Así es el clasismo estético

La arquitectura puede reproducir estereotipos y prejuicios clasistas. Es en esa profesión donde crean estándares sobre lo que es una vida “digna”, el bienestar y el éxito. Y por lo tanto, se excluye y rechaza a todo aquello que nos haga recordar a las clases populares.

En Twitter existe una cuenta dedicada a burlarse de las personas que tienen paredes pintadas de color verde menta. Sus 138,673 seguidores encuentran divertidas las fotos sin contexto de personas en barrios populares que tienen habitaciones pintadas de con ese tono. Se burlan de sus espacios íntimos, pues.

La arquitectura mainstream nos vende como símbolo de estatus los diseños de casas blancas sin el más mínimo ornamento, con paredes imponentemente blancas y lisas para demostrar pureza. En contraste, diseños más tradicionales con relieves, celosías, balastros y paredes pintadas de colores son repudiados, como si fuesen los recuerdos de un origen del cual la clase media debiera huir. Como lo “naco”, pues.

Esta lógica de vincular la calidad de vida a ciertos valores estéticos también es reforzada a través de las políticas públicas. Y un gran ejemplo de ello es lo que está ocurriendo en la Alcaldía Cuauhtémoc con la administración de Sandra Cuevas.

Desde el 25 de abril, la Alcaldía dio a conocer la “Jornada integral de mejoramiento del entorno urbano en la Cuauhtémoc”, enfocada solo a comerciantes de la vía pública (desde ahí ya se evidencia una narrativa clasista).

Con el objetivo de garantizar “la limpieza y belleza de la alcaldía”, se le ordenó a más de 100,000 comerciantes cambiar los diseños populares de sus establecimientos por colores blancos sin mayor distintivo que el logo de la administración de Sandra Cuevas.

Desde la lógica de Cuevas, la imagen urbana se ve comprometida por la presencia de establecimientos con pinturas a mano de hotdogs, tacos, elotes y personajes ilustrativos. Se trata de una cruzada contra el arte popular por considerarlo incómodo para ciertos sectores que se consideran los destinatarios finales de la ciudad.

La diversidad incomoda a quienes crecieron creyendo que vivían en sociedades donde todo mundo se les parecía. Por eso no extraña que haya quienes se indignen al enterarse de que comparten la ciudad con inmigrantes, indígenas, personas LGBT+, personas con discapacidad, entre otros.

No es la primera vez que Sandra Cuevas demuestra su intención de emprender una cruzada esteticista contra la diversidad. Por ejemplo, ya antes había manifestado su intención de “limpiar” de habitantes de la calle a algunas zonas de su alcaldía.

Tampoco debe olvidarse su proyecto de convertir la calle Génova de la Zona Rosa en un pasadizo tapizado de luces led y con una tirolesa, destinado al turismo con cierta capacidad adquisitiva. Cuevas habría tenido esta idea al inspirarse en una peatonal de Las Vegas durante un viaje.

No solo la medida ordenada es contraproducente —nada más horrible que como imagen de un local que el logo de un gobierno—, sino que le envía a más de 100,000 vendedores el mensaje de que deben servir sin incomodar.

Que deben actuar como visitas en una zona que no debe representarles. Además, esta decisión amenaza el diseño popular que forma parte de la identidad de la Ciudad de México –y de cualquier ciudad del mundo.

Las decisiones estéticas de un gobierno no son neutrales: son también una postura política que refleja su concepción sobre quiénes son las personas destinatarias de una ciudad.

sandra cuevas alcaldia cuauhtemoc | Business Insider México
La Alcaldía Cuauhtémoc busca hacer cambios en la estética de la zona.
Imagen | Kazuo Arima

Las opiniones publicadas en esta columna son responsabilidad del autor y no representan ninguna posición por parte de Business Insider México.

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