La temprana sexualización de Brooke Shields en 'El lago azul'
Por Alberto Cano.- Tal vez hoy en día esté alejada de ser una gran estrella de Hollywood, pero Brooke Shields fue uno de los iconos más admirados de los 80 gracias a su papel como la joven Emmeline Lestrange en El lago azul, un clásico que acaba de aterrizar al catálogo de Netflix. Aquella película dirigida en 1980 por Randal Kleiser, director de Grease, no dudó en explotar la relación sexual entre esos dos jóvenes náufragos que debían sobrevivir en una isla desierta, una producción cargada de contenido muy subido de tono que convirtió a Shields en un mito erótico de la época cuando apenas tenía 15 años.
Pero tan temprana sexualización acabó creando un estigma en su carrera, limitándola a papeles que trataban de explotar su físico y que se tradujeron en su expulsión del star-system una vez dejó atrás su adolescencia. Pero aunque fue El lago azul la que película que la puso en el foco mediático, esta sexualización viene de mucho más atrás. Por increíble que parezca, desde que tan solo era una niña.
Con tan solo 15 meses, su madre, Teri Shields, hizo que posara como modelo para un anuncio de la marca de jabones Ivory Soap, como bien admitió la actriz en una entrevista en 2008 en el programa Inside the Actors Studio de la cadena estadounidense Bravo. Desde este punto, Shields continuó trabajando como modelo infantil bajo la estricta gestión de su matriarca, llegando a fichar por reconocidas agentes de representación como Eileen Ford, aunque más tarde sería su propia figura materna quien la representaría bajo la creación de la agencia Brooke Shields and Co. Incorporated.
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Desde luego, Teri Shields vio en su hija una gran oportunidad de negocio y lo habría explotado hasta sobrepasar todos los límites posibles. En 1975, cuando Brooke Shields solo tenía 10 años, permitió que posara desnuda en la bañera para el fotógrafo Gary Gross para Sugar and Spice, un suplemento de la revista Playboy con imágenes eróticas de mayor aspiración artística. Fueron dos las fotografías de la joven que acabaron en dicha publicación, una de ellas a doble página. Y claro, hablamos de una chica de 10 años sin capacidad para entender el significado de esas imágenes y las consecuencias que traerían consigo para el resto de su vida.
Y es que su imagen sexualizada hizo que en sus comienzos en el cine empezara a interpretar papeles controvertidos. Antes de su éxito con El lago azul, se la pudo ver en 1978 en La pequeña, película dirigida por Louis Malle que no estuvo exenta de polémica. Shields, que en el aquel momento solo tenía 13 años, interpretaba el papel de una niña que vivía en un prostíbulo, un rol que le supuso mostrar parte de su cuerpo desnudo en pantalla. Esto hizo que la industria se fijara en ella para protagonizar El lago azul dos años más tarde, un éxito que terminó por consolidarla como icono erótico de Hollywood.
Desde este punto, la carrera de Shields se vio potenciada y le llovieron papeles en películas de alta carga erótica. Posó para portadas de prestigiosas revistas como Vogue o se la pudo ver protagonizando cintas con sobredosis de escenas de sexo como Endless Love u Oro mojado. Pero aún seguía ligada al yugo de su madre. Y de hecho, aprovechando el imparable éxito de su hija, esta demandó al fotógrafo Gary Gross exigiéndole 1 millón de dólares por las imágenes que sacó para Playboy, cuyos derechos le fueron cedidos por la propia figura materna de Brooke Shields.
La demanda fue desestimada por la Corte Suprema de Nueva York, aunque en vez de apelar a una cuestión de derechos, los tribunales se basaron en su consideración de que las fotografías no eran ni eróticas ni pornográficas, y, por lo tanto, no perjudiciales para la imagen de una joven como Brooke Shields. El juez Edward Greenfield, encargado de llevar el caso, criticó duramente a Teri Shields, acusándola de estar viviendo a través de la explotación sexual de su hija mientras trataba de dar una imagen de protectora maternal.
Y es que Shields, como bien contó en sus memorias There was a Little Girl publicadas en 2014, no se libró del yugo de su madre hasta su matrimonio con el tenista Andre Agassi, con quien se casó en 1997. En dicha publicación, que llegó dos años después de la muerte de Terri Shields por alzhéimer en 2012, la actriz también matiza lo difícil que fue su infancia por los problemas con el alcohol que arrastraba su figura materna.
Cuenta cómo al llegar a casa tenía que lidiar con encontrarse a su madre borracha, con ver botellas de alcohol escondidas, con tener que ir a buscarla al bar o incluso con el miedo de poder encontrársela muerta. También habla de cómo esta fue quien gestionó sus relaciones amorosas en su época dorada en Hollywood, como fue el caso de George Mitchell, Michael Jackson o John Travolta, aunque admite que no perdió su virginidad hasta entrada en la edad adulta, cuando tenía 22 años. A pesar de todo, nunca perdió su amor hacia Terri Shields, a quien estuvo cuidando hasta su muerte.
Aunque la industria la dejó de lado una vez entrada en su madurez, Brooke Shields nunca ha parado de trabajar. Desde los 90, tras no encontrar hueco en las grandes producciones de Hollywood, pudo seguir actuando en televisión y teatro, en donde destacó por pequeñas apariciones en series como Friends, donde interpretó a una acosadora del personaje de Joey, o por obras como Grease o Cabaret. En cine también se la ha seguido viendo con frecuencia, aunque en producciones de bajo presupuesto, serie B o comedias sin demasiada repercusión. Algunos de sus últimos papeles han sido en las series Jane the Virgin o Flower Power Mystery.
En su vida personal tampoco le va nada mal. Pese a divorciarse del tenista Andre Agassi en 1999, lleva casada desde 2001 con el guionista y productor Chris Henchy, conocido por sus trabajos en películas como El mundo de los perdidos o Hansel y Gretel: Cazadores de brujas. Ambos viven en Nueva York y tienen dos hijas. Y tal y como Shields deja entrever en sus redes sociales, parece que llevan una apacible y feliz vida.