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¿Qué tienen en común las personas que han superado guerras y pandemias?

(Creative Getty)
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La vida de Shelley Smith Mydans no fue precisamente serena. Esta periodista estadounidense cubrió la Segunda Guerra Mundial desde Europa y el Pacífico. Mientras estaba en Filipinas, los japoneses la capturaron y la mantuvieron durante dos años en un campo de prisioneros de guerra en Manila y Shanghái.

Sin embargo, murió con 87 años, en 2002, después de una vida plena y fructífera desde el punto de vista personal y profesional. La mayoría de los prisioneros de guerra no corrieron con su misma suerte. Muchos no lograron recomponer sus vidas después de aquella tragedia.

¿Por qué algunas personas superan guerras, pandemias y otras experiencias difíciles mientras otras no logran seguir adelante?

Lewis Terman, psicólogo de la Universidad de Stanford, creía tener la respuesta. Tras analizar la vida de Mydans y otras 1,500 personas de su misma generación, afirmó que “los longevos no encontraron el secreto para mantener su salud en el brócoli, las pruebas médicas, las vitaminas o correr”. Más bien eran personas que cultivaban ciertos hábitos, rasgos de personalidad y relaciones sociales que les ayudaron a superar la adversidad y llevar vidas plenas y largas.

Eso significa que la manera en que respondamos a la adversidad y el discurso mental que adoptemos pueden marcar una diferencia importante en nuestras vidas. Y no solo en términos de años sino también de calidad de vida.

Conciencia, la disciplina interior que nos lleva por el buen camino

Shelley Smith Mydans realizando su trabajo como reportera en China, en 1941. [Foto: Getty Images]
Shelley Smith Mydans realizando su trabajo como reportera en China, en 1941. [Foto: Getty Images]

El rasgo que mejor predice una vida larga y significativa es el nivel de conciencia, como también comprobaron psicólogos de la Universidad de Rochester. Esta característica de personalidad hace referencia a la responsabilidad y el autocontrol. Se refiere a personas que no se dejan llevar por sus primeros impulsos, sino que son capaces de postergar sus deseos o recompensas para lograr un bien mayor.

Se trata de personas voluntariosas, organizadas, disciplinadas y determinadas que tienen claros sus objetivos y el plan de acción para alcanzarlos. Estas cualidades evitan que cuando se encuentran en situaciones difíciles tomen el camino equivocado y, por ejemplo, busquen refugio en las adicciones, corten lazos con su red de apoyo o tomen decisiones poco saludables.

Un elevado nivel de conciencia sería una especie de escudo protector ante la adversidad. Nos evita asumir riesgos innecesarios y nos ayuda a medir las consecuencias de nuestras acciones, de manera que podamos tomar mejores decisiones a largo plazo, incluso en los peores momentos.

Encontrar un sentido positivo a lo malo que nos pase

Viktor Frankl dando una conferencia en Estados Unidos, en 1967. Tras salir del campo de concentración, impartió cursos en todo el mundo y dirigió el Departamento de Neurología de la Policlínica de Viena durante 25 años. [Foto: Getty Images]
Viktor Frankl dando una conferencia en Estados Unidos, en 1967. Tras salir del campo de concentración, impartió cursos en todo el mundo y dirigió el Departamento de Neurología de la Policlínica de Viena durante 25 años. [Foto: Getty Images]

Muchas de las personas que han tenido vidas largas han atravesado por periodos difíciles, superando guerras y pandemias. Sus vidas no han estado libres de estrés, pero han sabido gestionarlo adecuadamente. Viktor Frankl, quien sobrevivió a los campos de concentración nazis de Auschwitz y Dachau, estaba convencido de que una de las claves para superar la adversidad es la capacidad para encontrarle un sentido positivo a lo que vivimos.

Esas personas no se veían a sí mismas como meras víctimas de las circunstancias, sino que intentaban encontrarle un significado a la situación de manera proactiva. Tenían la tendencia a buscar algo positivo en la adversidad, ya sea para ellos, para los demás o para la sociedad en general. Como dijera el propio Frankl, ante una situación excepcional podemos “convertir la vida en un triunfo interno o bien ignorar el desafío y limitarnos a vegetar”.

Creían que estaban haciendo o viviendo algo importante y consideraban que sus vidas valían la pena. Frankl, por ejemplo, se aferró al deseo de publicar un manuscrito. Sentía que era algo importante y que podía hacer algo significativo para los demás. Y solo por eso su resistencia tenía sentido. Eso le infundió la fuerza para no rendirse en la peor tragedia que vivió el ser humano en las últimas décadas.

Experimentar gratitud, aunque solo sea por estar vivos

La gratitud predice el crecimiento postraumático. [Foto: Getty Creative]
La gratitud predice el crecimiento postraumático. [Foto: Getty Creative]

Cuando atravesamos una situación difícil, la gratitud es el último sentimiento que pasaría por nuestra mente. Cuando la adversidad llama a nuestra puerta solemos sentirnos frustrados, enojados o abatidos. Sin embargo, las personas que han sabido recomponer sus pedazos rotos después de vivir situaciones extremadamente difíciles experimentan gratitud.

Un estudio realizado en la Universidad Seattle Pacific con personas que fueron víctimas de tiroteos reveló que quienes experimentaron un crecimiento postraumático habían cultivado la gratitud después de aquella terrible experiencia. No es que se sintieran agradecidas por haber sido víctimas de un hecho terrible, sino que elegían centrarse en lo positivo.

Preferían sentirse agradecidas por lo que les queda, en vez de lamentarse por lo que les han arrebatado. Comprendían que todo pudo haber sido peor, y se sentían agradecidas porque no haya sido así. De hecho, las personas que superan con éxito la adversidad no suelen involucrarse en comparaciones ascendentes con quienes están mejor o han tenido mejor suerte en la vida, sino que piensan en quienes están peor, tienen menos o no han logrado sobrevivir. Así evitan la mentalidad de víctimas y encuentran la fuerza necesaria para seguir adelante.

Como resultado, en vez de considerar la adversidad como una señal de que la vida es injusta o insoportable, salen fortalecidas de las tragedias, con un mayor sentido de la gratitud y una resolución renovada para vivir de manera más plena.

Menos drama, más lucha

Este coronavirus nos ha dejado claro que no podemos escapar de la adversidad. Antes o después llamará a nuestra puerta, y a menudo sin previo aviso. Si nos detenemos en lo negativo, nos dedicamos a lamentarnos y catastrofizar, a pensar en cuán injusta es la vida o asumimos la actitud de víctimas no nos irá bien.

La buena noticia es que podemos desarrollar las cualidades que comparten las personas resilientes ante la adversidad. Podemos asumir los problemas como desafíos. Intentar centrarnos en lo positivo. Encontrarle un sentido a nuestra lucha. No rendirnos. Y así, cuando todo termine, incluso podríamos sentirnos satisfechos. Con la conciencia de que ahora somos más fuertes.

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