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Caos y desesperación en el mar: “A veces siento que no sobreviviré”

The container ship Gjertrud Maersk, anchored off the coast of Virginia Beach Monday June 29, 2020. The ship was anchored as it waited for a pilot to take it into port. (AP Photo/Steve Helber)
El buque portacontenedores Gjertrud Maersk, anclado frente a la costa de Virginia Beach, el lunes 29 de junio de 2020. Foto Steve Helber/AP.

Angustiados, desesperados… así se encuentran varios miles de tripulantes de barcos mercantes que permanecen fondeados en altamar y sin posibilidad de tocar ningún puerto en medio de la actual pandemia de coronavirus.

Unas 300.000 personas, trabajadores todos dentro de barcos de transporte de mercancías, llevan varios meses atrapadas y rodeadas de agua mientras ningún puerto se decide a admitirlos.

De acuerdo con un reporte de Business Insider, no pocos de ellos han transmitido a sus familiares, a los responsables de su gestión y a la prensa de la gravedad de su situación.

Muchos llevan incluso más de un año a bordo, en condiciones de vida que no son las más idóneas, en un escenario que acrecienta su angustia y su desespero.

De hecho, un informe publicado en junio por la Federación Internacional de Trabajadores del Transporte (ITF), un grupo de sindicatos cuyos miembros representan alrededor del 30% de la fuerza laboral mundial de la navegación, se habría referido incluso a una “bomba de tiempo” por la presencia de pensamientos suicidas entre los afectados.

A medida que los países cerraban sus fronteras por la aparición de casos de COVID-19, se priorizó la repatriación de viajeros y tripulación en los cruceros -aunque esto tomó meses- mientras miles de marinos, responsables de la transportación del 90% de los bienes que se consumen en el planeta, se vieron obligados a permanecer a bordo mucho más allá del tiempo estipulado en sus contratos, que generalmente es de cuatro a seis meses.

Ahora, a pesar de que varias naciones han reabierto sus fronteras marítimas, las empresas navieras están luchando para buscar nuevas tripulaciones de reemplazo, lo que significa que los que están deben permanecer a bordo mientras tanto.

Pero la situación representaría una violación del Convenio Internacional del Trabajo Marítimo (MLC), según lo estima la ITF, que precisa que no se puede obligar a los marinos a trabajar por más de once meses.

La silueta de un barco carguero cerca de Filipinas. Foto: REUTERS/Romeo Ranoco
La silueta de un barco carguero cerca de Filipinas. Foto: REUTERS/Romeo Ranoco

A fin de aliviar los obstáculos burocráticos para propiciar que estos trabajadores regresen a sus casas, en junio pasado más de una docena de países los reconocieron como trabajadores esenciales. Sin embargo, el 16 de julio la ITF dijo en un comunicado que muchos gobiernos todavía no estaban haciendo “lo suficiente”.

A Business Insider le fue imposible recabar información directamente con los afectados, pues todos temen a las represalias de parte de sus empleadores.

Sin embargo, tanto la ITF, como The Mission to Seafarers, una organización benéfica cristiana, sí están en contacto directo con ellos y han redactado informes a partir de sus experiencias.

En la práctica no se tiene una real conciencia de la importancia del trabajo de estos hombres. El alcance de su labor va desde la transportación de toneladas de petróleo o de alimentos básicos que son exportados de un país a otro, hasta los productos que compramos a través de Amazon y los suministros médicos para los hospitales.

Nada de eso se ha detenido a pesar de la pandemia, y eso se lo debemos a ellos.

Sin embargo, el costo humano de esta gestión es inmenso, algo que la ITF describe en su informe como una “crisis humanitaria”.

“A veces siento que no sobreviviré”

Al habla con 867 marinos a fines de mayo pasado, la ITF constató que el 70% de ellos se habían visto obligados a extender sus contratos, mientras que alrededor del 5% de ellos aseguró que no se les pagaba.

No fueron pocos lo que se refirieron a sus problemas de salud mental, admitieron extrañar mucho a sus familias y compararon su situación con el encarcelamiento o la esclavitud.

“¿Cerrarías las puertas de una fábrica, por ejemplo, para aislar a los trabajadores del COVID-19?”—se preguntó un marino sueco que llevaba entonces cuatro meses rodeado de agua—. “A menos que seas un dictador despiadado, lo más probable es que ni siquiera lo consideres”.

Un hombre y una mujer conducen una moto de agua frente a un buque de carga en la ciudad costera del sur de Limassol, Chipre, el miércoles 29 de julio de 2020. (AP Photo / Petros Karadjias)
Un hombre y una mujer conducen una moto de agua frente a un buque de carga en la ciudad costera del sur de Limassol, Chipre, el miércoles 29 de julio de 2020. (AP Photo / Petros Karadjias)

Otro de los problemas reside en la ausencia de acceso a la atención médica. A un capitán de Emma Maersk no le quedó más remedio que tratar artritis y extraerles muelas a dos de los miembros de su tripulación.

Otros dos marinos lamentaron no haber podido despedirse de familiares que habían muerto en sus respectivos países.

Por su parte, un portavoz de Maersk defendió que, en casos graves, los marineros son debidamente trasladados a un lugar seguro y que los capitanes tienen capacitación médica básica.

“Las palabras no son suficientes para explicar las dificultades que he enfrentado”, confesó un marino indonesio tras nueve meses en el mar. “A veces siento que no sobreviviré este momento”.

“Creo que me suicidaré por el estrés de este largo contrato” —dijo otro, egipcio y trabajando durante doce meses—. Siento que la vida no tiene sentido”.

El efecto de las medidas de distanciamiento

Para colmo, en los buques de carga también se han aplicado medidas de distanciamiento social, se ha arreciado el control de la higiene y hasta se han reducido las tripulaciones, lo que ha provocado que la vida cotidiana se haga mucho más incómoda a bordo, según la encuesta de felicidad Q2 de Mission to Seafarers.

“Los informes de medidas de seguridad adicionales, como separar las mesas y limitar la capacidad de los comedores a la hora de las comidas, han dificultado incluso las interacciones sociales más habituales”, declaró Louise Hall, directora de prevención de pérdidas en el Shipowners 'Club, una agencia de seguro marítimo.

“Estamos empezando a pelear por pequeñas cosas y por razones estúpidas”, reconoció un marino indio que llevaba en el mar más de 12 meses.

“Estamos extremadamente agotados y ya no nos importa nada en el barco. Simplemente nos movemos todos los días como robots”, reconoció otro marinero indio que lleva a bordo más de un año.

“Ustedes están esperando que explote una bomba de relojería. No obtendrán su carga y tendrán un gran desastre ambiental”, insistió.

Según este hombre, de seguir así, “pronto veremos la anarquía en el mar”.

A pesar de que muchos países están reabriendo sus fronteras, todavía hay barreras para llevar a los marineros a casa y conseguir que sean reemplazados por otros nuevos trabajadores.

De hecho, se calcula que en tierra y sin opciones de embarcarse hay otros 300,000 marinos que continúan desempleados.

El pasado 9 de julio, varios gobiernos se comprometieron a acelerar el proceso de cambios de tripulación.

Pero, más de tres semanas después, todavía “no están haciendo lo que se necesita y algunos gobiernos incluso han retrocedido”, según Dave Heindel, presidente de la sección de marinos de la ITF.

“¿A quién van a llamar cuando necesiten que les entreguen sus mercancías comerciales?”, se preguntó un marino sudafricano. “Quienes serán los nuevos marineros?”

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