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Arriesgar todo por rating: Pipo Mancera y la hazaña que puso en peligro su vida

Pipo Mancera

Pipo Mancera

El jugador "diferente" es una figura clave en cualquier deporte. Es el creativo, el que se desmarca del resto, el que no solo es hábil sino también inteligente, el que entiende el juego en su totalidad y no se limita a hacer solamente lo que le toca. Bien, pero ¿qué sucede cuando se extrae este concepto del deporte y se traslada a un ámbito completamente ajeno como puede ser la televisión? Lo que sucede se llama: Nicolás Pipo Mancera.

El conductor quedó en la historia como el hombre que reinventó la televisión. Entre las muchas cosas que consiguió durante sus años de gloria en la década del 60 y 70 fue imponer un formato que no había sido explotado en estas latitudes, el de los programas "ómnibus" (programas de larga duración en continuado). La idea, importada de Francia, fue la obsesión de Mancera durante finales de los 50 y principios de los 60, y casi "de lástima" (porque se creía que acá no iba a funcionar) consiguió un espacio en canal 9 los sábados a partir del 6 de enero de 1962 (en 1964 se mudaría al 13).

Los Sábados circulares de Mancera se mantuvieron exitosos durante casi catorce años, o más específicamente durante 664 fines de semana consecutivos. Tal fue el suceso que el resto de los canales comenzó a apurar copias inspiradas que nunca pudieron hacerle sombra. Y es que aquellos programas dependían de la creatividad y arrojo de Pipo Mancera. Un rupturista en el sentido más amplio de la palabra, que una semana se metía en las cloacas de la ciudad, otra presentaba completa una película prohibida por la censura (fue el caso de La tigra, de Leopoldo Torre Nilsson, en 1962), al siguiente inauguraba las transmisiones vía satélite y al otro hacía debutar augurándole fama y éxito a un chico de soltura pelviana que se hacía llamar Sandro. Incluso darse el lujo de transmitir un casamiento por primera vez en la televisión: el de Palito Ortega y Evangelina Salazar.

La cabeza de Mancera no tenía límites y sabía que gran parte de su éxito era ponerse él en primer plano, en la línea de fuego. De esta manera un día decidió hacer en el programa uno de los números de escapismo más increíble del mago Harry Houdini. Muchos pensaron que estaba loco, pero él siguió adelante con la idea y el 4 de diciembre de 1971 lo hizo; por supuesto, en vivo y en directo.

El gran escape

Desde aquella proeza hasta su muerte en agosto de 2011, Mancera no perdía oportunidad, en cada entrevista donde le mencionaban la hazaña, de resaltar las virtudes de su mentor: "Siento una profunda admiración por Houdini. No solo era un gran escapista sino también un hombre de mucho carisma. Alguien que convocaba a 30.000 personas a la vera del río Hudson para ver uno de sus actos, me parece un monstruo". También era habitual verlo en los programas de entrevistas mostrando los libros del artista austrohúngaro, que conservaba como tesoros. Hasta llegó a declarar: "La magia es un hobby que tengo desde chico".

Sin embargo, ¿su veneración por Houdini era tan profunda o se trataba de otro engaño tendiente a la consolidación de su propio mito? Para responder a esta pregunta hay que bucear en los hechos consignados sobre aquella performance desarrollada en la dársena F del Río de la Plata en la primavera de 1971. Pero primero, la descripción en primera persona que Pipo le dio a Nicolás Repetto en el programa Fax en 1992: "Estaba nada más que con un slip chiquitito. Me ataron y encadenaron, me pusieron adentro de una bolsa, la cerraron y la metieron adentro de un cofre que también cerraron y encadenaron. Y eso lo tiraron al fondo del río. Me era absolutamente imposible ver nada. Salí a los 2 minutos y 40 segundos de esmoquin y sacando compas de champagne de mi bolsillo. Han pasado 20 años y la gente me sigue preguntando cómo lo hice".

Esta fue siempre su historia oficial, pero existe otra versión que revela algunos secretos, y a la vez fortalece la mística. Y es la siguiente.

La presión de ser el número uno

De acuerdo al testimonio de algunos de sus amigos cercanos, que con los años se animaron a dar mayores detalles de aquel famosísimo escape, si bien a Pipo Mancera le interesaba la magia como parte de su inagotable curiosidad, nunca soñó con protagonizar un desafío mortal al que incluso ilusionistas de profesión le escapaban. Al menos hasta que una emisión televisiva de la película de 1953, El gran Houdini (protagonizada por Tony Curtis y Janet Leigh), lo convenció. Periodista especializado y cinéfilo empedernido, Pipo recordó haber visto el film en su estreno y enseguida conectó al Houdini real con uno de sus más impresionantes actos de escapismo, el del Río Hudson de 1926. En su cabeza, la ecuación era perfecta para generar otro momento de alto impacto, como los que le obsesionaba encontrar para cada uno de sus Sábados circulares. La duda era cómo lograrlo sin morir en el intento.

"No fue una locura, o algo improvisado. Estuve seis meses entrenando", contó hasta sus últimos días el conductor. Aunque mucho más acá en el tiempo, en una entrevista con Chiche Gelblung, el ilusionista Oscar Keller reveló que en realidad el de la idea fue él: "Un lunes, Adolfo Haimovitz (productor de Sábados circulares, del que Keller también participaba) me dice que la emisión de la película de Houdini había hecho 30 puntos de rating. 'Hagamos el baúl en el programa', le respondí enseguida, sabiendo que Pipo se prendía en cualquier cosa e incluso siempre te la complicaba: por ejemplo, a él fue al que se le ocurrió salir vestido, así que tuve que inventar algo para que se pudiera poner el esmoquin estando todo mojado".

A pesar de la infidencia, no se puede decir que Pipo Mancera haya mentido sobre su pasión por la magia, tal vez sí exagerado. Como también sobre su arduo período de entrenamiento. Así lo contaba Keller: "No había ensayado nada. Un mes antes habíamos llevado todo a la quinta de un gallego amigo que tenía pileta en Florencio Varela, pero cuando la grúa fue a meter el baúl, rompió uno de lo escalones de la piscina y empezó a salir agua para todos lados. Pipo no se llegó a meter".

Con la primera opción anulada surgió la posibilidad de que el conductor ensayara en su casa de Punta del Este. Así lo contaba él: "Me iba después de mi programa, me metía en una pileta cagándome de frío desde el sábado a la noche hasta el jueves más o menos, para hacerlo bajo el agua con rapidez. La primera vez tardé doce minutos, con una goma para respirar, hasta que llegué a hacerlo en un 1.40 minuto. Después de ese entrenamiento comencé con la respiración bajo el agua y llegué a tener una apnea de cuatro minutos". Sin embargo, la historia de Keller es muy diferente: "En Punta del Este no ensayó nada. Le terminé poniendo el baúl en la casa y él se metía y salía todo el día, pero siempre sin agua".

Así se fue acercando la fecha del programa y el entorno del conductor estaba cada vez más preocupado por la realización de una ilusión que pocos especialistas en el mundo se habían atrevido a hacer. Sin embargo Pipo, sin tener un profundo conocimiento previo, estaba dispuesto a llevar adelante en pos de seguir siendo el número 1 de la televisión argentina.

El Houdini argentino

Llegó el jueves 2 de diciembre. Desde hacía varios días que la logística en la Costanera estaba confirmada. Habría gente de prefectura, un sector para el público que podría ver la hazaña en vivo como hiciera Houdini en el Hudson, la grúa en posición, las cadenas y el baúl preparado. Solamente faltaba hacer un ensayo y que Pipo Mancera se enfrentara realmente con el frío del Río de la Plata. Continúa Keller: "Dos días antes llevamos la grúa, metimos a Pipo y tiramos el baúl en el río -al que además hubo que hacerle unos agujeros para que entrara rápido el agua porque sino no se hundía. Salió, pero todo ensangrentado, creo que se había golpeado la cabeza".

Las caras de preocupación lo decían todo, porque la prueba había salido mal y ya no había vuelta atrás. Sin embargo, el más confiado era el protagonista, que a pesar del golpe y del hilo de sangre que le corría por la frente, les manifestó con una semi sonrisa que estaba listo.

Aquella emisión de Sábados circulares fue diferente. En el estudio estaba Fernando Bravo a cargo del vivo y de la conexión con exteriores. En la Costanera junto con Pipo se encontraba Julio Lagos, quien sería el primero en recibirlo y preguntarle acerca de la experiencia. Alrededor de ellos, como también en sus casas, había muchísima gente esperando el momento, pero dos personas pasaron inadvertidas para todos y ambas eran parte fundamental del escape: "Yo tenía dos buzos autónomos que estaban preparados para tirarse y rescatarlo en caso de que algo saliera mal", contó luego Keller. Ese "saliera mal" era parte del nerviosismo que había frente a una prueba que no había sido ensayada lo suficiente. Una vez que el baúl tomó contacto con el agua, ambos hombres estuvieron listos para actuar. Y casi tienen que hacerlo, porque estaba pautado que Mancera saliera antes de los dos minutos y se terminó demorando casi tres. Esos segundos de diferencia hicieron pensar lo peor, que Pipo había muerto en su rutina de escape. Por eso, la imagen de triunfo cuando emergió, con una sonrisa de oreja a oreja y los dedos en "v", no solo fueron celebrados por la audiencia, sino también y especialmente, por sus colaboradores, a los que les volvió el alma al cuerpo.

Cuesta imaginarse en la televisión de hoy, aun cuando la puja por el rating está más caliente que nunca, a un hombre como Nicolás Pipo Mancera. Alguien que le puso el cuerpo y el alma a la profesión, saltando en paracaídas, domando a un león en vivo, viviendo una semana en un submarino o, por si le faltara algún título, convirtiéndose en el "Houdini argentino".