Pantallas protectoras: salir solo con ellas no es seguro

Son cómodas y menos aparatosas y asfixiantes que las mascarillas, pero los expertos avisan de que hay que cuidar su uso y su funcionalidad es limitada

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Un hombre pasea con una pantalla facial en Sevilla (CRISTINA QUICLER / AFP)

Llevamos ya muchos meses hablando de las mascarillas -cómo usarlas para que no se empañen las gafas, para evitar lesiones en la piel o el impacto que podría tener sobre nuestra salud bucal- pero hay otro elemento protector que nos ha acompañado desde el principio de la crisis sanitaria del que apenas se ha hablado, las pantallas de plástico. Cada vez veo más gente solo con ellas, mayores y niños. No sé si es porque hemos perdido el respeto al virus o por comodidad.

No sé a vosotros cómo se os dio la cosa, pero cuando todo estalló a mi me costó un triunfo conseguir mascarillas. Soy incapaz de recordar cuántos viajes (todos infructuosos) hice a la farmacia. Bajaba cada semana a la que tengo en la esquina de casa y la respuesta era siempre la misma: “no tenemos”. La cara de incredulidad de la farmacéutica ante mi insistencia es digna de mención. Incluso colocaron un cartel en la puerta para que dejáramos de entrar a preguntar. Estábamos en el peor momento de la pandemia, ese en el que ni siquiera los médicos podían disponer de sus equipos protectores.

Pero como el confinamiento era severo y no salía a la calle (me comunicaba con las cajeras del super a través del whatsapp y me subían la compra a casa, ¡millones de gracias!), trataba de calmar la ansiedad que me producía no disponer de ellas ni para mí ni para el resto de la familia (menores incluidos) convenciéndome de que dentro de casa estaríamos a salvo.

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Esta es la manera correcta de llevar una pantalla facial. (Foto: Getty)

Tras superar las peores semanas, conseguí reservar vía teléfono las codiciadas mascarillas. Ya se hablaba entonces de la posibilidad de que los niños salieran a pasear una hora al día. Así que cuando vi las pantallas de plástico en el expositorio, no dude. “Me voy a llevar unas pantallas también”. En ese momento nadie me disuadió ni me explicó las ventajas e inconvenientes de este elemento protector. Así que volví a casa con todo el pack ante el regocijo de los más pequeños al descubrir las pantallas y ver que había que montarlas. Al cabo de los días volví a la farmacia, todavía no había conseguido los guantes ni el gel; fue entonces cuando pregunté. La respuesta: “yo a mi hijos les voy a sacar sólo con las pantallas”. Palabrita. ¡La cantidad de vueltas que le di a la cabeza! Por supuesto, cuando se pudo salir, todos con mascarilla, nada más.

Ahora que estamos en el buen camino y vamos retomando las actividades cotidianas al ritmo de la desescalada veo a camareros, peluqueras y dependientes usar las pantallas faciales, pero también a gente caminando por la calle con este escudo protector, a pesar de que ahora sí deberíamos tener claro que las pantallas protectoras contra el coronavirus no sustituyen a las mascarillas, tal y como afirma un estudio publicado el 29 de abril en el Journal of the American Medical Association (JAMA).

Por qué se ha vuelto populares

Según este artículo médico, los protectores faciales de tipo pantalla presentan una serie de ventajas que las han convertido en uno de los objetos más demandados durante la pandemia.

  • Se pueden reutilizar indefinidamente.

  • Se limpian fácilmente con agua y jabón, o con desinfectantes domésticos comunes.

  • Evitan que nos toquemos la cara.

  • Facilitan la comunicación al dejar libre la boca y permitir la visibilidad del rostro y las expresiones faciales, cosa que no permiten las mascarillas.

  • No requieren materiales especiales de fabricación, como sí ocurre con las mascarillas. De hecho durante la pandemia no solo las marcas sino que muchos ciudadanos anónimos se lanzaron a la producción de protectores faciales.

En Asia su uso se ha popularizado hasta puntos insospechados y ya se utiliza como complemento de moda. No solo se aplica en el ambiente sanitario, también se le da uso para protegerse del polen o del polvo.

¿Son efectivas o no?

Las pantallas protectoras reducen riesgos y también ayudan para intentar evitar el contagio por coronavirus, puesto que protegen contra las gotas que una persona exhala al toser o estornudar, pero en ningún caso se consideran sustituto de las mascarillas. Estos visores sólo son útiles para evitar salpicaduras de fluidos en la piel y los ojos, y se recomienda su uso en aquellos trabajos donde se empleen aerosoles.

Pero no protegen por sí solas contra el contagio del coronavirus, ni evitan la transmisión si uno mismo sufre el virus.

Su función es actuar frente a gotas o fluidos y evitar que puedan alcanzar nuestra cara sin afectar la respiración y ventilación. Es un método que no proporciona una protección directa, pero reduce la posibilidad de tener contacto directo con gotas y fluidos de otro individuo. Lo que buscan estas pantallas o viseras es evitar tanto el contagio por vía aérea como el contagio por salpicaduras o aerosoles, dos formas de contagio más típicas en centros de salud o hospitales.

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Farmacéutica mostrando la manera correcta de llevar las pantallas faciales. (Foto: iStock)

Es decir, actúan como barrera para que las gotículas que se expulsan al hablar, toser o estornudar no lleguen de forma directa, sobre todo, a los ojos; aunque también evitan cierto impacto en boca o nariz. “Pero no sirven para cubrir todo y no, no sustituye a la mascarilla aunque haya gente que la use como sustitutivo”, explica Gemma del Caño, farmacéutica y especialista en biotecnología y seguridad alimentaria en El Confidencial.

Por eso, las pantallas forman parte del equipo de seguridad de los sanitarios, en contacto directo con los pacientes, y de otros puestos de trabajo, como peluqueros o dependientes, donde no puede garantizarse la distancia mínima de seguridad.

El resto no tendríamos por qué utilizarlas. Si así lo decides, debes tener en en cuenta que la seguridad en la protección es mucho más baja que la de la mascarilla.

Es un complemento

Para que la protección sea completa hay que llevarlas con una mascarilla debajo porque son un complemento, no un elemento protector en sí mismo.

“La gente las ve como algo muy cómodo porque permite respirar y no es tan aparatosa como la mascarilla, pero no, no es un sustitutivo. La pantalla no está cerrada, por lo que por debajo de la pantalla pueden seguir saliendo las gotículas y sigues esparciendo el virus. Hay que usarla junto a una mascarilla quirúrgica para que sea efectiva y que sirva de verdad para luchar contra el coronavirus", apunta la farmacéutica y divulgadora.

Cómo colocarla bien

El artículo de JAMA incluye una guía de utilización efectiva de las pantallas protectoras: “Para una protección óptima, la pantalla debe extenderse debajo de la barbilla en sentido anterior, hacia las orejas lateralmente, y no debe haber un espacio expuesto entre la frente y el casco del protector”.

Por su parte, según explica Marián García, doctora en Farmacia, divulgadora y profesora de la Universidad Isabel I, en Zapeando, hay que asegurarse de que “se ajusta bien a la frente para evitar que el aire se escape por arriba y tiene que cubrir orejas y barbilla”.

Además, Boticaria García cuenta en Muy Interesante que “siempre hay que ponerse la mascarilla debajo. Llevarla como los camareros en los bares no sirve porque las secreciones no se quedan atrapadas, sino que se escapan por la parte inferior”.

En fin, tú decides si usarla o no. Pero si lo haces, hazlo bien. Yo de momento conservo las mías intactas. Quién sabe si es un futuro (ojalá que no) les sacaré utilidad.

¿Usas viseras faciales en tu trabajo? ¿Has salido con ella a la calle? Según tu experiencia, ¿resulta útil?

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