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Cuidado con las actividades que haces para 'matar el tiempo'; pueden ser contraproducentes

Limitarnos a "matar el tiempo" puede dejarnos un mal sabor de boca. [Foto: Getty Images]
Limitarnos a "matar el tiempo" puede dejarnos un mal sabor de boca. [Foto: Getty Images]

Hornear pan de masa madre. Dibujar. Hacer manualidades. Jugar videojuegos. Ver más televisión. Esas fueron las principales actividades que realizamos durante el confinamiento para no aburrirnos, según una encuesta de Ipsos.

Cuando estamos aburridos sin nada que hacer, solemos sentir el impulso irrefrenable de llenar ese vacío con cualquier actividad que nos mantenga ocupados. Entonces podemos cometer el error de llenar las horas vacías indiscriminadamente con un ocio inútil o una actividad desenfrenada.

Pero limitarnos a “matar el tiempo” puede ser contraproducente. “Esos acontecimientos se desprenden con rapidez los unos de los otros, sin dejar una marca profunda, sin llegar a convertirse en una experiencia”, como escribiera el filósofo Byung-Chul Han. La ciencia le da la razón y va un paso más allá para alertarnos de que las actividades que realizamos simplemente para evitar el aburrimiento pueden dejarnos un mal sabor de boca.

La trampa del entretenimiento banal

Investigadores australianos analizaron qué hicimos durante el confinamiento y qué nivel de satisfacción, bienestar y felicidad nos aportaban esas actividades. Descubrieron que, aunque mantenernos activos y entretenidos puede mejorar nuestra sensación de bienestar, “las actividades significativas regulan la homeostasis psicológica, mientras que mantenerse ocupados por sí solo no es suficiente”.

Comprobaron que realizar tareas rutinarias, imbuirnos en un maratón de series o incluso hacer actividades novedosas pero poco significativas solo para mantenernos ocupados genera emociones más extremas que nos alejan de la felicidad.

Las emociones extremas - como la ira o la euforia - suelen conducir a un estado de sobreexcitación del sistema nervioso que nos aleja del equilibrio psicológico. No suelen ser beneficiosas si nuestro objetivo es alcanzar la serenidad y un nivel estable de felicidad.

Mantenernos simplemente ocupados no es satisfactorio, pero cuando hacemos lo que amamos nos sentimos más equilibrados”, apuntan estos investigadores. De hecho, comprobaron que las actividades significativas nos hacen sentir más tranquilos, relajados, satisfechos y felices durante más tiempo.

No se trata del primer estudio que llega a esa conclusión. En 2019, psicólogos de la Universidad de Colorado dieron seguimiento a 160 personas durante un mes. Constataron que quienes realizaban actividades significativas puntuaban más alto en la escala de bienestar, satisfacción con la vida, vitalidad y sentido de propósito.

Eso significa que limitarnos a “matar el tiempo” nos mantendrá ocupados, pero es probable que termine generando insatisfacción. Las actividades significativas, al contrario, son fuente de emociones positivas y estables que conducen a una mayor satisfacción vital y felicidad.

Por eso los investigadores recomiendan que, incluso en el confinamiento, nos centremos más en aquellas actividades que realmente disfrutamos y tienen un sentido más profundo para nosotros, adaptándolas a las circunstancias. Eso no significa que el entretenimiento no tenga cabida, pero si “matar el tiempo” se convierte en nuestra principal ocupación, será garantía de insatisfacción e infelicidad.

El paso del hedonismo a la eudaimonía

Cualquier actividad, por sencilla que sea, puede ser significativa, siempre que haga resonancia en nuestra identidad. [Foto: Getty Images]
Cualquier actividad, por sencilla que sea, puede ser significativa, siempre que haga resonancia en nuestra identidad. [Foto: Getty Images]

El hedonismo y la eudaimonía son dos conceptos de la filosofía griega que pueden guiarnos en la búsqueda del equilibrio y la felicidad en la vida. El hedonismo es la búsqueda del bienestar a través de las experiencias que maximizan el placer mientras intentamos evitar las experiencias desagradables. La eudaimonía, en cambio, implica buscar la felicidad en aquellas cosas que tienen un propósito y sentido para nosotros.

Mientras que el hedonismo nos sume en una corriente de experiencias eminentemente sensoriales que generan emociones intensas y extremas, la eudaimonía nos lleva por un camino más equilibrado. Por eso, no es extraño que las personas más felices sean aquellas que tienen una concepción predominantemente eudaimónica de la felicidad, según reveló un estudio.

Involucrarnos en actividades entretenidas que nos producen placer no es malo ni debemos sentirnos culpables por ello, pero debemos ser consciente de que estas solo proporcionan una gratificación a corto plazo. A medida que nos vayamos alejando del estímulo que generó esas emociones, la felicidad hedónica se irá disipando y es probable que dejé a su paso una sensación de frustración o insatisfacción.

Así corremos el riesgo de caer en un bucle tóxico en el que intentamos llenar con actividades intrascendentes el vacío y acallamos la desazón anestesiándonos con emociones hedónicas que nos empujan en el sentido opuesto, dejándonos cada vez más insatisfechos y vacíos, condenados a vivir en una continua montaña rusa emocional.

Las actividades significativas, al contrario, nos llenan a un nivel más profundo, de manera que su impacto va más allá del presente inmediato. En este sentido, el matemático finlandés Jarkko Kari explica que pasamos nuestra vida oscilando entre dos niveles contextuales.

En el nivel inferior se producen las actividades de la vida cotidiana - esas tareas que realizamos en piloto automático, los deberes del día a día, la resolución de problemas y contratiempos, el dejarnos llevar por los demás o las cosas entretenidas que hacemos para “matar el tiempo”. Ese nivel contextual es importante. No cabe duda. Nos permite mantener un nivel de funcionamiento basal ahorrando energía psicológica. Pero limitarnos a vivir en ese nivel implica apagarnos lentamente.

Por otra parte, existe un nivel contextual superior en el que realizamos las actividades más profundas y significativas que contienen “los ‘ingredientes’ especiales que dan sentido a la vida humana, conforman nuestra identidad y nos dan la razón para vivir”, según Kari. Ese nivel puede equipararse a la eudaimonía y es donde se produce el florecimiento individual. Conduce al equilibrio emocional y la satisfacción personal produciendo una felicidad más duradera.

Los 3 componentes de las actividades significativas

La felicidad se encuentra en el justo equilibrio.
La felicidad se encuentra en el justo equilibrio.

¿Cómo identificar las actividades significativas en nuestra vida? El investigador Tim Gorichanaz señala que para que una actividad sea significativa debe cumplir tres criterios:

  1. Ser identitaria. Significa que debe hacer resonancia en nuestra identidad; es decir, son actividades con las que nos sentimos plenamente identificados porque responden a nuestros valores, satisfacen nuestras necesidades y nos permiten proyectarnos. Son esas cosas que nos llenan por completo.

  2. Generar curiosidad. Las actividades significativas también son una fuente de curiosidad. Gorichanaz apunta que “no es la curiosidad como ansia de lo nuevo sino la curiosidad que nos anima a abrirnos y profundizar en las experiencias”. Es el deseo de indagar y descubrir más que se convierte en una fuente de vitalidad y energía. Son esas cosas que despiertan un brillo en los ojos.

  3. Promover la presencia. Las actividades significativas nos abarcan por completo. Las disfrutamos tanto que entramos en un estado de flujo en el que nos olvidarnos del tiempo, el espacio y todo lo demás para centrarnos exclusivamente en lo que estamos haciendo. Son esas cosas a las que nos entregamos en cuerpo y alma.

Obviamente, las actividades significativas tienen un marcado carácter personal. Lo que puede ser significativo para una persona puede ser intrascendente para otra. La clave para encontrar el equilibrio y la felicidad consiste en asegurarnos de dedicar tiempo a esas actividades que nos llenan, entusiasman y satisfacen a un nivel profundo.

Debemos recordar que una vida plena no se mide en términos de cantidad sino de sentido. No vivimos más por hacer más. Vivimos más cuando disfrutamos más. Cuando lo que hacemos tiene un significado para nosotros.

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