Branson, el millonario que no le teme a la muerte: sus récords en globo, su viaje al espacio y el mensaje que nunca pudo mandar

Richard Branson sostiene la "Union Jack" en la isla artificial Reino Unido en Dubai, en 2009
Richard Branson sostiene la "Union Jack" en la isla artificial Reino Unido en Dubai, en 2009 - Créditos: @Chris Jackson

Al comienzo de esta nueva serie documental, Richard Branson, uno de los emprendedores más ricos de Inglaterra, intenta grabar un mensaje ante una cámara. Comienza, duda, no sabe cómo seguir, vuelve a empezar. Al tercer intento se emociona y tiene que parar. Como muchos disléxicos, Branson es muy eficaz para la comunicación verbal (algo que se demuestra en su afabilidad durante su entrevista con LA NACION) pero esta vez no encuentra las palabras. Es que, desde su isla privada en el Caribe, el millonario está intentando grabar un mensaje póstumo para su mujer y sus hijos, debido a que se dispone a viajar al espacio en su propio cohete experimental y el riesgo de morir en la travesía no es insignificante.

En la última década comenzó una nueva carrera espacial. A diferencia de la que tuvo lugar en los años 60, esta no se da entre estados nacionales sino multimillonarios. En vez de los Estados Unidos y la Unión Soviética compitiendo para demostrar su superioridad tecnológica y poner a un humano en la luna, Elon Musk, Jeff Bezos y Richard Branson crearon a toda prisa sendas compañías aeroespaciales no solo con el fin de reiniciar la conquista del sistema solar sino para ir ellos mismos al espacio. La iniciativa no deja de ser preocupante: ¿qué hace que tres personas que lo tienen absolutamente todo en este planeta tengan tanto apuro por abandonarlo?

El 11 de julio de 2021, Branson ganó la insólita carrera: se le adelantó por unos días a la compañía Blue Origin de Bezos y llegó hasta el límite de la atmósfera terrestre a bordo de un cohete diseñado por su empresa Virgin Galactic. Esta compañía fue creada con el fin “humanitario” de hacer que el turismo espacial no sea solo accesible a los superricos sino también a los ricos. Desde ya hace algún tiempo es posible tomarse unas breves vacaciones en el all-inclusive más caro del sistema solar: la Estación Espacial Internacional, a un costo de 55 millones de dólares. En cambio, por solo medio millón, Virgin Galactic ofrece pasajes para hacer el mismo vuelo de 90 minutos que llevó a Branson al espacio y disfrutar de la vista panorámica más espectacular de nuestro planeta. Ya vivimos en la era del turismo especial.

Branson subiendo al cohete que Virgin Galactic que lo llevaría al espacio
Branson subiendo al cohete que Virgin Galactic que lo llevaría al espacio

“Fue el mejor día de mi vida”, afirma el millonario vía Zoom desde una locación no revelada, seguramente tan exótica como la de un villano de James Bond. “Por suerte mis nietos también estaban allí. Una vez le dije a mi nieta de seis años que vivimos en una isla del Caribe porque soy un pirata. Antes del lanzamiento, se me acercó y me susurró al oído: “¿Sabés que vas a ser el primer pirata en el espacio, ¿verdad?’”.

A los 70 años, Branson fue una de las tres personas de más edad que abandonaron nuestro mundo y volvieron. Tal es, al momento del registro del documental, el último de muchos peligrosos desafíos encarados por el magnate, en los que más de una vez estuvo a punto de morir. Este documental trata sobre la vida de Branson, pero siempre en tensión con la posibilidad de su deceso.

El multimillonario, Richard Branson en la isla Necker después del huracán
Richard Branson en su mansión en el Caribe: la isla Necker fue arrasada por un huracán y su madre debió ser rescatada por Kate Winslet, casada con el sobrino del millonario - Créditos: @Instagram

En 1985, intentó batir el récord de cruce del océano Atlántico en un barco a motor, pero la embarcación fue destrozada por una ola gigante y tuvo que ser rescatado de las aguas por la Marina británica. En 1987, se dispuso a cruzar nuevamente el océano pero en un globo aerostático. Antes de intentarlo, debió aprender a saltar en paracaídas dado que tal es la única escapatoria ante una falla catastrófica en el aire. En el documental, puede verse el escalofriante registro de uno de sus primeros saltos en el que tira de la cuerda equivocada y ¡desprende de su cuerpo el paracaídas en plena caída libre! El entrenador que lo acompañaba pudo desplegar el paracaídas de emergencia y de este modo salvó su vida. Este increíble error lleva a preguntarse si Branson es un aventurero temerario dispuesto a arriesgarlo todo con tal de lograr sus objetivos o un adicto a la adrenalina con una descontrolada pulsión de muerte.

“Los valientes pueden no vivir para siempre, pero los cautelosos no viven para nada”, suele repetir el millonario. “Dejo que otros se preocupen por responder la pregunta de si prefieren vivir la vida al máximo o si les importa más la seguridad y su tiempo con sus seres queridos. Tengo el privilegio de participar en proyectos inusuales y así lo hago porque me da un gran placer. Cada vez que me subo a un globo me siento más seguro y a la vez siento que aprendo algo nuevo”.

En su primer viaje en globo, si bien logró su cometido de cruzar el Atlántico y quebrar el récord mundial de mayor distancia recorrida, también estuvo cerca de perder la vida cuando un accidente lo dejó sin piloto, totalmente solo en un globo que no sabía cómo volar, a merced de los vientos. Afortunadamente, otra vez pudo ser rescatado.

En 1989, Richard Branson se casó en su isla y llegó a la ceremonia saltando directamente desde su helicóptero.
En 1989, Richard Branson se casó en su isla y llegó a la ceremonia saltando directamente desde su helicóptero.

Estos episodios infortunados habrían hecho que cualquier otro diletante desistiera de tales actividades, sin embargo, el millonario solo persistió. En 1991, se dispuso a batir otro récord mundial en un cruce del Pacífico, nuevamente en globo. Esta vez, otro accidente lo dejó sin combustible. Branson y su piloto Per Lindstrand estaban destinados a estrellarse en algún lugar perdido del océano. Sin embargo, el experto navegante sueco logró elevar el globo hasta las corrientes de aire más rápidas, que los llevaron a tierra con los minutos contados. En ese tránsito, quebraron los récords mundiales de distancia y de velocidad dado que llegaron a viajar, solo impulsados por vientos de gran altura, a más de 400 kilómetros por hora.

Branson afirma que heredó su carácter de su madre quien, a pesar de que era un ama de casa casada con un abogado, siempre mantuvo un espíritu aventurero y emprendedor: “Mi madre hizo todo lo posible para que mis hermanos y yo nos valiéramos por nosotros mismos. Ella nos empujó a trabajar por nuestras metas. Fue el mejor ejemplo de cómo ser un emprendedor porque ella siempre lo fue. No tuvo mucho éxito, pero tenía un millón de ideas por minuto. Quería probar cosas nuevas y nunca se cerró a nada. Me dejó una carta que abrí cuando era mayor. La escribió mientras estaba sentada en una cabina telefónica haciendo llamados para iniciar su propio negocio. Fue un descubrimiento importante para mí, porque cuando tenía seis años, también intenté montar mi primer negocio desde una cabina telefónica”.

Richard Branson posa en su tienda de discos Virgin Mega Store en Londres, en 1979
Richard Branson posa en su tienda de discos Virgin Mega Store en Londres, en 1979 - Créditos: @Getty Images

Sir Richard tuvo su primer emprendimiento exitoso cuando aun era un adolescente. Abandonó la escuela secundaria para fundar una revista a la que paradójicamente llamó Student, que llegó a vender más de 100.000 ejemplares. Este tipo de insospechados contrasentidos lo acompañaría toda su vida. Tiempo después, creó la disquería y el sello discográfico Virgin Records, llamado así porque prácticamente ninguno de sus ejecutivos tenía experiencia alguna en lo que estaban haciendo. En ese momento, Branson afirmó sin ruborizarse que nunca escuchaba música. Sin embargo, tal cosa no le impidió firmar con el grupo que cambiaría el curso de la cultura popular inglesa en la década del 70, los Sex Pistols. Virgin se atrevió a editar el segundo y más provocativo simple de la banda, “God Save the Queen”, para la celebración del Silver Jubilee (o vigésimo quinto aniversario) del reinado de Isabel II. El sello EMI se había negado a publicar el tema cuyos versos (“Dios salve a la Reina, ella no es un ser humano, no hay futuro, en el sueño de Inglaterra”) son hoy la biblia de más de una generación. La tapa era un retrato de Isabel con una alfiler de gancho atravesándole la boca. A pesar de que la BBC había prohibido su difusión y de que ninguna cadena de disquerías osaba venderlo, encabezó los charts en su lanzamiento y fue uno de los singles más vendidos de 1977.

Puede que Branson no sepa demasiado de los rubros en los que invierte (algo que se confirma en esta serie cuando revela que tras ser maltratado por British Airways decidió crear su propia empresa de aeronavegación), sin embargo, parece tener una compresión natural (o, más bien, sobrenatural) de cómo se hace un negocio. Cuando empezó a ganar dinero se obsesionó con comprar una isla en el Caribe. Una agencia inmobiliaria le ofreció una propiedad que lo cautivó. Los dueños pedían 4 millones de dólares por el territorio. Branson contraofertó con una cifra ridícula: 120.000 dólares. Desde luego, las negociaciones terminaron rápido. Un año después, terminó comprando la isla por 180.000 dólares. En el documental, uno de sus allegados afirma que a pesar de sus modos joviales y amables, es un hombre de negocios despiadado. Branson disiente: “No creo ser despiadado, ni que tal cosa sirva de nada. Los mejores empresarios son aquellos que prestan atención a su gente y son capaces de negociar términos para que ambas partes queden satisfechas. Esa es la única forma en que podemos construir a largo plazo”.

Richard Branson ha sido honrado con una estrella en el Paseo de la Fama de Hollywood.
Richard Branson tiene su estrella en el Paseo de la Fama de Hollywood.

Sobre el final del documental aparece otra de las contradicciones que parecen definir a este personaje. A pesar de que es dueño de una empresa de aeronavegación, una de las actividades más contaminantes que existen, Branson se presenta como un filántropo y ecologista preocupado por el cambio climático y otros problemas globales: “He estado lidiando con temas de conservación de la naturaleza durante mucho tiempo. Estoy luchando para que 62 especies de tiburones martillo sean clasificadas como especies protegidas. Tengo acceso a los jefes de gobierno, así que pude hablar con Justin Trudeau, quien me apoyó en la campaña para detener la matanza de estos animales en Vietnam y China. En Uganda estoy tratando de despenalizar la ley que envía a los homosexuales a prisión y en Brasil, de salvar los bosques amazónicos. También estuve en Polonia para ver cómo podemos ayudar en la crisis de refugiados de Ucrania. Nosotros, los ricos, tenemos la obligación de utilizar nuestros recursos para ayudar en tales situaciones”, afirma a LA NACION.

Es difícil tomar tales declaraciones dignas de la agenda de un superhéroe de Marvel como mucho más que un recurso de marketing personal. Es un mérito del documental que nos deje ver a su sujeto también a través de sus defectos. El natural narcisismo de Branson no está disimulado y permite que dudemos de su interés en la humanidad y en salvar el planeta. Después de todo, en caso de que terminemos de destruirlo, es uno de los dos o tres humanos que tiene los recursos para escaparse a otro.

Branson, serie documental en cuatro episodios, está disponible en HBO Max.