Los británicos de color saben por qué Meghan Markle quiere desmarcarse de la familia real

ES EL RACISMO.

La prensa británica ha tenido éxito en su aparente proyecto de hacer que Meghan Markle, la duquesa de Sussex, se vaya del Reino Unido. Sin embargo, la parte que tal vez no contemplaban era que el príncipe Enrique —un muy querido miembro de la familia real y una parte clave de su marca global— se fuera con ella.

La duquesa de Sussex Meghan Markle rinde homenaje a una estudiante sudafricana violada y asesinada en Ciudad del Cabo, septiembre de 2019 en Sudáfrica
La duquesa de Sussex Meghan Markle rinde homenaje a una estudiante sudafricana violada y asesinada en Ciudad del Cabo, septiembre de 2019 en Sudáfrica

En una declaración que se hizo pública esta semana, la pareja manifestó que quería “crear un nuevo papel progresista” dentro de la familia real y “retirarse como miembros de ‘alto rango’, y trabajar para ser económicamente independientes”.

La prensa británica reaccionó con asombro ante “la impactante estrategia de migrar al extranjero ,” descrita de maneras diversas como “sísmica,” “egoísta,” “insolente” y “una espantosa falta de criterio”.

Si los medios prestaran mayor atención a las comunidades británicas de color, tal vez les parecería menos sorprendente el anuncio. Con un primer ministro cuyo historial incluye declaraciones abiertamente racistas, algunas de las cuales harían que incluso Donald Trump se sonrojara, un proyecto para el brexit vinculado a un nacionalismo nativista, un deseo de sacar del Reino Unido a grandes cantidades de inmigrantes y un sentimiento cada vez mayor de nostalgia imperial, muchos de nosotros también estamos pensando en irnos.

Desde el primer encabezado que decía que ella “(casi) había salido directo de Compton” y tenía unADN “exótico” , la manera racista en la que se ha tratado a Meghan ha sido imposible de ignorar. La princesa Miguel de Kent portóun broche abiertamente racista en presencia de la duquesa. Un conductor de BBC comparó al bebé recién nacido de la pareja con un chimpancé. Luego, vino la sugerencia absolutamente ridícula de que el consumo de aguacates de Meghan es la causa de asesinatos masivos , mientras que se interpretó que el libro de recetas que promocionó como parte de un acto de beneficencia de alguna manera estaba ayudando a terroristas .

A aquellos que afirman que los ataques frecuentes contra la princesa no tienen nada que ver con su raza les ha costado trabajo explicar estos intentos de vincularla con formas de delincuencia particularmente atribuidas a una raza —la actividad terrorista y pandilleril—, así como el hecho de que ella ha sido atacada con mayor virulencia por actos que fueron dignos de alabanza cuando otros miembros de la familia real los llevaron a cabo. Su decisión de ser editora invitada de la versión británica de la revista Vogue, por ejemplo, fue condenada de manera contundente por gran parte de los medios británicos, en un marcado contraste con las dos ocasiones en las que el príncipe Carlos fue editor invitado de la revista Country Life, la participación del príncipe Enrique en un programa de la BBC y la presencia de Kate Middleton en Huffington Post, por las que todos ellos fueron alabados discretamente en su momento.

El trato que se le ha dado a la duquesa confirma lo que muchos de nosotros siempre hemos sabido: sin importar cuán bella seas, con quién te cases, qué palacios habites ni qué iniciativas de beneficencia apoyes, cuán fiel seas, cuánto dinero acumules ni qué buenas obras lleves a cabo, en esta sociedad el racismo te seguirá a pesar de todo.

En la rígida sociedad británica de clases, todavía existe una profunda correlación entre el privilegio y la raza. A las relativamente pocas personas de color —y todavía más pocas si solo contamos a aquellas de ascendencia africana— que llegan a destacarse por su éxito y prosperidad en el Reino Unido se nos dice con frecuencia que deberíamos estar “agradecidos” o que nos vayamos si no nos gusta estar aquí.

El legado de la historia del imperio del Reino Unido —un constructo mundial basado en una doctrina de supremacía blanca—, su función pionera en el comercio de esclavos y las ideologías racistas que lo permitieron, así como sus políticas de reclutar gente del Caribe y África para trabajos mal pagados, para luego discriminarlos cuando buscan educación o vivienda, está con nosotros hoy en día: el escándalo en torno a la deportación injusta de británicos de color en años recientes continúa resonando.

La decisión de Meghan de formar parte de la familia que es el corazón simbólico de la clase dirigente responsable de esta historia problemática dejó perplejos a muchos británicos de color, ya que nos preguntábamos si valoraba por completo la institución a la que había ingresado.

Tanto ella como Enrique parecen haberse hecho una idea bastante clara de su realidad. Por ello no sorprende que la pareja quiera irse y —como parece sugerir la declaración en clave de que quieren criar a su hijo Archie “con el espacio para concentrarse en lo que viene”— protegerlo de la hiel a la que han estado expuestos.

La prensa británica, que no ha dejado de atacar a la pareja, ahora reacciona con asombro ante esta decisión, pero las pistas han estado ahí desde hace algún tiempo para quienes han estado dispuestos a verlas.

Estuvo la decisión de no darle a Archie un título nobiliario desde el nacimiento, algo que se espera que suceda entre los hijos de la realeza de su categoría, pero que Meghan y Enrique parecen haber elegido evitar. Luego estuvieron los rumores de la primavera pasada de que quizá se mudarían a un país en el sur de África.

En meses recientes, la pareja ha comenzado a saltarse los canales reales oficiales para comunicarse directamente con la prensa, en particular cuando la duquesa dijo en un documental televisivo que le había parecido “difícil” adaptarse a la vida de la realeza y Enrique reveló que la trágica experiencia de la muerte de su madre, la princesa Diana, lo había hecho querer “proteger” a su esposa y su familia.

Todas estas fueron señales de que la pareja no se regiría por el protocolo de la realeza, al grado de que el anuncio de su decisión de retirarse como miembros reales de alto rango parece haber tomado por sorpresa hasta al palacio de Buckingham .

A mí no me sorprende en absoluto. Esta fue la sombra amarga de su soleada boda en mayo de 2018. Cuántos de nosotros sospechamos —esperando, aunque con ciertas dudas, estar equivocados— que lo que realmente iniciaría a Meghan en su nuevo papel como británica de ascendencia africana sería su experiencia con el racismo británico. E irónicamente, al tomar el toro por los cuernos, el acto de Enrique y Meghan de irse —en un claro rechazo al racismo de la clase dirigente británica— quizá sea el acto más significativo de liderazgo real que haya visto.

This article originally appeared in The New York Times.

© 2020 The New York Times Company