Angélica Rivera y su apacible vida después de la fama televisiva y política

Angélica Rivera durante el último Grito de Independencia de Peña Nieto. (ALFREDO ESTRELLA/AFP via Getty Images)
Angélica Rivera durante el último Grito de Independencia de Peña Nieto. (ALFREDO ESTRELLA/AFP via Getty Images)

Angélica Rivera se acostumbró durante toda su vida a la mirada implacable del ojo público. Era natural, pues la vida de los artistas tiene que ser así: no hay rincón de privacidad del que puedan disfrutar una vez que han elegido convertirse en figuras de gran alcance. Para bien y para mal, esa es la condena que deben pagar. Porque también es cierto que muchos de ellos se sienten cómodos con el rol que deben asumir y lo ejercen con total vocación: hacen de las cámaras una extensión de su personalidad.

Pero ese no es el caso de Rivera, que durante veinte años formó parte de diversos elencos de Televisa, la empresa que catapultó su carrera hacia niveles totalmente estelares. Y es que a la audiencia siempre le resultó muy sencillo conectar con los personajes de Angélica. Tenía esa dualidad para impactar en la gente más allá de que en las tramas estuviera ligada con el bien o con el mal.

La actriz de profesión y exprimera dama de México se dejó ver durante el fin de semana, junto a su hija, en un concierto de la cantante mexicana Ana Gabriel en Nueva York. A través de las historias de Instagram de Fernanda Castro, Rivera reapareció, de alguna forma, ante la mirada de miles de personas que le han perdido el rastro por completo desde que Enrique Peña Nieto, su ahora exesposo, dejó la silla presidencial en diciembre de 2018.

Hoy poco a poco se va desprendiendo de aquellos días. Durante esa etapa, Rivera tuvo pocos momentos de protagonismo pero esa escases fue suficiente para encender luces rojas en todo el país. La polémica suscitada a raíz de la Casa Blanca, aquel inmueble que Peña Nieto negó haber comprado y cuya propiedad se adjudicó la propia actriz, puso a Rivera en todas las mesas de conversación del país. Hoy, entre conciertos de Ana Gabriel y Paul McCartney no hay turbulencia en su cotidianidad.

Justamente ese escándalo fue el principio del fin para Peña Nieto. Lo que había sido un cuento de hadas pronto cambió de guión para retorcerse y entregarnos relatos escalofriantes. Si la intención de la pareja Peña-Rivera era introyectar la magia de la televisión hacia la vida real, podemos decir que el dramatismo de la vida terrenal superó con creces los lamenteros guiones de los que tanto se ufana la industria telenovelera de este país.

Cuando ambos contrajeron matrimonio, en 2010, las suspicacias estuvieron a la orden del día. De cara a los reflectores, el noviazgo y posterior casamiento fue natural, según ellos, como tiene que ser y ajena a la influencia de cualquier ambición política. El anuncio del divorcio, en 2019, fue recibido con cierta indiferencia, porque millones de personas vieron en ese alejamiento la prueba absoluta de que todo se trató de un montaje desde el principio. Finalmente, si no sale de boca de alguno de los dos, y eso luce muy complicado, nos iremos del mundo sin saber a ciencia cierta si el montaje matrimonial existió o si, en cambio, verdaderamente se casaron en términos de amor genuino.

Es imposible saber si algún día Angélica Rivera volverá a formar parte de algún proyecto artístico. Todo parece indicar que no. Su última participación en una producción data de hace 16 años, cuando dio vida a “La Gaviota” en el melodrama Destilando Amor. Irónicamente, ese mote la acompañó para siempre, y con particular intensidad durante sus años inquilina de Los Pinos. Lo que hoy queda claro es que, después de toda una vida repleta de atención, Angélica Rivera disfruta de una discreción que no cambiaría por nada. O que, quizá y dicho de otro modo, ya se cansó de todo, después de experimentar la máxima popularidad a la que pudo aspirar en su vida.

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