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El cerebro de los adolescentes envejeció más de lo normal por el estrés de la pandemia: qué riesgos conlleva

El estudio fue publicado el jueves pasado en la revista científica Biological Psyquiatry
El estudio fue publicado el jueves pasado en la revista científica Biological Psyquiatry - Créditos: @Unsplash

WASHINTON.— El estrés causado por la cuarentena y el confinamiento pandémico envejeció al menos tres años el cerebro de los adolescentes, con los mismos cambios que suelen observarse en chicos que enfrentan estrés y adversidad crónicas, según los hallazgos de un nuevo estudio publicado el jueves pasado en la revista científica Biological Psyquiatry.

El estudio es el primero que compara las imágenes de la estructura física del cerebro de los adolescentes tomadas antes y después del inicio de la pandemia, y allí encontraron y documentaron diferencias significativas, dice Ian Gotlib, autor principal del estudio y profesor de psicología de la Universidad de Stanford.

Los investigadores ya sabían que los niveles de depresión, ansiedad y temor en los adolescentes eran más altos que antes de la pandemia, “pero nada sabíamos de sus efectos en el cerebro”, dice Gotlib, quien también dirige el laboratorio de Neurodesarrollo, Afecto y Psicopatología de la Universidad de Stanford. “Suponíamos que los efectos podían ser similares a los que produce la adversidad temprana, pero nunca imaginamos que serían tan fuertes.”

Comparando las imágenes de resonancia magnética de un grupo de 128 chicos y chicas, tomadas antes y al final del primer año de la pandemia, los investigadores encontraron un crecimiento del hipocampo y de la amígdala, regiones del cerebro que se ocupan, respectivamente, del control de acceso a la memoria y del ayudar a regular las emociones, como el temor y el estrés.

También descubrieron un adelgazamiento del tejido del córtex cerebral, vinculada a las funciones ejecutivas, que son las habilidades cognitivas dirigidas al logro de un objetivo. Esos cambios son normales durante el desarrollo adolescente, pero la pandemia parece haber acelerado vertiginosamente ese proceso, señala Gotlib.

El envejecimiento prematuro del cerebro de los niños es un proceso negativo. Antes de la pandemia, era un fenómeno que se observaba en niños con casos crónicos de estrés, trauma, abuso y abandono. Esas experiencias adversas en la infancia no solo hacen que la persona sea más vulnerable a la depresión, la ansiedad, las adicciones y otros enfermedades mentales, y pueden aumentar el riesgo de cáncer, diabetes, enfermedades cardíacos y otros problemas de largo plazo.

Las imágenes prepandémicas del cerebro de los adolescentes fueron tomadas de un estudio longitudinal que el equipo de Gotlib puso en marcha hace ocho años, con el objetivo inicial de entender mejor las diferencias de género en los índices de depresión adolescente. En ese momento los investigadores reclutaron a 220 niños y niñas de 9 a 13 años, con un plan para realizarles una resonancia magnética del cerebro cada dos años. Justo cuando estaban recolectando la tercera tanda de imágenes, la pandemia obligó al cierre de todas las investigaciones presenciales en la universidad, impidiendo que los científicos realizaran nuevas resonancias desde marzo de 2020 hasta fines del año pasado.

Cerebro y salud mental

Mientras debatían cómo dar cuenta de esa disrupción en el marco de su investigaciones, los científicos vieron la oportunidad de analizar un tema totalmente diferente: cómo había afectado la pandemia en sí misma en la estructura física del cerebro de esos chicos y en su salud mental. Compararon pares de chicos del mismo género y edad, y con ellos crearon subgrupos de la misma extracción sociocultural y exposición al estrés infantil. “Eso nos permitió comparar a adolescentes de 16 años antes de la pandemia con otros chicos distintos de 16 años evaluados después de la pandemia”, explica Gotlib.

Para determinar la edad cerebral promedio de las muestras, con las imágenes de resonancia los investigadores alimentaron un algoritmo de aprendizaje automático de predicción de edad cerebral desarrollado por el grupo ENIGMA-Brain Age, en colaboración con un grupo de científicos que aportaron su propio acervo de imágenes y datos. También evaluaron los síntomas de salud mental reportados por los pares de adolescentes. Y encontraron síntomas más graves de ansiedad, depresión e internalización de los problemas en el grupo que había vivido la pandemia.

“Mi conclusión es que hay serios problemas de salud mental relacionados con los chicos y la pandemia”, dice Gotlib. “La cuarentena terminó, pero las secuelas quedan.”

Investigaciones anteriores habían demostrado un drástico aumento de los niveles de ansiedad, depresión, pensamientos suicidas y otros trastornes en los adolescentes desde el inicio de la pandemia.

Pero el nuevo estudio tiene cruciales implicancias para otros estudios longitudinales de análisis de imágenes del cerebro adolescentes, señala Jason Chein, profesor de psicología y neurociencia y director del Centro de Investigación de Imágenes Cerebrales de la Universidad Temple. “Y las implicancias son tanto metodológicas como potencialmente sociales”, resalta Chein.

De todos modos, Chein advierte que los resultados de los estudios longitudinales del desarrollo que abarcan la pandemia podrían estar sesgados por el impacto psicosocial, así que no conviene sacar conclusiones de amplio alcance sobre el desarrollo. Y en cuanto a la sociedad, la implicancia es que los adolescentes y jóvenes adultos podrían necesitar apoyo psicológico a largo plazo y otro tipo de ayuda, porque su generación tal vez no haga los avances esperables para su edad cronológica.

Chein también se niega a hacer interpretaciones generales en base a los cambios observados por los investigadores. “Son muy interesantes los cambios que observaron, pero me niego a saltar a la conclusión de que esos cambios son una señal de ‘maduración’ del cerebro de los chicos”, dice el investigador, y agrega que las regiones del cerebro a veces siguen un patrón de desarrollo no lineal, así que el adelgazamiento del córtex o el crecimiento de la amígdala no necesariamente implican un cerebro más viejo.

Estrés postraumático

Dan Siegel, profesor de psiquiatría clínica de la Universidad de California en San Diego, señala que después de una experiencia estresante muchas personas experimentan un crecimiento postraumático del cerebro. “Los investigadores merecen elogios por su arduo trabajo de obtención y recopilación de datos”, dice Siegel. “Y creo que podemos hacernos una pregunta que va todavía más allá hacer: ¿Cómo son los efectos sobre el proceso de remodelación del cerebro?”

“Este es un estudio inicial muy útil”, coincidió David Fassler, profesor de psiquiatría clínica de la Universidad de Vermont. “Espero que estos resultados alimenten nuevas líneas de investigación”.

En el artículo, los autores reconocen que todavía no se sabe si esos cambios físicos en el cerebro son permanentes. Planean tomar otro conjunto de imágenes en el próximo punto programado de dos años, y continuar recopilando datos sobre los participantes del estudio.

Stacy Gittleman, de 54 años, de West Bloomfield, Michigan, fue testigo del modo en que la pandemia descarriló a uno de sus hijos. Aspirante a actor de teatro musical, el adolescente cursaba tercer año de la secundaria cuando de pronto la escuela y los teatros cerraron. “Para mi hijo, gran parte de una vida plena tiene que ver con moverse, actuar, trabajar e interactuar con los demás”, dice Gittleman. “Pero durante la pandemia se pasaba gran parte del día en la cama, fue muy doloroso de ver para nosotros como padres, porque antes de la pandemia mi hijo era muy entusiasta y sociable.”

A partir de ahora, tendrá que manejar su salud mental de por vida, dice la madre, y agrega que sus hijos mayores, que ahora tienen 24 y 26 años, no sintieron tanto impacto. “Pero yo creo que a largo plazo la adversidad que sufrieron nuestros adolescentes los hará más fuertes y resilientes.”

Otros padres no están tan seguros. Meg Martin, de 55 años, de Gaithersburg, Maryland, cree que es muy pronto para saber si los adolescentes volverán a la normalidad. Su hijo ahora está en el último año de la escuela secundaria, y antes de la pandemia manifestaba ganas de ingresar alguna vez a la universidad y residir en el campus durante cuatro años. Pero después de años de aprendizaje en línea o mixto, está desmotivado y totalmente desconectado de la escuela.

“El realidad, creo que lo que pasó durante sus años en la secundaria tendrá un efecto dominó en los años venideros”, dice la madre.

(Traducción de Jaime Arrambide)

Por Katherine Reynolds Lewis

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