Cocinas de gas "natural": lo que dice la ciencia de sus riesgos y por qué quieren regularlas
Nadie puede imaginar el impacto tan grande que me causó el video de Javier Peña de Hope!, el espacio que difunde información científica sobre cambio climático. Hace solo unos días le decía a un amigo que tener una cocina de gas le iba a cambiar la vida, que se cocina mucho más rápido -después de que les agarras el truco- y que es más resistente que esas de cerámica, que me parecen lindas, pero frágiles.
Todo mi discurso, que parecía cuña de televisión de los años 80, quedó por el suelo. Solo me quedó rogar que mi amigo no se topara con el video de Hope! ni con las noticias porque pensaría que en realidad yo lo odio. Ahora me da risa, pero creo que es una risa nerviosa porque la polémica de las cocinas de gas y el daño que hacen al entorno y a nosotros mismos apenas comienza.
En el video de Hope!, Javier Peña explica que algunas investigaciones han arrojado que las cocinas de gas están estrechamente asociadas al asma infantil, y que son una verdadera amenaza para la salud y para el medio ambiente.
Pero no solo el experto español ha difundido esta información. A raíz de los anuncios de la Comisión de Seguridad de Productos del Consumidor donde se consideraba una regulación a estos aparatos, ha corrido mucha agua bajo el puente. Se ha hablado de prohibiciones, de que si hay que reemplazarlas, y muchos otros detalles que los medios y expertos están difundiendo.
Mientras tanto, usuarios, lectores y audiencia en general se preguntan si realmente nos hemos estado envenenando por años y también se plantean dudas que no parecen descabelladas: ¿si usamos las cocinas de hornillas eléctricas no estaríamos también contaminando?; las de inducción son bastante más costosas; que si el microondas es peor emitiendo CO2 y así.
Se sabe que las emisiones de energía térmica, que también contemplan los gases de efecto invernadero, son un auténtico desafío climático que enfrentan organizaciones especializadas en la actualidad, así como también hay cada vez más conciencia en la sociedad para involucrarse, tanto que los planteamientos sobre las ventajas y los peligros de las cocinas de gas han alcanzado el terreno político.
La periodista especializada Rebeca Leber, de Vox, ha puesto las cartas sobre la mesa tras dedicarse a investigar el tema a profundidad y dice que, aunque estamos muy lejos del final definitivo de la estufa de gas, sí existe un enfoque sólido orientado a aportar de alguna manera a la lucha contra la crisis climática y sí hay poner mucha atención al tema de la salud.
Natural no quiere decir inocuo
Esto lo hemos repetido muchas veces. Es una de las grandes verdades que debemos tener presentes quienes escribimos ocasionalmente de bienestar y el efecto de los remedios naturales, entre otros tópicos. Esto es lo que ocurre en uno de los planteamientos del debate: si bien el gas que usa la cocina es gas natural, esa palabra no quiere decir que sea bueno o inocuo. De hecho es gas metano, uno de los más críticos en cuanto al efecto invernadero, el mismo que emiten las vacas.
Leber menciona que, además del metano, al encender la estufa o el horno, se acumula en la cocina monóxido de carbono y formaldehído, pero el que más preocupa es el dióxido de nitrógeno, el cual ocasiona enfermedades respiratorias, afecciones cardiovasculares, y está asociado con la aparición de asma en los niños cuando está concentrado en altos niveles. Y justamente, existen investigaciones que demuestran que, cuando se usa la estufa de gas, alcanza estos niveles peligrosos.
Por otra parte, la industria del gas se resiste defendiendo su flanco con fuerza, apelando al apego que consideran siente la población por su cocina de gas, y a un estudio de 2013 que dice que no encontró evidencias de una relación entre el gas para cocinar y los síntomas o diagnóstico de asma infantil.
Hasta ahora, la solución inmediata que se plantea es la de la ventilación, y no solo para el caso de cocinar con gas, sino en todo tipo de cocinas. Es ideal tener una campana -que funcione realmente- con ventilación hacia afuera; usar filtros de aire, ventiladores, extractores e incluso abrir las ventanas. Así como también se sugiere el uso de objetos más pequeños que reduzcan el uso de la estufa, como los hornitos, los tostadores y ollas eléctricas.
Aunque la industria se ha agarrado de este argumento como de una balsa de salvación, hay que decir que aunque puede parecer una solución sencilla, no es definitiva por diversos factores, algunos más fáciles de resolver que otros.
Las campanas y extractores deberían encenderse siempre que se enciendan las cocinas, pero además estos deben funcionar con eficiencia y arrojando el aire al exterior, no regresándolo. Otro problema muy significativo es que no todos estos aparatos realmente filtran el dióxido de nitrógeno, y otro asunto de difícil solución es que mientras más pequeño es el espacio en el que vivimos, más rápidamente se acumulan los gases.
Entonces, sea por nuestra salud y sea por aportar nuestro grano de arena al cuidado ambiental, actuar con inteligencia, razonar e investigar son siempre buenas decisiones. Mucho mejores que dejarse llevar por pasiones temporales y apegos que no aportarán nada a nuestros bienestar.