‘Cien años de soledad’: la nueva adaptación de Netflix de este icónico libro roza la perfección
Luego de disfrutar los primeros cuatro episodios de la adaptación de Cien años de soledad en Netflix, estoy asombrada. No solo por su ambición y su impresionante factura, sino porque parecía inimaginable que esta obra llegara a plasmarse en la pantalla.
La novela de 1967, considerada una cátedra monumental de realismo mágico, narra la historia de siete generaciones de la ficticia familia Buendía. En sus páginas se entrelazan el erotismo, la superstición y lo surrealista, que conforman una trama compleja de relatos intrincados, extraños y, en ocasiones, grotescos. Los personajes, movidos por deseos profundos e inquebrantables, enfrentan una maldición intergeneracional de la que no pueden escapar, un destino ineludible que pasa de padres a hijos, acompañado de la constante tendencia a relaciones incestuosas.
Ambientada en la imaginaria ciudad colombiana de Macondo a principios del siglo XIX, la novela retrata cómo interminables guerras civiles, fenómenos climáticos extraños y la llegada de propietarios de plantaciones imperialistas moldean este rincón indefinido de América Latina durante más de un siglo. Márquez crea este mundo con tal fuerza y detalle que las imágenes permanecen imborrables en mi memoria, incluso años después de leer su obra: Rebeca comiendo puñados de tierra, el desquiciado José Arcadio amarrado a un castaño y murmurando en latín y Remedios la Bella, desnuda, dibujando animales en las paredes con sus propios excrementos.
Es fascinante, aunque lejos de ser una lectura “fácil”. Con más de 400 páginas y una estructura no lineal, la historia salta en el tiempo y la mayoría de los personajes comparten variaciones del mismo nombre. La complejidad del clan multigeneracional es tal que la edición original incluye un famoso árbol genealógico en la portada para ayudar al lector a orientarse.
En un mundo gobernado por algoritmos que moldean las decisiones, parece casi inconcebible que una obra tan desafiante como esta haya sido aprobada. Estamos inmersos en un ecosistema de streaming donde abundan temporadas interminables de series como Emily en [inserte aquí la ciudad europea], producidas sin tregua ni remordimientos. Un panorama saturado de fórmulas recicladas: la profesional que deja la gran ciudad, redescubre una vida sencilla y se enamora del lugareño gruñón, pero noble, repetida hasta el hartazgo en películas que se replican cada año. Un sistema donde la seguridad supera al riesgo y el conformismo se impone a la creatividad.
Cien años de soledad no solo se aleja de ese paradigma: habita un universo completamente distinto. Incluso ofreció los derechos a Harvey Weinstein bajo una condición irónica: “filmar todo el libro, pero estrenar solo un capítulo, de dos minutos de duración, cada año, durante 100 años”. Nunca pensé que Netflix se animaría a abordar esta joya literaria y menos aún que invertiría en una épica de alto presupuesto, en español y con 16 episodios.
Y, sin embargo, aquí estamos. Es casi un milagro. Igualmente asombroso resulta que los creadores hayan conseguido lo que parecía imposible: ser fieles al material original mientras lo convierten con maestría en una obra de narrativa visual extraordinaria.
No estoy segura de haber visto una adaptación literaria tan lograda. Cada detalle, desde un reparto perfectamente elegido hasta diálogos mínimos, pero cargados de significado, muestra un trabajo cuidadoso y minucioso. Los planos de cámara, diseñados con precisión, acompañan a los personajes mientras sumergen al espectador en la historia, y la música logra evocar un mundo lleno de magia y misticismo. Todo en esta obra tiene una cualidad etérea, casi de cuento de hadas, que atrapa al espectador desde el primer instante y no lo suelta.
El primer episodio arranca con el final de la historia: la casa de los Buendía, desgastada por el tiempo; el inquietante contorno de un cadáver cubierto por una sábana manchada de sangre y ejércitos de hormigas invadiendo cada rincón. Desde ahí, la narrativa nos transporta al pasado. La frase inicial replica con fidelidad la apertura icónica del libro: “Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo”.
Este elemento resulta clave para entender por qué el complejo entramado de historias realmente funciona en la pantalla. Gran parte del diálogo proviene directamente del texto original, con el lenguaje evocador y rico de Márquez puesto en boca de un narrador que guía al espectador a través de la extraordinaria y envolvente narrativa. Esta voz externa y omnisciente se transforma en un recurso clave para comunicar lo que los personajes no pueden expresar por completo y resulta fundamental en la construcción de un tono que se distancia del naturalismo.
Es la misma estrategia utilizada en la dramatización de 1981 de Brideshead Revisited para ITV, reconocida como un referente de las adaptaciones literarias. En esta producción, la belleza del texto original fue tratada con un respeto profundo, reflejado en las palabras del narrador Jeremy Irons al describir Oxford como “una ciudad de aguatinta” que “exhalaba los suaves aires de siglos de juventud”.
En Cien años de soledad, el relato nos lleva por primera vez junto a José Arcadio Buendía, patriarca de la familia Buendía, y su esposa, Úrsula Iguarán, quien además es su prima. Recién casados, comienzan su vida matrimonial marcados por una tensión entre la superstición y la ciencia. Úrsula, aterrorizada por la advertencia de su madre, se niega inicialmente a consumar el matrimonio, convencida de que el incesto podría condenarlos a tener hijos deformes con una cola de cerdo como castigo.
El realismo mágico toma vida en cada escena: un abrazo entre lo cotidiano y lo extraordinario
Los elementos fantásticos de la historia están presentes sin resultar excesivos ni artificiosos. Las puertas que se cierran solas reflejan la tensión en el matrimonio; las olas irrumpen sobre la tierra seca y agrietada cuando la pareja expresa su deseo de vivir junto al mar. Los fantasmas muestran una presencia concreta: el hombre asesinado por José Arcadio recorre la casa con expresión abatida y el cuello ensangrentado, mientras la misteriosa niña Rebeca se presenta en la puerta con una bolsa que contiene los huesos inquietos de sus padres. De esta forma, el realismo mágico toma vida en cada escena: un abrazo entre lo cotidiano y lo extraordinario.
Aunque nunca alcanzan el mar abierto, José Arcadio y Úrsula intentan huir de sus propios demonios y terminan fundando la ciudad de Macondo, inspirados por una visión que José Arcadio tuvo en un sueño. Con el tiempo, la familia crece, atrapada en una espiral de pasiones desafortunadas y destinada a repetir, una y otra vez, los mismos errores de sus antepasados, en un ciclo interminable.
Adaptar un libro tan emblemático, idolatrado y cuidadosamente construido es un acto de valentía, y la producción de la serie no ha estado exenta de polémicas. Algunos habitantes de Aracataca, la ciudad natal de Gabriel García Márquez, manifestaron su descontento ante la decisión de rodar en Ibagué, una ciudad industrial situada 430 millas al sur, en lugar de hacerlo en el lugar de origen del autor. Ubicada al pie de la Sierra Nevada de Colombia, Aracataca fue el hogar de García Márquez hasta los ocho años, cuando vivió con sus abuelos maternos. Aunque posteriormente residió y trabajó en ciudades como París, Nueva York, Ciudad de México, Caracas y Barcelona, siempre destacó a su ciudad natal como la mayor fuente de inspiración para gran parte de su obra, incluida Cien años de soledad.
“Estamos decepcionados de que Netflix no filmara aquí, pero sabemos que quienes se inspiren en la serie visitarán Aracataca, porque el corazón de Macondo está aquí”, dijo Robinson Mulford, profesor local, a The Guardian. “Podrán experimentar la amabilidad, la solidaridad de la gente y todo lo que Gabriel García Márquez describía del Caribe colombiano. Todos serán recibidos con amor”.
Solo queda esperar que esta serie, hecha con tanto cuidado, sea recibida con cariño, pese a lo que algunos consideran un desaire. “No importa adónde vayas, nunca escaparás de tu destino”, le dice la madre de Úrsula a su hija en el primer episodio. Cien años de soledad podría estar destinada a convertirse en algo inusual: una adaptación literaria intemporal tan apreciada como el libro que la inspiró.
Traducción de Leticia Zampedri