El Bar TV: a 20 años del reality cuyo ganador fue asesinado

El Bar, el reality que quiso competir con Gran Hermano al proponer una experiencia cara a cara con sus participantes.
El Bar, el reality que quiso competir con Gran Hermano al proponer una experiencia cara a cara con sus participantes.

El 18 de marzo de 2001 salía al aire, por la pantalla de América, la presentación de El Bar TV, el tercer formato que dentro del género del reality show conocería la televisión argentina. Se trató de una producción de Cuatro Cabezas, la exitosa compañía liderada por Mario Pergolini, responsable de producir las dos temporadas del formato de origen sueco. Conducido por Andy Kusnetzoff, el programa resultó la plataforma de lanzamiento para la carrera mediática de algunos de sus concursantes como Pamela David y Celeste Montanari. En otros casos, el anonimato fue el camino escogido luego de la exhibición extrema a lo largo de 12 semanas, lapso de tiempo que duró cada desafío.

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El nombre del ciclo deviene de la atracción principal del programa: los 12 participantes, además de convivir, debían atender un bar. La primera temporada coronó ganador a Federico Blanco, un estudiante de 21 años que fue asesinado en junio de 2017 por defender a una mujer. La segunda edición consagró a Diego Plotino, un cantante marplatense de 26 años.

El Bar TV fue un reality que permitía a los participantes tener contacto con el público
NATACHA PISARENKO


El Bar TV fue un reality que permitía a los participantes tener contacto con el público (NATACHA PISARENKO/)

A la vista de todos

Los encierros antinaturales, y no por cuestiones pandémicas, a los que elige someterse quien decide participar de un reality televisivo conlleva diversos fenómenos que pueden ser estudiados desde la psicología, la sociología y, desde ya, en torno a las estéticas y lenguajes mediáticos. “El medio es el mensaje”, dijo el académico Marshall McLuhan. La famosa aseveración le cuadra de maravillas a este tipo de experiencias creadas para la pantalla chica. El nombre del género conlleva una verdadera paradoja, pocas experiencias televisivas acarrean un rango de ficción tan alto como un reality, donde las consignas están absolutamente dirigidas en busca de provocar diversas situaciones, desde sexo hasta peleas, que generen la atención de las audiencias. La idea era conformar una microsociedad de “gente real”, aunque la “gente real”, al menos mayoritariamente, no opta por vivir frente a una cámara de televisión.

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El público argentino ya había conocido a Expedición Robinson, emitido por eltrece, y a Gran Hermano, difundido por Telefe y el más exitoso de los programas de su tipo. El Bar TV contenía características que lo diferenciaban de sus colegas a partir de cierto rasgo “altruista” en torno al eje principal que sostenía a la idea matriz. Aquí los convivientes debían regentear una casa de expendio de bebidas auténtica y abierta al público. ¿Esto lo convierte en un mejor programa con respecto a Gran Hermano? No, pero el aditamento saca a los concursantes del oprobio del no hacer nada realmente productivo durante todo el día.

Sin frontera

El programa fue visto en buena parte de Europa. En 2001, cuando se estrenó en nuestro país, llevaba tres temporadas en el aire en Dinamarca, Suecia y Noruega. En los dos últimos países, el formato le ganó a Gran Hermano. La tracción que generaba el ciclo en los jóvenes lo convirtió en un espacio muy seguido por televidentes de 15 a 34 años, quienes conformaban uno de los pilares de la audiencia del programa.

El Bar TV se emitía de lunes a jueves y los sábados a las 21, momento en el que se presentaba un resumen de lo sucedido en el último día. Los viernes, una gala especial era el marco para que un jugador abandonase el juego, a partir de la votación del público a través de una línea telefónica. La convivencia de los participantes podía ser seguida las 24 horas a través de dos señales especiales.

A orillas del río

El Bar TV atendido por los participantes era una verdadera atracción. Lejos de ser una escenografía ad hoc montada en un set, el negocio estaba montado en el Bajo de San Isidro, muy cerca del puerto de esa localidad, al norte de Buenos Aires.

La estructura metálica que contuvo al local se montó en 77 días. Junto con la vivienda de los participantes, la superficie del complejo era de 1200 metros cuadrados. Además, 30 cámaras y 50 micrófonos registraban lo que allí sucedía durante las 24 horas. La casa estaba conformada por dos habitaciones con seis camas cada una, y un sector de baños con duchas. En el bar, una barra central era la protagonista del espacio de amplios ventanales con vista al río. En un pequeño lounge se disponía un sector para las presentaciones en vivo de bandas de música.

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El público podía llegar hasta el lugar y se atendido por los participantes del programa, quienes debían dividirse las tareas de acuerdo a sus propias habilidades. Además del vinculo virtual, los televidentes podían toparse con los integrantes del staff del reality en ese bar “atendido por sus dueños”, una de las características originales que apartan al formato del ostracismo total que suele definir al género.

Desde ya, esto generaba roces y conflictividades. La organización horizontal del emprendimiento hacía que los choques estuviesen a la orden del día. Como siempre sucede, se generaron amoríos, competencias de egos, distanciamientos y discusiones álgidas. Todo sea por el señor rating y atrapar a la gente con el imán del morbo. Acaso espiar por la mirilla sea una de las debilidades del ser humano. Acá eso, estaba validado.

Dream team ganador

De la primera edición se destaca la participación de Celeste Montanari, la primera chica trans en formar parte de un programa de este tipo en nuestro país. Montanari, luego de su paso por el reality, continuó su carrera mediática como comunicadora. Hasta hace no mucho tiempo atrás, formó parte de Las rubias, el programa de Marcela Tinayre. Eduardo Nocera fue uno de los concursantes más polémicos que también continuó con cierta vida pública. El pibe de larga cabellera creció y hoy, más formal, es un reconocido historiador. En aquellos tiempos, no dudó trenzarse con Daniel Granelli, otro de los favoritos del público.

Pero fue Federico Blanco, luego de 77 días de desafíos, el ganador de esa primera edición y, al principio, uno de los concursantes que miraba con recelo la presencia de Montanari. Con el correr de las semanas, ambos lograron buena química, al punto tal que, una vez terminado el programa, continuaron el vínculo. Tal era la empatía que él le pagó la primera operación mamaria. Con los años, se distanciaron, aunque Montanari lamentó el muy triste final de su compañero.

Federico Blanco murió asesinado por defender a una chica. En junio de 2017, el exconcursante fue encontrado muerto en Villa Itatí, en el sur del conurbano. Según trascendió, Blanco estaba compartiendo un momento de distracción con sus amigos cuando observó que un joven maltrataba a una mujer. Al querer defenderla, el agresor impactó el cuerpo de Blanco con una puñalada. El participante había tenido algunos problemas de adicción y se había radicado en Bahía Blanca, de donde era oriunda su pareja, para dedicarse a la gastronomía.

El Bar, última ronda

La segunda edición arrancó en octubre de 2001 y concluyó el 26 diciembre de ese año, en momentos de gran convulsión social en nuestro país. De esa temporada, se destaca el nombre de una participante: Pamela David, en ese entonces una joven modelo de 23 años que había llegado de Santiago del Estero con el anhelo de triunfar en el ambiente de la moda y el espectáculo.

El ganador de esta edición fue el cantante Diego Plotino, una víctima, como tantas, de los vaivenes económicos de nuestro país. El participante marplatense, que vivía una situación financiera acuciante, decidió inscribirse buscando cambiar la suerte familiar. En realidad, fue su madre quien lo impulsó a ingresar en el programa y darle el estímulo que necesitaba. Es que Plotino, que no tenía una profesión fija, pero soñaba con la música y hacía changas en el modelaje, se había arrepentido de su decisión inicial de vivir frente a las cámaras.

Plotino, con cierto perfil bajo, fue avanzando semana a semana, observando cómo muchos de los “favoritos” eran eliminados por el voto popular. Finalmente, llegó a la final, instancia que compartió con el mexicano Tamir Gerstein, el único participante extranjero que tuvo el programa. El 61,1% de los votos benefició a Plotino, quien se coronó con el premio de 100.000 pesos. ¿Una buena cifra? En realidad, no. El galardón fue entregado en el plazo máximo acordado por contrato que era de tres meses. El inicio del 2002 encontró a la moneda nacional devaluada, luego de aquel diciembre donde renunció el presidente Fernando de la Rúa y, en pocos días, se sucedieron cinco mandatarios diferentes. Ergo, lo que en principio era un monto equivalente en moneda norteamericana, se convirtieron en tan solo 27.000 dólares. Así como un helicóptero se llevó a De la Rúa, la devaluación se hizo cargo del premio del participante. Hoy, Plotino hace música en Europa y añora poco la fama lograda por estas tierras. De esa segunda edición, solo Pamela David continuó una carrera artística con popularidad.

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Fama efímera si las hay. Muchos salen del encierro creyendo que son estrellas. Lo cierto es que muy pocos pueden sostener la popularidad. Sin talento ni carisma, es muy complejo mantener la atención del público. Algunos participantes salen asqueados de este tipo de experiencias que les provoca una irrefrenable alergia a las cámaras y la vida pública. Otros, en cambio, desean seguir en carrera y asediados por la gente, pero no les sucede. Vivir dentro de un reality es tan solo eso, para continuar en el medio hay que tener algo más. Ese diferencial es el que hace que un mínimo porcentaje de los participantes, trascienda la alienación emocional del confinamiento y emprenda una carrera con la aprobación del público.