El ascenso de los retiros psicodélicos

Una noche de 2019, mientras unos desconocidos vomitaban a su alrededor, Lynn Cohen tuvo una visión.

Después de que una amiga se lo recomendara, Cohen, de 62 años, viajó desde su casa en Milwaukee hasta Chicago para beber ayahuasca, una bebida psicoactiva de la Amazonía que provoca alucinaciones y náuseas. Llegó, con su propia almohada y cobija, a una casa privada, donde la recibió un chamán. En la sala, se acurrucó en un tapete para dormir y, en el transcurso de esa noche tan intensa, emprendió un viaje que consistió más que nada en permanecer acostada.

“Me mostraron por qué no soy feliz, y me quedó claro que arrastraba el dolor de mis antepasados”, afirmó Cohen, una terapeuta manual de tejidos profundos que ha luchado contra la depresión durante veinte años. Después de esa noche, dijo que encontró la claridad, y desde entonces ha buscado otros dos retiros psicodélicos, con viajes a Costa Rica y California para vivir experiencias guiadas y prolongadas con alucinógenos.

Los retiros psicodélicos —en países como Costa Rica y Jamaica, donde se permiten muchas sustancias psicodélicas, así como entre una red oculta de chamanes en Estados Unidos que comparten drogas y detalles a través de las redes sociales— están experimentando un crecimiento generalizado. Su aumento coincide con la creciente popularidad del turismo del cannabis durante la pandemia.

Las drogas psicodélicas están cobrando fuerza silenciosamente, gracias al creciente interés de algunos profesionales de la salud mental que las ven como una novedosa terapia para la depresión y el trastorno de estrés postraumático. Ese interés se está integrando en la industria mundial del bienestar, que —impulsada por la pandemia de coronavirus y la mayor fragilidad mental que ha traído consigo— alcanzará los 1,2 billones de dólares en 2027, según un informe de Global Industry Analysts.

Hay motivos extraordinarios para ser cautos: los psicodélicos pueden provocar psicosis o problemas de salud mental a largo plazo, sobre todo en pacientes con predisposición a las enfermedades mentales. Esto puede crear un contexto complicado para los proveedores de atención médica, pues muchas personas recurren a los psicodélicos después de haber luchado con alguna forma de depresión o ansiedad. Y en los centros de retiro, cuando los huéspedes no están supervisados como es debido, el potencial de transformación a largo plazo podría tener consecuencias mortales.

“Hay un cambio de paradigma con los psicodélicos, lo que los hace emocionantes. Pero hay que ir despacio”, afirmó Collin Reiff, profesor adjunto de Psiquiatría en la Universidad de Nueva York y coautor de numerosas publicaciones sobre compuestos psicodélicos. “El peligro es convertirse en un verdadero creyente y no ser consciente de los peligros que conllevan”.

El año pasado, una mujer británica de 29 años fue a Perú a un retiro de ayahuasca y desarrolló problemas de salud mental al volver a casa. Se suicidó poco después. En 2015, un turista canadiense dijo que había apuñalado hasta la muerte a un compañero que lo había atacado bajo la influencia de la ayahuasca en un retiro psicodélico en la Amazonía. Tres años más tarde, un chamán y otro turista murieron en un doble asesinato en otro retiro cercano. También se han denunciado robos en retiros psicodélicos, así como agresiones sexuales. Las experiencias psicodélicas producen una inmensa vulnerabilidad física y emocional, y algunas mujeres han dicho que los chamanes abusaron de ellas mientras estaban bajo la influencia de las sustancias.

A pesar de estos motivos de preocupación, los retiros han ido apareciendo desde hace más de una década. En la actualidad existen en las playas rodeadas de palmeras de Jamaica, donde los hongos de psilocibina se venden abiertamente, así como en los Países Bajos, donde los hongos psicodélicos son ilegales, pero una laguna legal ha mantenido las trufas psicodélicas a salvo. En México, donde se hacen excepciones para el uso sacramental de los psicodélicos, los viajeros pueden encontrar retiros que ofrecen psilocibina e ibogaína, un potente psicoactivo que puede ayudar a combatir la adicción a las drogas; y en ciudades estadounidenses como Santa Cruz, California, y Denver, donde la psilocibina ha sido despenalizada, las ceremonias con plantas medicinales son habituales. Los precios varían, pero la mayoría oscilan entre 5000 y 10.000 dólares por siete días.

“Toda la conversación cultural en torno a los psicodélicos ha cambiado”, opinó Ronald Griffiths, profesor de la Facultad de Medicina de la Universidad Johns Hopkins y director fundador del Centro Johns Hopkins para la Investigación de la Conciencia y la Psicodelia. “Eso me preocupa, porque creo que estamos subestimando los riesgos que conlleva”, explicó. “La cuestión de los centros de retiro es que el comprador tenga cuidado”.

Los defensores de los retiros psicodélicos los describen como lugares de transformación vital, donde las drogas se incorporan a programas de un día o una semana de duración que incluyen la preparación, la experiencia psicodélica y luego un proceso de integración que puede aplicarse durante semanas y meses después. Algunos asistentes a los retiros recuerdan momentos de terror, dolor y claridad abrasadora. Sin embargo, para muchos, hay una idea en común: las drogas, por la razón que sea, pueden poner en marcha un verdadero cambio de comportamiento o de perspectiva mental tras meses o años de estancamiento.

Channa Bromley, una experta en relaciones de Nueva Escocia, viajó a OM Jungle Medicine en Costa Rica para participar en una ceremonia de ayahuasca en diciembre de 2020 con la esperanza de reconciliar los traumas de su infancia. Al principio, se sintió decepcionada.

“No experimenté mucho. Pero lo que sí obtuve fue un sentimiento de comunidad. Siempre me había sentido como una oveja negra en Canadá. No es una conversación normal querer explorar la profundidad de tu conciencia”, comentó.

Ese sentimiento de comunidad fue tan conmovedor que Bromley ahora vive en Costa Rica como nómada digital y asiste a múltiples ceremonias psicodélicas al mes, donde toma diversas sustancias, como psilocibina y kambo, una toxina secretada por ranas tropicales.

Muchos asistentes a retiros psicodélicos dicen que la lectura del libro de Michael Pollan de 2018, “How to Change Your Mind” (“Cómo cambiar tu mente”), que explora la ciencia de los psicodélicos en el tratamiento de las enfermedades mentales, fue un punto de inflexión. Scott Ropp, de 49 años, un ejecutivo de atención médica, es uno de ellos. Asistió a un retiro psicodélico con su mujer, Lena, después de leer ese libro, un acontecimiento que, según la pareja, cambió su vida, hasta el punto de que ahora están construyendo un complejo turístico en Costa Rica.

Esperan abrir su complejo selvático y sostenible, Wilder, en 2023, en la costa del Pacífico. Lena Ropp, cocinera de alimentos crudos, impartirá cursos sobre alimentación basada en plantas; el retiro también incluirá una granja de permacultura, surf, sesiones de formación en atención plena y experiencias psicodélicas dirigidas por chamanes.

“No se trata solo de ofrecerle a la gente experiencias divertidas, sino experiencias curativas”, aclaró Lena Ropp. “Es muy difícil ayudar a tu cabeza solo con un jugo recién exprimido”.

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