteradamente con el paso del tiempo no colaboró mucho con una valoración justa. Es cierto que con London Calling la banda ingresaría en un nuevo nivel, pero en estas canciones hay rabia, veneno y desparpajo, ingredientes claves de su mejor versión. "Safe European Home" y "Tommy Gun" (una continuación punk de la iniciativa de infundirle discurso político explícito a la música pop que los Beatles tomaron con "Revolution") recurren a la provocación, "Stay Free" es un homenaje muy emotivo de Mick Jones a un rude boy amigo (Robin Banks) que revela de lleno esa faceta sensible que The Clash siempre mantuvo viva. "All the Young Punks (New Boots and Contracts)" contesta con filosa ironía los reclamos de aquellos que pretendieron trazarle límites y fronteras al punk. Aun cuando sonoramente no había pistas tan evidentes de lo que vendría, en este álbum cuya tapa le rinde homenaje a Sergio Leone y a Andy Warhol empezaba a insinuarse que los criterios artísticos del grupo estaban más atados a la expansión que a las restricciones.

The Clash (1977)

El disco rojo del punk. Fieles a sus ideales, en sus inicios los integrantes de la banda se repartían veinticinco libras semanales de su contrato con CBS y destinaban el resto a fines sociales y benéficos. Esas convicciones también se ven reflejadas en la energía arrolladora de este disco, testimonio crudo de una época de convulsión política (la década del 70) cantado en voz bien alta, con actitud, idealismo y huellas evidentes de la frustración que provocaban en millones de jóvenes las desigualdades del capitalismo. Temas como "White Riot", "I'm So Bored with the USA", "Career Opportunities" y "London's Burning" encienden un fuego que se mantiene vivo en la media hora y monedas que dura este álbum cargado de ira y urgencia para expresarla. La inclusión de "Police & Thieves", de Junior Murvin, era la primera muestra de una relación estrecha y virtuosa con el reggae que The Clash desarrollaría a lo largo de su carrera.

Sandinista! (1980)

Otra apuesta inusual para un sello multinacional: un disco triple al precio de uno tradicional. The Clash siempre funcionó con sus propias reglas dentro de CBS e impuso esta vez un repertorio largo, ambicioso y por momentos disperso que, sin embargo, el paso del tiempo ha beneficiado claramente. Observada con perspectiva, la de Sandinista! es una apuesta impresionante: ratificó e incluso expandió la amplitud de miras de London Calling, sumando dub, rap, góspel y hasta coros infantiles a canciones cuya pertenencia al punk sigue siendo indiscutible. Desde el corazón de una nación históricamente imperialista, apareció un aullido de protesta de una banda interesada en los procesos políticos de América Latina, decidida a profundizar sus investigaciones sonoras y capaz de renunciar a sus derechos autorales para conseguir que una compañía discográfica se embarque en una maniobra que en su momento tambaleó: la recepción inicial de Sandinista! fue tibia, y su rendimiento comercial, discreto. Pero una vez más The Clash tenía razón, y hoy sobrevive como una obra sublime.

London Calling (1979)

Como muchos grandes discos, London Calling recicló, filtró, reinventó y generó, y todo al mismo tiempo. Esquivó el callejón sin salida en el que se había perdido el punk al denunciar todo pasado como decadente y fue capaz de crear un lenguaje propio a partir del diálogo fluido con las tradiciones de una variedad inaudita de géneros: ska, reggae, soul, funk, rockabilly, jazz lounge, R&B de New Orleans... Publicado como álbum doble, llamó la atención y abrió puertas muy pronto por su osadía y su cosmopolitismo, y con el paso del tiempo se consolidó como un clásico. Más allá de las canciones explícitamente políticas ("London Calling", "Spanish Bombs", "The Guns of Brixton"), todo el repertorio destila inconformismo y el espíritu de rebelión propio de un buena parte de la clase trabajadora inglesa que empezaba a olfatear los antipáticos planes de Margaret Thatcher. Cuenta también con una tapa merecidamente famosa: la fotógrafa Pennie Smith capturó con exactitud la furia que encarnaba The Clash a través de esa imborrable imagen de Paul Simonon a punto de estrellar su bajo contra el piso.