Nunca creí que me vería representado en una serie sobre asesinos como 'Barry'

Fiel a la buena reputación que la precede gracias a las series de calidad que lleva dándonos desde hace más de dos décadas, HBO tiene entre sus manos una de las comedias más aclamadas y nominadas de la actualidad, Barry. Tras una larguísima espera de tres años, causada cómo no por la pandemia, la serie regresó recientemente con su tercera temporada a HBO Max, demostrando que el parón no le ha afectado en lo más mínimo, sino que sigue tan afilada y contundente como siempre. O más.

Esta comedia negra creada por Alec Berg (Seinfeld, Silicon Valley) y Bill Hader (Saturday Night Live, It), que también la protagoniza, cuenta la historia de un asesino a sueldo cada vez más hasta el cuello en su peligrosa profesión. Sin embargo, de forma secundaria pero esencial, la serie aborda otro tema, y además con sorprendente veracidad: lo que ocurre en el mundo de los actores emergentes y el negocio del espectáculo en Hollywood. Ese es el aspecto que, personalmente, más me llama la atención de la serie, que en su tercera temporada está mostrando un lado de la industria que muchos no conocen y es mi día a día. Nunca creí que me vería representado en una serie como esta.

Fotograma de la tercera temporada de 'Barry' (cortesía de HBO Max)
Fotograma de la tercera temporada de 'Barry' (cortesía de HBO Max)

Para ponernos en contexto, Barry es una de las series de HBO más aplaudidas de los últimos años. Si bien no tiene la fama o repercusión de títulos como Juego de Tronos o Euphoria, cuenta con el beneplácito de la crítica y el público, que la han encumbrado como una de las joyas de la corona de la cadena actualmente y no deja de de elogiar a Bill Hader por su excelente trabajo. De hecho, ya acumula seis premios Emmy (entre ellos dos consecutivos para Hader como mejor actor de comedia), de unas impresionantes 30 nominaciones con tan solo sus dos primeras temporadas.

Barry sería algo así como una prima hermana de Breaking Bad y Better Call Saul, la crónica en clave de humor, pero con bastantes dosis de thriller y drama criminal, de la caída de un hombre corriente en las redes amorales del crimen. Al igual que con Walter White o Jimmy McGill, la de Barry es una figura contradictoria y compleja, un antihéroe que despierta la simpatía del público, a quien se le plantea el mismo dilema: ¿Son las circunstancias de la vida las que lo empujan inevitablemente a hacer el mal o es intrínsecamente malo y por tanto el principal responsable de lo que le ocurre? O en otras palabras, ¿se puede ser un criminal y a la vez buena persona?

Para conocer un poco mejor al protagonista, Barry es un veterano de la guerra de Afganistán que regresó a su Cleveland natal deprimido y con síntomas de trastorno de estrés postraumático, lo que le lleva a convertirse en asesino por encargo. Sin embargo, sus víctimas son exclusivamente malas personas y criminales. La serie arranca cuando recibe una misión para asesinar al entrenador personal de la esposa de un gángster en Los Ángeles, lo que supone una encrucijada, ya que Barry no mata a inocentes. Pero aquí viene el giro, investigando a su posible víctima, Barry entra en una clase de interpretación y, tras vivir una experiencia reveladora, decide que ya no quiere ser asesino, sino actor profesional. Claro que, para alcanzar su objetivo, deberá enfrentarse constantemente a un pasado que se empeña en perseguirlo y lo obliga a fingir ser otro y ocultar una parte muy importante de su vida.

Como en la mencionada Breaking Bad o también en Dexter, Barry nos sumerge en esa doble vida para hablarnos de un hombre que comete monstruosidades pero no es un monstruo, que comparte “profesión” con asesinos en serie psicópatas, pero posee una empatía y humanidad que lo separa de ellos, cuya moralidad se vuelve cada vez más gris (o negra) conforme que avanza la serie. Y sobre todo, que quiere dejar de ser quien es, a ser posible sin enfrentarse a las consecuencias de sus actos pasados, algo que la vida no le va a poner tan fácil.

Pero como telón de fondo a esta historia nos encontramos un contexto con el que la serie también está haciendo maravillas, el mundo de la interpretación y la jungla de Hollywood, donde todos tienen por objetivo el éxito y la fama. En sus clases, Barry conoce a su nuevo mentor, Gene Cousineau (Henry Winkler), egocéntrico profesor de interpretación que se ve envuelto en su espiral criminal, y Sally Reed (Sarah Goldberg), una aspirante a actriz que desea triunfar en Hollywood cueste lo que cueste y con la que Barry crea un vínculo especial. Entrelazadas al protagonista, Barry también nos cuenta la evolución de estos dos personajes, mediante la cual lleva a cabo una disección satírica pero bastante realista del mundo del cine y lo que conlleva dedicarse a la interpretación.

ME VI REFLEJADO, PERO SOLO DESDE UNA PERSPECTIVA

Tras un salto temporal indefinido, en la tercera temporada, Barry sigue luchando en vano para dejar atrás su pasado violento, mientras Sally ha conseguido dar un gran paso hacia delante en su carrera y se prepara para estrenar su primera serie como protagonista, Joplin, en la que aborda los malos tratos y el trauma. El tercer episodio de la temporada, titulado ben mendelsohn, nos muestra a la actriz, ajena a los tejemanejes de Barry, preparándose para promocionar la serie. Y aquí es donde, por sorpresa, me encontré con una sucesión de escenas que me resultaron tremendamente familiares.

En el capítulo, Sally participa en su primera ronda de entrevistas con los medios, lo que en el mundillo conocemos como junket de prensa. La escena más divertida llega cuando Sally se dispone a ser entrevistada y una sucesión de periodistas se van sentando frente a ella para hacerle una y otra vez las mismas preguntas en entrevistas express. La serie nos muestra la situación desde el lado del actor, que debe enfrentarse a la repetición y a las preguntas que nada tienen que ver con su trabajo.

La primera periodista le hace una pregunta y se le acaba el tiempo. El segundo la cuestiona sobre la serie de forma superficial (se nota que no la ha visto y solo lee la información que le han facilitado) y a continuación le pregunta quién cree que será el próximo Spider-Man (ella responde Ben Mendelsohn, de ahí el título del capítulo). En una secuencia posterior, Sally y su joven compañera de reparto, Katie (interpretada por Elsie Fisher), hablan sobre la entrevista y descubren que a las dos les han preguntado lo mismo: “-¿También te han preguntado por el próximo Spider-Man?”, “-Sí, creo que dije Harry Styles”, “-Joder, esa es buena”.

Además de mostrar la otra cara de ser actor y las bambalinas de la promoción, en apenas dos minutos, la serie resume perfectamente un aspecto muy importante de mi profesión como periodista cinematográfico. Aunque es una sátira exagerada, es totalmente cierto que nos suelen dar tiempo muy reducido, que los encuentros son a veces así de incómodos por esta razón, y que, obviamente, nos repetimos en nuestras preguntas. La escena me pareció tronchante, pero también me hizo pensar que -porque la serie va de actores, y no de periodistas, evidentemente- solo muestra una perspectiva del asunto. Sí, debe ser agotador tener que responder las mismas preguntas una y otra vez, pero nadie piensa en las condiciones en las que los periodistas hacemos estas entrevistas: el tiempo limitado, los nervios, los cambios de última hora, el ritmo y volumen de trabajo, la lotería que es no saber si el entrevistado va a estar de buen humor o no, o las pocas facilidades que a veces se nos dan para ver el material a tiempo.

Fotograma de la tercera temporada de 'Barry' (cortesía de HBO Max)
Fotograma de la tercera temporada de 'Barry' (cortesía de HBO Max)

En el capítulo se parodia a estos periodistas que hacen preguntas superficiales y repetitivas, pero lo cierto es que en tan poco tiempo, no se puede hacer mucho más. Nosotros no comparamos notas, no ponemos nuestras cuestiones en común antes de los junkets, no vemos las entrevistas que nuestros compañeros hacen en el mismo día, así que es normal que, con solo 5 minutos (muchas veces incluso menos), todos queramos abordar puntos importantes que acaban repitiéndose. Claro que acepto la crítica y asumo que deberíamos, en general, esforzarnos más en hacer buenas preguntas y no usar siempre en los mismos comodines; pero al final, es difícil con un sistema de promoción que no está diseñado para profundizar o fomentar la originalidad, sino para generar cuanto más contenido posible. Eso sí, el dardo a los que preguntan por Marvel y el cine de superhéroes aunque no tenga absolutamente nada que ver con el proyecto que se está promocionando está totalmente justificado.

Aunque el periodista acabe siendo el objeto del chiste, la serie deja entrever que no es solo su responsabilidad que los actores se enfrenten a cientos de entrevistas calcadas en dos días, sino que es así como funciona el engranaje promocional, impersonal, acelerado y repetitivo. Barry da en la diana en su retrato de la profesión, en un ejercicio parecido al de Hacks, otra genial serie de HBO Max que habla de la fama y el mundo del espectáculo con precisión absoluta. Lo que hace tan especial a Barry es lo astutamente que mezcla ese contexto actoral con su trama criminal y el fascinante recorrido de su protagonista.

En su tercera temporada, Barry se adentra en terreno más dramático, con un tono cada vez más oscuro a medida que el protagonista se va enfrentando a las consecuencias de sus actos (cuidado, que tiene mimbres para seguir creciendo y afianzarse como serie obligatoria para todo seriéfilo). Pero todo sin olvidar la comedia, reservando algunos de los momentos más divertidos a esa sátira de Hollywood que tan bien se le da, que demuestra claramente que quien lo ha escrito y quien lo interpreta, lo ha experimentado en primera persona y ha sabido plasmarlo con puntería. Lo digo yo, que lo he vivido desde el otro lado y también puedo atestiguar que es realmente así.

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