‘Construyeron todo esto encima de nuestro camposanto’”: un cementerio bajo el Álamo provoca una disputa en Texas

Visitantes en los jardines del Álamo en San Antonio, el 19 de noviembre de 2021. (Matthew Busch/The New York Times).
Visitantes en los jardines del Álamo en San Antonio, el 19 de noviembre de 2021. (Matthew Busch/The New York Times).

SAN ANTONIO — Raymond Hernández era niño cuando su abuelo lo llevaba de paseo al Álamo y señalaba los terrenos que rodean la misión española fundada en el siglo XVIII.

“Me decía una y otra vez: ‘Construyeron todo esto encima de nuestro camposanto’”, narró Hernández, de 73 años, utilizando el término que significa cementerio. Hernández, miembro de edad avanzada de la nación coahuilteca Tāp Pīlam de San Antonio, añadió: “Todos los turistas que acuden al Álamo están parados sobre los huesos de nuestros antepasados”.

En un día ajetreado, miles de visitantes exploran El Álamo, lugar donde se libró una batalla fundamental de 1836 en la Revolución de Texas, en la que los colonos estadounidenses lucharon para separarse de México y forjar una república que se convertiría en parte de Estados Unidos.

Batalla

No obstante, mucho antes de que el Álamo acuartelara a los secesionistas, los misioneros españoles utilizaron el lugar, conocido como la Misión de San Antonio de Valero, para difundir el cristianismo entre los indígenas estadounidenses. Personas de diferentes tribus construyeron El Álamo con sus propias manos, y los misioneros enterraron a muchos de los conversos, así como a colonizadores de México y España, alrededor de la misión o justo debajo de ella.

Ahora se está gestando una nueva batalla por el Álamo, ya que los indígenas estadounidenses y los descendientes de algunas de las familias fundadoras de San Antonio buscan protección para los restos humanos, mientras que las autoridades de Texas siguen adelante con un polémico plan de renovación de 400 millones de dólares para el lugar.

La disputa se produce en un momento en el que los dirigentes políticos de Texas intentan reforzar las antiguas representaciones de la historia del estado, restringir la manera en que los profesores abordan el papel de la esclavitud en la Revolución de Texas y señalar cientos de libros para su posible retiro de las escuelas. Mientras los críticos acusan a los líderes de extralimitarse en términos políticos, la disputa sobre los cementerios ha hecho que se cuestione si el enfoque limitado a la batalla de 1836 en El Álamo se produce a expensas de la historia de los indígenas estadounidenses del lugar.

Ramón Vásquez, dirigente de la nación Tāp Pīlam, criticó a los funcionarios estatales que se han resistido a las peticiones de que El Álamo y sus alrededores sean designados como un cementerio de importancia histórica.

Raymond Hernández, miembro mayor de los Tāp Pīlam y agente de policía retirado, en San Antonio, el 18 de noviembre de 2021. (Matthew Busch/The New York Times).
(Matthew Busch/The New York Times).

Comparó la disputa con los debates sobre la protección de importantes lugares de enterramiento en todo Estados Unidos, como los que se dieron en torno al descubrimiento en 2018, en Sugar Land, Texas, de los restos de 95 afroestadounidenses obligados a trabajar en plantaciones después de la emancipación.

Que se cuente la historia

“No estamos en contra de que se cuente la historia de 1836”, afirmó Vásquez, cuyo equipo presentó una demanda en 2019 con el objetivo de tener voz y voto en el tratamiento de los restos encontrados en El Álamo. “Lo único que pedimos es que se cuente toda la historia del sitio. Tenemos una oportunidad, que no se presenta muy a menudo, de corregir el rumbo”.

En los documentos judiciales presentados este año, los abogados de la Oficina General de Administración de Tierras de Texas, que custodia el sitio, y el Alamo Trust, la organización sin fines de lucro que supervisa el plan de desarrollo, dijeron que las reclamaciones de linaje ancestral de los Tāp Pīlam no les dan un “derecho protegido por la constitución” de opinar sobre cómo se deben tratar los restos humanos encontrados en el Álamo.

Los abogados argumentaron que, si se les concediera esa función a los Tāp Pīlam, la decisión podría sentar un precedente para otras personas que pudieran remontar su linaje a alguien que vivió o murió en El Álamo.

Los tribunales les han concedido victorias a los administradores oficiales del Álamo, las cuales han disputado los Tāp Pīlam al tiempo que han aumentado la presión sobre las autoridades en protestas públicas y procedimientos de mediación privados.

Mediación

Su estrategia ha estado a punto de dar resultados, aunque la resolución sigue siendo difícil.

Dos personas implicadas en los procesos de mediación, que solicitaron permanecer en el anonimato por no estar autorizadas para hablar en público sobre las conversaciones, señalaron esta semana que los funcionarios del estado de Texas se estaban preparando para ceder a varias demandas de los Tāp Pīlam. Entre ellas, sus peticiones de recuperar el acceso a la capilla del Álamo para celebrar ceremonias religiosas, mejorar la capacitación del personal del Álamo y participar en las conversaciones sobre el tratamiento de los restos humanos encontrados en el Álamo.

Las partes incluso llegaron a un acuerdo provisional, según los documentos judiciales presentados esta semana, aunque el acuerdo tendría que ser aprobado por el Ayuntamiento de San Antonio y otras partes para entrar en vigor; sin embargo, en un comunicado el martes, la oficina de administración de tierras dijo que seguiría luchando contra los Tāp Pīlam en los tribunales.

“En la actualidad, planeamos alejarnos del acuerdo propuesto”, dijo Stephen Chang, portavoz de la oficina. “La conciliación propuesta (que no se concretó) pretendía poner fin a estas demandas frívolas”.

Mientras se desarrolla esta batalla legal, el plan de renovación de 400 millones de dólares, que incluye la construcción de un museo y un centro de visitantes de 9000 metros cuadrados, avanza bajo un manto de críticas.

Otros han argumentado que el Álamo debería seguir centrándose en la batalla de 1836, que convirtió en héroes populares a hombres como Davy Crockett, un antiguo legislador de Tennessee que murió en el enfrentamiento. Brandon Burkhart, presidente de This Is Texas Freedom Force, cuyos miembros se han presentado abiertamente armados alrededor del Álamo para protestar contra los cambios en el lugar, dijo que se oponía a los esfuerzos para colocar a los indígenas estadounidenses en el centro de la historia del Álamo.

“No quieren enaltecer a los defensores del Álamo que lucharon durante trece días y fallecieron allí”, dijo Burkhart, exoficial de recuperación de fugitivos. “Pues tengo noticias para ellos: la gente viene de todo el mundo para saber sobre esa batalla, no sobre los indígenas estadounidenses que ya estaban ahí desde antes”.

George P. Bush, el comisionado de tierras de Texas, parece decidido a disipar esas preocupaciones. “El plan para restaurar y preservar El Álamo se centra en la batalla de 1836 y en los defensores que dieron su vida por su independencia”, comentó Bush en un comunicado.

Las tensiones recientes han dado a conocer las fases cruciales de la historia indígena del estado. Texas era el hogar de cientos de tribus, como los anadarko y los karankawa, cuando llegaron los misioneros españoles en el siglo XVIII a lo que hoy es San Antonio.

Después de que Texas se separó de México en 1836, Mirabeau Lamar, quien presidió la república independiente en 1838, revirtió la política de apaciguamiento hacia los indígenas estadounidenses promulgada por su predecesor, Sam Houston.

En lugar de eso, Lamar optó por lo que llamó de manera explícita una “guerra de exterminio” contra las tribus de Texas. Como resultado de esta limpieza étnica, algunos pueblos nativos fueron aniquilados por completo; otros finalmente fueron obligados a reubicarse en el territorio indio, en lo que ahora es, en gran medida, Oklahoma.

Tres tribus

“Hubo un programa de genocidio sancionado por el Estado durante el periodo de la República de Texas”, aseveró Raúl Ramos, historiador de la Universidad de Houston que ha escrito muchos textos sobre El Álamo. En la actualidad, Texas solo alberga tres tribus reconocidas por el gobierno federal: los Alabama-Coushatta, los Tigua y los Kickapoo.

Los arqueólogos habían descubierto en 2019 los restos de tres cuerpos en una excavación en El Álamo, pero en lugar de consultar a los Tāp Pīlam sobre cómo proceder, el Alamo Trust se apoyó de cinco tribus reconocidas a nivel federal, ninguna de las cuales tiene su sede en Texas. (La apache Lipan, una tribu reconocida por el estado de Texas, se ha apuntado como aliada de los Tāp Pīlam en el litigio).

La Ley de Protección y Repatriación de Tumbas de Nativos Americanos, conocida comúnmente como NAGPRA (por su sigla en inglés) y promulgada en 1990, pretendía proporcionar un control más cuidadoso sobre el retiro de los restos humanos de indígenas estadounidenses, pero los Tāp Pīlam, que utilizan los registros de nacimiento y defunción de la misión para demostrar su ascendencia genealógica de los indios del Álamo desde principios del siglo XVIII, están furiosos porque los administradores del Álamo los hicieron a un lado.

A medida que el conflicto se prolonga, más personas examinan los registros funerarios del Álamo y encuentran vínculos ancestrales.

Lisa Santos, presidenta de 1718 Founding Families and Descendants, un grupo de descendientes de los fundadores de San Antonio, dijo que se quedó atónita al descubrir que también tenía antepasados enterrados en el cementerio del Álamo.

Se cree que sus antepasados, Bicente Guerra, quien murió en 1725, y su viuda, Maria Sepeda, quien murió menos de un año después, están enterrados cerca de un edificio federal frente al Álamo.

“No sé cómo enfrentarme al gobierno cuando siguen negando que haya un cementerio donde yacen nuestros antepasados”, dijo Santos. “A veces me quedo mirando al cielo y me pregunto: ‘¿Qué les impide decir la verdad?’”.

© 2021 The New York Times Company

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