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Una madre no necesita que la censuren: qué hacer ante las críticas de los 'opinólogos' sobre la crianza de tus hijos

De las mayores dificultades que encuentran madres y padres volcados a un estilo de crianza que pone las necesidades de los niños en el centro, es tener que lidiar con las críticas. Nunca faltan familiares, amigos, especialistas como pediatras, educadores o psicólogos e incluso desconocidos que a veces, quizás con buenas intenciones, intervienen para opinar o decir directamente lo que deberías o no hacer con tus hijos.

(Getty Creative)
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¿Vas a dejar que haga un berrinche sin castigarlo?. Ya verás lo que pasará cuando sea un adolescente… Te ha contestado mal: mejor una nalgada ahora mismo, que arrepentirte luego… ¿Todo el día pegado a la teta?, tienes que ponerle límites, lo vas a hacer demasiado dependiente, quedarás agotada, ya está muy grande, tu leche no lo alimenta, eso ya es puro vicio… No lo cojas en brazos cada vez que lo pida que lo vas a malacostumbrar… ¿Ya tiene dos años?, ¿a qué esperas para sacarle los pañales? ¿Cuándo piensas llevarlo a la guardería? Nunca va a aprender a socializar y lo vas a atrasar…

Decía John Stuart Mill que la presión social puede llegar a ser una amenaza mucho más grande para la libertad que los decretos de cualquier tirano.

Lo cierto es que si quieres amamantar a tu hijo hasta que se destete naturalmente; no obligarlo a hacer tareas o deberes escolares absurdos, permitir que duerma en tu misma habitación hasta que por sí solo logre quedarse tranquilo en otra independiente; si lo llevas en brazos cada vez que lo pide o no lo ignoras cuando hace una rabieta; si sacas de la vida de tu hijo los premios y castigos... En resumen, si te atreves a pensar con autonomía y elegir o actuar al margen de cualquier parámetro de la crianza mayoritaria, es muy probable que te conviertas en un bicho raro.

Como si no fuera suficiente con el agitado estilo de vida propio de estos tiempos modernos que impone a todas las familias el régimen de crianza a solas, aislados, sin redes de apoyo, se suma también la cuota extra de soledad y falta de apoyo por haber elegido una forma alternativa de criar mucho menos comprendida o aceptada por la sociedad.

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¿Por qué me afectan tanto las críticas y cómo respondo ante ellas?

Pueden subyacer varias razones tras el malestar, la culpa y el miedo que se despierta cuando nos enfrentarnos a las críticas adversas, especialmente si esas críticas se refieren a nuestro estilo parental o modelo de crianza.

Para gestionarlas hay que comenzar por comprenderlas. Las críticas negativas generalmente sientan mal, pero nos resultan más sensibles cuando nuestros hijos y su sano desarrollo están implicados directamente. Los amamos profundamente y que nos censuren sobre el modo en que los estamos criando, golpea justo donde más nos duele.

Si eres de los familiares que opinan o critican, tal vez lo hagas por la misma razón, quieres mucho a tu nieto o a tu sobrina y sientes miedo de que la cosa no salga bien, o al menos como tú crees que debería salir.

En cualquier caso debes saber que hay distintas maneras de criar y que una madre no necesita que la censuren, sino que la apoyen y le faciliten la posibilidad de confiar en su capacidad de maternal.

Por otra parte las miradas o palabras desaprobadoras hacia la forma en que criamos a nuestros hijos remueven emociones inconscientes de nuestras propias infancias.

Cuando otro nos desaprueba (suegra, mamá, amigo, vecino, pediatra…), sentimos miedo a ser excluidos o expulsados del territorio emocional o de perder la aprobación de estas personas o grupo de personas, como cuando mamá nos retiraba su amor y comunicación si no la complacíamos.

Ese miedo a la exclusión o a perder la aprobación ahora que somos adultos puede ser un miedo infantil no superado que podríamos traspasar en la medida en que nos hagamos conscientes de que ya somos adultos y de que nada malo nos puede ocurrir, aunque discrepemos con otro.

Nuestra madurez actual nos brinda los recursos para sobreponernos a lo que percibimos desde nuestra infantilización como una amenaza de sobrevivencia.

Si bien es cierto que, cuando éramos niños escasamente autónomos, dependíamos del amor incondicional y de la aprobación de nuestros padres para sobrevivir, ya no lo necesitamos.

Ahora que somos adultos podemos salir adelante con nuestros recursos internos propios, podemos replantear los vínculos con los demás haciendo valer razonablemente nuestro deseo, decisiones, acciones, podemos construir nuevas redes de apoyo para sostenernos.

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Entonces, ¿qué necesitas para sobreponerte y responder a las críticas?

Acepta que no existe la perfección y que equivocarse es siempre una oportunidad para hacerlo mejor. Tú amas profundamente a tus hijos y siempre harás lo mejor que puedes desde el lugar de consciencia y con las herramientas o recursos con los que cuentas en cada momento.

Reconoce y enfrenta la inmadurez emocional por la que sangra tu herida infantil de miedo al rechazo o abandono cuando alguien te desaprueba o critica. Posiciónate en tu lugar de adulto o de adulta real. Cuando eras niño, si te desaprobaban o dejaban de amar, quedabas sin recursos para sobrevivir. Ahora sí los tienes. Recuérdate las veces que haga falta que ya eres adulto.

No tienes que perder energías discutiendo sobre las razones por las que has decidido criar a tu hijo de forma distinta. No se trata de discutir opiniones adultas sobre lo que está bien o mal para tu hijo o hija.

Cuando criamos poniendo los intereses de los niños en el centro de las decisiones y acciones, el objetivo es observar el punto de vista del niño y estar dispuestos a hacer lo necesario para su beneficio, no se trata de perdernos o enredarnos en debates o conflictos adultos sobre lo que está bien o mal hacerle o no hacerle al niño.

Si tienes dudas, siempre es mejor buscar la respuesta centrándote en tu hijo, haciendo caso a sus señales.

Tu hijo o hija es el mejor experto sobre lo que necesita de ti en cada momento, que lo cargues, que lo consueles, que lo alimentes, que le ayudes a retornar al equilibrio cuando tiene una rabieta, que lo tomes en cuenta porque se siente solo, que quiere teta otra vez, que tiene hambre o está saciado, que ya puede dejar los pañales sin sentirse presionado, que lo mires, que está rabioso o en desequilibrio porque se siente emocionalmente herido y necesita tu amor, tiempo y comprensión para sanar…

Tú eres quien mejor conoces a tu hijo o hija, así como las circunstancias que rodean la realidad particular de su crianza.

Pon límites, y me refiero a los otros adultos. Estamos muy enfocados en poner límites a los niños cuando ni siquiera sabemos respetar los límites de los demás o hacerle respetar los límites a otros adultos. Haz el ejercicio de pedir lo que necesitas oportuna y asertivamente. Poco a poco irás afinando la destreza.

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Dependiendo de tu grado de paciencia para la condescendencia, puedes seguir la corriente, hacerte la indiferente, responder con un chiste o responder directa, clara y firmemente con la energía de tu voz, mirada, gestos, postura, cuerpo; transmitiendo poder personal: “gracias por tu preocupación, pero me voy a ocupar de resolverlo a mi manera” o “aprecio tu interés pero me he informado bien y sé lo que estoy haciendo con mi hijo”. Y si la o el opinólogo en cuestión se pone muy insistente o intrusivo, decirle directamente que no le has pedido su opinión.

Construye redes de apoyo y contención con familias comprensivas, ojalá con miradas afines a las tuyas hacia la infancia. Si existe un duro obstáculo para la buena crianza es el aislamiento. Es absolutamente antinatural criar aislados. Una madre nunca debería estar sola. Para ofrecer el mejor ambiente de crianza posible a los niños necesitamos la colaboración de una red sostenedora y respetuosa.

Es posible que resulte más retador y debamos esforzarnos más o volvernos más creativos para reconstruir nuestras redes de apoyo, cuando hemos apostado por formas alternativas de criar, pero no es imposible.

No caigas en el mismo error de criticar o censurar a los que no crían como tú. Si quieres transmitir valores, hazlo a través del ejemplo.

Tratando a tu hijo y a todos los niños de tu entorno de influencia con el respeto y la consideración que propone tu visión de la crianza.

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