Desde adentro. Desesperantes historias de varados que se sienten a la deriva

‏‏‎ ‎
‏‏‎ ‎

En un contexto diferente al de marzo de 2020, cuando se cerraron las fronteras por la irrupción de la pandemia, nuevamente se multiplican los casos de argentinos varados en el exterior que viajaron por diversas circunstancias y reclaman mayor previsión sobre el regreso. El año pasado se dispusieron líneas telefónicas de ayuda, vuelos de repatriación y otros mecanismos para atender las necesidades de pasajeros. En esta ocasión, se sienten a la deriva porque no hay certezas por el momento, según afirman, incluso para situaciones urgentes.

Fuentes de la Administración Nacional de Aviación Civil (ANAC) explicaron a LA NACION que no hay un criterio establecido acerca de quiénes pueden abordar primero. No obstante, los consulados en el exterior deben informar si hay casos graves para priorizar.

Las fechas de regreso de los pasajeros no están aseguradas y ya hay vuelos reprogramados para agosto y septiembre. Sin embargo, desde el Gobierno sostienen que no pueden considerarse varados ya que firmaron una declaración jurada en la que se advertía que “la salida y el reingreso implica la aceptación de las condiciones sanitarias y migratorias del país de destino y de la Argentina al regreso, asumiendo las consecuencias sanitarias, legales y económicas”. Según cifras oficiales, son 45.000 los argentinos que viajaron al exterior en los últimos 4 meses.

Pero no todos viajaron por turismo, la necesidad de vacunarse en el exterior, la búsqueda de oportunidades laborales o la realización de becas en el exterior son algunos de los motivos que relatan quienes se ven impedidos de volver tras el DNU que redujo el cupo diario de pasajeros internacionales de 2000 a 600 para intentar contener la propagación de la variante Delta de coronavirus.

LA NACION Data puso a disposición un formulario para que los afectados puedan enviar sus reportes y compartir sus vivencias. En apenas 72 horas llegaron decenas de casos desde España, Estados Unidos, Nueva Zelanda, Rusia, Inglaterra, Sudáfrica, República Dominicana, Brasil y Chile.

Con 24 años, Agustina Terra se convirtió en la vocera de su grupo familiar y solo por momentos se permite flaquear. Su hermana, Delfina, de 19 años, operada dos veces del corazón y con doble stent pulmonar, necesita regresar al país de manera urgente ya que en julio tenía los controles médicos.

“Nosotros decidimos viajar por una cuestión de salud, necesitábamos vacunar a mi hermana que es de riesgo y en la Argentina no la habían llamado todavía”. Los Terra, que viven en San Miguel, provincia de Buenos Aires, no perdieron tiempo y apenas se abrió la inscripción anotaron a Delfina, que tiene una patología cardíaca severa desde que nació. “La operaron a los 3 días de vida y a los 15 años hubo que reemplazarle la válvula aórtica por una mecánica. Desde entonces, está anticoagulada y toma pastillas para controlar ese tema, pero se están acabando y además las dosis se ajustan por estudios que hay que hacerle en la Argentina”, explica Agustina.

Desde que se enteraron que el vuelo de regreso pasó del 30 de junio al 7 de agosto, la alegría por la vacunación se transformó en desesperación. Tienen la promesa del consulado argentino en Miami de que su caso será trasladado a Buenos Aires, pero no hay garantías de que efectivamente vayan a darles alguna prioridad. Desde la línea aérea, la respuesta es que no pueden hacer nada porque los aviones están disponibles, pero no pueden ingresar a la Argentina.

Cuando nos fuimos [viajaron el 4 de junio] estaban habilitando más viajes al exterior, ¿cómo íbamos entonces a suponer que nos iban a cerrar para volver?”, se pregunta Agustina. “En motivo del viaje pusimos turismo, no estaba la opción de vacunar a alguien de riesgo”, agrega con algo de ironía, pero sin enojo. “Que nos manden a hoteles, que nos pongan policías en la puerta de casa, lo que sea, nosotros vamos a cumplir la cuarentena, pero necesitamos volver, por favor”, suplica antes de despedirse.

Cuando Nicolás Pandelli estaba en el aeropuerto para regresar desde Nueva York, le anunciaron que su vuelo había sido cancelado. La medida lo tomó por sorpresa porque fue uno de los primeros afectados por las nuevas restricciones. Tras cuatro días de incertidumbre, recibió la notificación de que su vuelo quedó reprogramado para el 10 de julio. Pero esa fecha puede ser muy lejana si su segunda hija nace antes.

Este empresario gastronómico de la zona sur del conurbano bonaerense tampoco viajó por turismo sino para buscar oportunidades laborales. “Vinimos a ver locales. La pandemia nos destruyó, y vinimos acá a ver qué podíamos hacer”, cuenta.

Emprendió el viaje con su hermano y un amigo, con quienes aguarda novedades en medio de una gran incertidumbre. “Mi mujer tiene fecha para fines de julio, pero ayer y anteayer estuvo con contracciones. Yo estoy acá muy nervioso, tengo miedo de que nazca y no estar ahí”, expresa.

Con mucha expectativa, Noelia La Colla llegó en febrero a Madrid junto a su marido para iniciar una beca de investigación en contaminación atmosférica en el Centro de Investigaciones Energéticas, Medioambientales y Tecnológicas, que terminaba a finales de junio. Durante ese período, vivieron en un monoambiente, pero ahora están en la búsqueda de departamentos porque el contrato caducó y las restricciones les impiden regresar. También están en la búsqueda de medicamentos ya que él es hipertenso y se quedó sin las pastillas que toma regularmente para controlar su cuadro.

Al solicitar ayuda al consulado para volver cuanto antes por esta situación, les respondieron vía mail que “la reprogramación del viaje depende de la aerolínea” y que el consulado no tiene “intervención alguna”.

“Cuando salimos de la Argentina, suscribimos una declaración jurada que no aclaraba nada respecto a las eventuales complejidades del retorno y a los gastos que pudiéramos tener”, afirma Noelia. El matrimonio no tiene fecha definitiva para regresar. En principio, la reprogramación figura para el 15 de julio, pero seguro no hay nada.

Ante este panorama, Noelia encontró ayudas inesperadas: si bien la beca ya terminó, desde la fundación que se la otorgó, le extendieron su seguro médico hasta el 15 de julio y prometieron auxiliarlos con algo de dinero.

“Quedamos rehenes del Estado”, asegura Leonardo Rodríguez, desde Miami, donde quedó varado junto a su mujer y sus dos hijos. Había comprado con mucho esfuerzo sus pasajes en 2019 para el año siguiente con la ilusión de festejar los 15 de Carolina, la hija mayor, en los parques de diversiones de Orlando. La pandemia frustró los planes y lo forzó a posponer el viaje para junio de este año. “Por febrero o marzo quise cambiar los pasajes para septiembre porque nos imaginamos que en el invierno iba a estar complicado. Cuando quise hacerlo, me dijeron que me cobraban 250 dólares de penalidad por pasaje más 90.000 pesos de diferencia de tarifa”, recuerda.

Si bien reconoce que en Ezeiza firmó una declaración jurada en la que quedaba consignado que frente a una eventualidad debía hacerse cargo de los gastos, Leonardo reclama al Estado por la poca previsibilidad y la desprolijidad. “Las cosas las pueden hacer con un poco más de orden. No pueden cambiarle la vida a los argentinos y a las aerolíneas de un viernes a un lunes con una modificación tan drástica”, opina.

La familia, que vive en Quilmes, podrá regresar el 15 de julio si no hay nuevas dilaciones. Mientras, deben extender su estadía y especulan con la posibilidad de que sus hijos tomen sus clases virtuales por celular para que no pierdan días de estudio.

“Por más que trates de ponerle onda y ver el lado positivo, es una situación terrible. Aparte de gastarte 3000 o 4000 dólares de la nada, a un dólar tranquilo estamos hablando de 600.000 o 700.000 pesos, que es imposible para gente de clase media como nosotros. Este viaje está programado desde 2019. Con esto es como que te están arruinando”, expresa.

El ansiado regreso estaba programado para el 29 de junio, pero “con hisopado negativo en mano y check in realizado”, el vuelo fue cancelado en Brasil, país donde tenían escala. Javier García Favre, de 32 años, y su pareja emigraron hace 3 años y medio a Nueva Zelanda. Meses atrás, decidieron volver al país. Estar cerca de sus afectos fue uno de los motivos principales. Faltaban apenas horas para pisar suelo argentino, hacer la cuarentena correspondiente y, por fin, reencontrarse con sus seres queridos. Sin embargo, la medida que restringe el cupo de ingreso de pasajeros frustró los planes por ahora.

“Cerramos un ciclo súper positivo en Nueva Zelanda, mi compañera es arquitecta y yo investigador y docente”, cuenta Javier desde San Pablo. “Sacamos pasajes de regreso en marzo, haciendo escala en Dubai y San Pablo. La parte San Pablo-Buenos Aires se canceló en dos ocasiones. Sin embargo, luego de ver los vuelos aprobados por la ANAC para junio, decidimos emprender viaje”, agrega.

Ahora se están hospedando en un hotel sin saber cuándo van a poder regresar y absorbiendo gastos no previstos. “Hasta el 12 de julio no hay vuelos, las aerolíneas solo venden pasajes para septiembre. Latam tiene un vuelo para el 15 de julio, pero está sujeto a aprobación del Estado”, describe con resignación.

“Elijo mi país todos los días y quiero volver”