‘La cocina’: Alonso Ruizpalacios explora el capitalismo y las relaciones humanas desde el caos de un restaurante
La cocina de un restaurante no es solo un espacio de trabajo; representa un mundo lleno de ritmos y coreografías frenéticos, culturas que convergen y tensiones humanas que se desarrollan a fuego lento. Para Alonso Ruizpalacios, este espacio no es solo un escenario, sino el alma de su más reciente película, La cocina.
El cineasta mexicano detrás de éxitos como Güeros y Museo logró trasladar al cine una obra que lleva años en gestación. La película tuvo su estreno mundial en el 74.º Festival Internacional de Cine de Berlín en febrero de 2024, donde fue nominada al Oso de Oro a la mejor película. Posteriormente, participó en diversos festivales, incluyendo el Festival Internacional de Cine de Morelia, donde obtuvo el Premio del Público en la categoría de largometraje mexicano.
La trama sigue a Pedro (Raúl Briones), un cocinero mexicano indocumentado, quien enfrenta acusaciones de robo tras la desaparición de dinero de la caja registradora. Al mismo tiempo, Pedro lidia con la compleja relación con Julia (Rooney Mara), una mesera estadounidense, y con las promesas incumplidas del dueño del restaurante en Nueva York, Rashid (Oded Fehr), sobre regularizar su estatus migratorio.
Inspiración empírica
El origen de La cocina se remonta a más de una década atrás, cuando Ruizpalacios trabajaba en un restaurante en Londres mientras estudiaba actuación: “Me enamoré del ritmo vertiginoso de las cocinas, de su coreografía espontánea y la experiencia multicultural”. Fue ahí donde descubrió The Kitchen, la obra teatral de Arnold Wesker que lo inspiró a crear esta película.
“Estaba claramente hecha por alguien que sabía de lo que hablaba, que había vivido eso”, dice Ruizpalacios. “Entonces me resonó mucho. Si no hubiera trabajado yo en un restaurante, quizás nunca hubiera hecho esta película. Porque es algo que viví durante mucho tiempo y que me impactó y que me fascinó también”.
Entonces surgió un sueño que lo llevó a montar la obra de teatro en México hace 14 años. La experiencia también lo puso en contacto con actores como Raúl Briones, quien sería fundamental en esta adaptación cinematográfica.
Ruizpalacios, quien en un principio había considerado el proyecto de La Cocina para su primera película, admitió que no habría sido viable. “Tuvo que pasar mucho tiempo para aprender técnicamente cómo contar una historia en un solo espacio sin que se sintiera tan teatral”, confesó.
Agregó que tuvo que reescribir el guion de la adaptación “muchas veces” y que uno de los retos que enfrentó fue estructurar una película coral, en particular el equilibrio entre tantos personajes. Además, el financiamiento fue un asunto “complicado”, puesto que tuvo que “convencer a inversionistas de apoyar una película en blanco y negro, con un elenco mayoritariamente desconocido”.
Más allá de las modas gastronómicas
Aunque La cocina podría vincularse fácilmente con el auge de producciones relacionadas con la gastronomía como The Bear o Boiling Point, Ruizpalacios aclaró que su película tiene raíces mucho más profundas.
“No es una moda. No es una respuesta a eso. Es una historia que a mí me mueve desde hace muchos años”, enfatizó. De hecho, el director confesó no haber visto esas series para evitar influencias externas en su visión.
La metáfora detrás de Pedro y Julia
Cabe destacar que el cineasta recurrió a la relación sentimental entre Pedro (Briones) y Julia (Mara) para explorar un terreno más amplio: la dinámica entre México y Estados Unidos.
“Me interesaba explorar la relación entre estos dos países a través de una relación sentimental”. Para Ruizpalacios, la frase de Justo Sierra, “Pobre México, tan lejos de Dios, tan cerca de los Estados Unidos”, sigue siendo una verdad latente, y esa cercanía distante es el núcleo de la relación entre sus protagonistas.
En La cocina, Pedro y Julia comparten una relación íntima, pero es una intimidad que no garantiza entendimiento. “Pueden compartir una cama, incluso procrear juntos, pero siguen siendo extraños el uno para el otro”, observa.
Ruizpalacios reconoce que estas tensiones no son exclusivas de los protagonistas; son comunes en relaciones interculturales. “Del lado mexicano, muchas veces hay una idealización hacia los estadounidenses. Del lado estadounidense, puede haber condescendencia, miedo o desconfianza […] Es fascinante”, reflexiona.
La presión capitalista
En el largometraje, las interminables comandas que bombardean a Pedro en un momento de vulnerabilidad funcionan como algo más que un conflicto laboral: son una metáfora de las incesantes responsabilidades y estímulos del capitalismo. Para el director, este sistema de producción, donde la productividad define el valor de una persona, no deja espacio para detenerse a respirar.
“La película habla de este sistema económico en el que vivimos, donde la productividad es la medida máxima de una persona. No dejamos espacio para las relaciones, para el ocio, para soñar”, explica Ruizpalacios. “Hay algo muy triste en que nuestras vidas no estén hechas para decir ‘no me siento bien’ o ‘necesito parar’. Es algo que está mal visto, y Pedro lo manifiesta de manera contundente, con un acto de violencia”.
Ruizpalacios admite que desconectarse de este ciclo constante es complicado. “Cuesta mucho trabajo y hay veces en donde realmente no puedes, cuando estás en medio de la etapa productiva. Simplemente, no puedes”, concluye.
La cocina no solo te sumerge en una caótica experiencia cinematográfica —es digno de reconocimiento el hipnótico plano secuencia de una sola toma de la cocina inundada—, también te invita a reflexionar sobre temas tan vigentes hoy en día como la inmigración, la productividad capitalista y hasta los derechos reproductivos.