Carlos Morel, el pionero que fue algo más que un pintor costumbrista

Carlos Morel, algo más que un pintor costumbrista. Morel tomó episodios de la vida cotidiana en las pulperías de los suburbios de la ciudad, donde los paisanos pasaban un momento de sparcimiento.
Carlos Morel, algo más que un pintor costumbrista. Morel tomó episodios de la vida cotidiana en las pulperías de los suburbios de la ciudad, donde los paisanos pasaban un momento de sparcimiento.

Hace medio siglo, la Sociedad Rural Argentina organizó una exposición sobre las tareas rurales en la iconografía argentina, curada por un experto como Aníbal Aguirre Saravia. Lamentablemente son cosas que no se han repetido en las últimas décadas, perdiéndose así una valiosa tradición que quedó reflejada en óleos, acuarelas y grabados, tanto de artistas argentinos como extranjeros.

Uno de los más representativos entre los primeros es Carlos Morel, porteño, nacido en 1813, al decir de Alejo González Garaño con motivo de la exposición que realizó en 1933 en Amigos del Arte, es el “primer hijo del país que realizara una labor de arte sobresaliente en nuestra patria, en aquellas primeras épocas en las que el medio tornaba dificultosa toda alta manifestación de cultura”.

Un agrónomo capturó imágenes satelitales que reflejan una dramática situación en las lagunas del sur santafecino

En alguna oportunidad Morel tomó episodios de la vida cotidiana en las pulperías de los suburbios de la ciudad, donde los paisanos pasaban un momento de esparcimiento, como es el caso de la “Payada en una pulpería” que integró la colección de don Antonio Santamarina y que para algunos críticos por el predominio del rojo y del ocre parece haber sido influenciado por la escuela holandesa. En esta obra en encontramos catorce personajes; aparecen los dos payadores, soldados federales, un paisano rico con su espléndido tirador de plata, una mujer vendedora de empanadas que lleva el canasto sobre la cabeza y contempla la escena y hasta un muchacho que a falta de lugar se ha subido al mostrador y apoyado en un tirante, mientras que el pulpero con tiradores rojos sirve la bebida.

Una de sus mejores realizaciones también resulta el óleo “Mercado de Carretas en la Plaza de Monserrat” de 130 x 0.90 cm.. En esa treintena de personajes donde varios de ellos descansan tomando mate, mientras otros bajan la mercadería de una carreta (barriles, cueros, plumas) que un individuo con aspecto citadino anota con escrupulosidad; otro, que desde la carreta le ofrece una guitarra a otro para entretener al grupo donde no faltan unas mujeres guarecidas debajo de uno los vehículos. Sin duda es un formidable documento costumbrista. Tal fue el interés que despertó esta obra que el coronel Carlos de Lezica el mismo año en que fue ejecutada (1844) la mandó a litografiar en una lámina de gran tamaño en la Litografía de las Artes.

Otras obras de su producción es una serie de litografías entre ellas El Tambo y El Lazo, estas dos se encuentra una sobre orden en el orden indicado y van firmadas abajo y a la izquierda con sus iniciales C.M. En el ángulo superior derecho el artista compuso dos pequeñas escenas, en ellas una vaca extraviada es acosada por los perros; unos peones que enlazan a un novillo, escena propia suburbana sin duda de algún matadero y el vacuno volteado por el caballo.

No faltan entre sus litografías escenas con las consabidas carretas, un rancho de campo, un tambo en las orillas de la ciudad, peones y troperos, o los indios pampas, y el cacique con su mujer.

La producción de Morel termina hacia 1845, más de las últimas cuatro últimas décadas las pasó con su razón en parte trastornada, sin pintar, o haciéndolo y destruyendo sus obras en compañía de su hermana Indalecia, casada con Julián Dupuy en cuya casa de Quilmes falleció el 10 de setiembre de 1894.

Su nombre quedó en el olvido por muchos años, hasta que en 1919 la “Sociedad de Acuarelistas, Pastelistas y Aguafuertistas” realizó una muestra retrospectiva de un conjunto de 17 litografías originales, organizada por ese gran estudioso que fue Alejo González Garaño. Allí Morel llamó la atención como un precursor del arte argentino, y como bien se dijo estaba “armado de condiciones naturales que, sumadas a su alma de un hondo sentir, hubieran producido, al llegar a la madurez, con la conciencia y experiencia dadas por los años, una obra de verdadero mérito, si la enfermedad implacable no hubiese alterado tan altas facultades”.

Al recordarlo en este espacio volvemos como hace 50 años en aquella muestra a honrar al artista a la vez que a recordar sus trabajos.