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A cuarenta años de la visita de The Police que cambió el sonido del rock argentino

Diciembre es un mes cruel desde que un lunático asesinó a John Lennon en la puerta del Edificio Dakota. Seis días después de la peor noticia de 1980, The Police aterrizó en Buenos Aires como un precioso regalo consuelo envuelto en papel secreto. "El grupo Nº 1 en el mundo de New Wave" (sic) anunciaba a página completa la publicidad de la revista Pelo. Tres shows formaban la mini-gira por suelo nacional del trío inglés que arrasaba en los charts de singles con la bomba pop "Don't Stand So Close to Me" y el simplón, pero no menos efectivo, "De Do Do Do, De Da Da Da". Por primera vez llegaba al país una banda nueva en su momento justo de hervor artístico.

El embate fue tremendo y 40 años después todavía esos shows repartidos entre Villa Ortúzar, Núñez y Mar De Plata revelan un punto de inflexión, una verdad revelada en tiempo de dictadura y la comprobación en vivo del atraso en que estaba sumido nuestro rock, más atento al virtuosismo progresivo o a las escalas imposibles del jazz-rock. Aquellas noches de agite, baile y excitación marcaron el porvenir de unos cuantos protagonistas de la década que recién arrancaba.

Las primeras impresiones de Sting, Stewart Copeland y Andy Summers en viaje desde el Aeropuerto de Ezeiza al Hotel Sheraton podrían encajar perfectamente con las visuales panorámicas de las películas de Costa Gavras: una ciudad militarizada, poco tránsito y el peligro invisible que corta el aire de un territorio controlado por fuerzas represivas. Nadie estaba a salvo y hasta una simple canción bailable podía despertar la ira de la censura. Rafaela Carrá tuvo que cambiar la letra de su mega-hit "Hay que venir al sur" por expresa indicación de la junta militar. En donde decía "para hacer bien el amor hay que venir al sur" se transformó en un inofensivo "para enamorarse bien hay.", y sumó una segunda tacha en el estribillo complementario: "sin amantes esta vida es infernal" por una construcción menos explícita como "sin amores.". Ni la tardía llegada de la televisión color -en mayo de 1980 empezó a transmitir de manera estable y continua- alejaba la imagen de un planeta gris muy al sur de todas las cosas. La cartelera de shows internacionales también mostraba las consecuencias del aislamiento, unos meses antes de la llegada del trío británico empezó a moverse un mercado que un año antes era casi inexistente. Daniel Grinbank, mánager y productor de Serú Girán, inauguró en agosto el Festival Bue con dos noches en el Luna Park donde John McLaughlin y Weather Report encabezaron el atrayente line up con clara preminencia jazz-rockera. En octubre de ese mismo año tocaron en el palacio de los deportes Peter Frampton y Earth Wind & Fire, pero lo nuevo seguía sin llegar hasta que Grinbank consiguió por un cachet irrisorio -10 mil dólares- el desembarco del trío a pocos días de la edición de Zenyatta Mondatta, tercer y consagratorio álbum de la banda nacida en plena explosión del punk londinense pero que escondía a tres veteranos de guerra que adaptaron sus saberes a la salida elegante que proponía la new wave justo cuando el punk empezaba a agotarse.

Sergio Rotman conocía a The Police porque era un frecuente comprador de Pelo y Expreso Imaginario, revistas de rock clásico que cuando hablaban de punk y new wave lo hacían de un modo displicente, tapándose la nariz y con la certeza de que se trataba de otra moda pasajera. "Yo era fanático del rock sinfónico, venia de ese palo y me acuerdo que no me podía comprar discos importados porque eran carísimos, optaba por los casetes grabados en la disquería El Agujerito. Ahí pedí que me graben el solista de Tony Banks (A Curious Feeling), que es un bodrio total, y como sobraba espacio le dije al flaco que meta algo nuevo, algo que no conozca, y apareció Reggatta de Blanc", dice el fundador de Cienfuegos y Los Fabulosos Cadillacs, casi una postal de época para un joven argentino de 17 años a punto de cambiar de bando. "Eso pasó a principio de 1980. Fue el año de la conversión. Dejé de escuchar rock sinfónico y empecé a escuchar new wave porque el punk todavía era demasiado para mí. Reggatta. fue una revolución en mi cabeza rítmica. Me corté el pelo y me volví fan de The B-52's y The Police".

A Richard Coleman le ocurrió algo similar. En 1980 cursaba el último año de la escuela secundaria y ni sabía qué iba a hacer de su vida en el futuro. Era un fin de ciclo en todo sentido también para la música que escuchaba. "Me había perdido en el rock, no encontraba música de rock con la cual me identificara. Ya había pasado el jazz rock. Estaba escuchando puro jazz. Nada que ver con mi generación, estaba escuchando música de viejos (risas) porque no había, no se entendía bien qué pasaba acá con el rock, estaba tan filtrado todo lo que llegaba. Poca comunicación. De los Police conocía 'Roxanne' o 'Message in a Bottle' porque lo pasaban en las fiestas de la secundaria, en los cumpleaños cuando se pasaba música para bailar", dice el líder de Fricción que por aquella época ni soñaba con ser guitarrista y viajaba por la vida secreta de los discos todavía pendiente de la discusión entre lo auténtico y lo complaciente. "En las fiestas se mezclaba todo: Blondie, Kiss, The Police y Toto, todo al mismo nivel. Era fácil pensar que esa música para bailar servía para pasar el momento". Cuando se anunció el show en Obras Sanitarias, Coleman -que vivía a 15 cuadras del estadio de Avenida del Libertador- eligió despejar sus dudas en el lugar. "Estaba tranquilo, era un show más que iba a ver cerca de casa, pero antes del recital me compré Zenyatta Mondatta y ahí todo cambió. Fundamentalmente el sonido. Sonaba muy bien ese disco, muy despojado. Se entendía todo. Y hubo un par de canciones que me gustaron de verdad en ese momento (ahora me gusta todo el disco). Me encantó de entrada 'Driven To Tears' y el sonido de guitara de Summers eso me partió el bocho. Dije: '¿Qué es esto?' '¿Qué pasó?'. La influencia que yo tenía en ese momento era Pat Metheny, un violero de jazz con un sonido muy especial. Cuando escuché lo de Summers y las guitarras rítmicas, el sonido me sedujo con ese chorus flanger, tan agudo y comprimido".

Los shows en Buenos Aires y el restante en Mar del Plata estuvieron a punto de cancelarse. El trío estaba exhausto luego de un largo tour por diferentes ciudades de Estados Unidos. Miles Copeland, manager del grupo y hermano mayor de Stewart, argumentó que Sting se había quedado sin voz a causa de un extraño virus que afectaba sus cuerdas vocales. Grinbank viajó a Miami y finalmente acordaron cumplir con lo pactado, aunque se bajaron los shows de Caracas. El plan original cambió de fechas: el debut en Obras pautado para el sábado 13 pasó al lunes 15 de diciembre mientras que el show en el teatro Radio City de Mar del Plata se realizó al día siguiente. Finalmente, el domingo 14 de diciembre poco después de las siete de la tarde, The Police inauguró la discoteca New York City con un show de otra galaxia, una demostración de exactitud a toda velocidad frente a un público indiferente, en su mayoría invitados a la gala de apertura que no tenían ni idea de que esos platinados saltarines del escenario eran la mayor promesa de la incipiente escena new wave.

Gustavo Cerati y Zeta Bosio, en cambio, sabían perfectamente que esa mezcla de reggae blanco, ska festivo y rock nervioso revelaban las coordenadas del futuro.

"Nos volvimos locos, éramos absolutamente fans de The Police y no podía creer que tocaran a media cuadra de casa, así que desde temprano estábamos ahí. Incluso llegamos a ir hasta el Sheraton, me hice firmar un poster que había salido en la Pelo. Era terrible, una de las fotos más tremendas que le pueden haber sacado a los pibes. Era tan fea que Sting me puso cara de 'qué es esto'", dijo Cerati en un encuentro con Rolling Stone en 2006. En esa charla, el líder de Soda Stereo habló de su pasión por el trío inglés que incluye una foto movida con Sting que sacó Zeta y de la experiencia agridulce del show en NYC: "A nadie le importaba un carajo The Police, éramos pocos, reconocí a algunos músicos como Claudio Gabis, pero éramos realmente pocos. Incluso volaron un par de cervezas, un par de latas, como de mala onda. El grupo hizo un show de la concha de la lora en una discoteca para nadie".

Al otro día, Cerati y Zeta repitieron el ritual en Obras: "Un momento muy grosso de ver esa energía, porque ya éramos muy conocedores de su música. Y no sólo de ellos, también nos encantaban Elvis Costello, XTC y The Jam".

Ya para diciembre de 1980, Stuka era el nuevo bajista y cantante de la renovada formación de Los Violadores. El grupo no había cumplido un año, pero internamente había sufrido algunos cambios. Sólo permanecían Hari-B, guitarrista y dueño del título honorario de primer punk argentino gracias a un aviso que publicó en la revista Pelo en 1977, y Sergio Gramática, baterista y fundador de la banda fundacional del punk argentino. "Estaba muy entusiasmado, era la primera vez que iba a tener la posibilidad de ver un grupo con la música y la estética de algo que pintaba totalmente revolucionario y que hacía relativamente poco había descubierto, el punk y la new wave. Tanto que fui a los dos shows que hicieron en Capital", dice Stuka. Envalentonados, Los Violadores llegaron a fantasear con una idea peregrina. "Fuimos Sergio Gramatica y yo a la oficina de Grinbank, que en ese momento estaba en Santa Fe y Callao. Estábamos seguros que éramos el único grupo en poder hacerlo: telonear a la primera banda moderna que pisaba suelo argentino. Nunca nos respondieron".

En casi dos años de colimba en la Fuerza Aérea a Daniel García le tocaron dos guardias, una de ellas cayó el día del debut de los Police en Obras. El azar quiso, o los cambios en el calendario del tour posibilitaron que el futuro bajista de Alerta Roja tuviese un lugar en el estadio techado. "De chico escuchaba a Queen cuando nadie lo escuchaba, a Kraftwerk, a King Crimson. Siempre trataba de ir un paso más allá. Escuchaba jazz-rock pero nunca me convenció. Pienso que es una música para virtuosos y los únicos que se divertían eran los que estaban arriba tocando y los que miraban de abajo se les caía la baba pero no entendían nada y salías de ese show y te olvidabas inmediatamente lo que se había tocado. The Police vino a cambiar todo, a revitalizar el rock. Creo que muchos de los que estuvieron en ese show terminaron siendo músicos o ya lo eran pero se convencieron de serlo", dice García de la noche inolvidable en Obras que alcanzó dimensiones de leyenda urbana por la famosa patada de Andy Summers a un policía que intentaba en vano hacer que la gente volviera a sus asientos y dejara de bailar.

Dispuestas en hileras, las formaciones de sillas de plástico ocupaban toda la cancha de básquet. Obras parecía un templo evangélico totalmente inadecuado para recibir a una banda criada en la fricción del pogo. Sergio Rotman se acuerda de todo: "Arrancaban con una grabación, un tape de 'Voices Inside My Head' y luego se metían a tocar el mismo tema, enganchaban 'Voices.' con 'Voices.'. Fue como haber visto el mundo en blanco y negro y de repente que te pusieran el color. Una absoluta epifanía y fue la hora y cuarto más impactante de mi vida hasta ese día". El contrabajo eléctrico de Sting para envolver la cadencia de "Walking on the Moon", Copeland y su aritmética infernal del golpe preciso, la dicha del ensamble con recursos que llegan desde la pedalera espacial de Summers para manejar los climas de "Bring on The Night" o revelarse furioso en el punk elegantísimo de ´Fall Out´. "Nunca había visto nada así. Fue muy intenso. La gente conocía todos los temas, yo conocía tres. Pero ver a la banda en vivo fue lo que me terminó de cerrar. El disco estaba súper bueno, sonaba del carajo pero cuando los vi tocar se me cambiaron un par de fichas y me enamoré de Andy Summers, del estilo, de lo firme, de lo preciso, de lo sintético y económico. Y obviamente todos nos enamoramos de Summers cuando fue el incidente con el policía", dice Coleman del momento cumbre, justo cuando empezó a sonar la base dub de "Shadows in The Rain". El recuerdo tiene ubicación privilegiada, desde la popular a un costado del escenario, justo del lado que ocupaba Summers en el escenario, Coleman observó la secuencia completa que terminó en tumulto. "En un momento veo que Summers se va al borde del escenario y le tira un patadón al cana. El estadio se paró con una ovación, todos contra la cana. No había una sensación de 'se va a acabar la dictadura militar', faltaba para eso pero la situación de la policía represora eso lo sentíamos todos y que el músico tomara acción y nos representara de esa manera fue increíble. Fue un antes y un después".

En su última visita a Buenos Aires, Andy Summers habló sobre el altercado que casi lo lleva a pasar la navidad de 1980 en un calabozo argentino. "Creo que realmente no entendíamos el clima político que vivía Sudamérica por esos años, porque nosotros casi que vivíamos dando vueltas por el mundo en esa época, era una locura... Era un período muy restrictivo y en todos lados donde tocábamos, la audiencia era maltratada. Pateé a este policía y querían arrestarme y se armó todo un gran lío y hasta salimos en los periódicos ingleses. Pero la parte más loca de la historia es esta: muchos años después, estaba en Nueva York y alguien me invitó a ver una muestra de fotografías de tango, de la Argentina. Fui a la exhibición y estaba pasándola bien entre el público y alguien se me acerca y me pide de sacarse una foto conmigo. La chica estaba muy emocionada y me contó que estaba en aquel concierto, parada justo al lado de la chica a la que el policía estaba golpeando cuando yo le pegué la patada. Me contó que la policía se la quería llevar como testigo para detenerme una vez terminado el show, pero pudo escaparse e irse corriendo", le contó el guitarrista a Sebastián Ramos durante una entrevista para La Nación realizada en junio de 2018.

Annalissa, princesa punk y novia de Gamexane, por aquella época líder de Los Laxantes, es la chica que defendió Summers. En la primera línea del tumulto también aparecen Stuka, Hari-B y Gramática, entre otros integrantes de un grupo de resistencia punk. Nadie sabe si el golpe llegó a rozar la cabeza del policía pero todos recuerdan cómo voló la gorra azul de la federal. "Hasta ese momento el público en los espectáculos, aún los de rock debía estar cómodamente sentados en sus butacas, estaba prohibido pararse, el incidente de The Police vs. la policía fue a partir de que varios de nosotros no nos aguantamos, nos paramos y nos fuimos adelante del escenario a agitar. En un momento veo que Annalisa, una amiga que había ido con nosotros es samarreada por un cana para obligarla a que se vuelva a sentar, ahí es cuando Andy Summer ve la escena y le revolea el famoso patadón. Yo por supuesto terminé en cana esa noche por portación de look!", dice Stuka 40 años después, mientras Daniel García revela que a partir del episodio de la patada se encienden las luces del estadio: "El show continuó con las luces prendidas como si estuviéramos en un club de barrio. Ilógico. La gente para esa altura bailaba arriba de las sillas y me consta porque yo era uno de ellos. Estaba en cuarta fila y recuerdo que después de eso estuve dos o tres días con un zumbido en los oídos. Ese pitido así como vino un día se fue".

Ver a The Police en Obras significó que en un show de rock se podía bailar, saltar y gritar, experimentar otras sensaciones que la mera pasividad del observador. "Pasarla bien estaba bueno. Eso era lo que trasmitía esa música, esas canciones, esa actitud. Más allá de lo técnico-musical eso fue lo que me conmovió más. De golpe entendí eso", dice Coleman. "De alguna manera el contexto había logrado que uno no se enterara de que había cosas que te podían hacer bien. Lo que trajo The Police tenía algo más que ver con el punk, que era esa sensación de que uno podía hacerlo. Uno podía agarrar un instrumento y ponerse a hacerlo. 'La' sensación. Porque después todo era mucho más complejo de lo que parecía, pero ese es otro cantar". Entre las iluminaciones surge un deseo incontenible de llegar a tener una Telecaster como la de Summers. "Mi objetivo era cambiar la mía por esa. Conseguí una muy parecía a la Roland con la que alternaba la Fender. Empecé mi carrera profesional con esa guitarra, una guitarra inspirada en el show de The Police. En cuanto a la parte técnica, de pedales son claves el compresor, el flanger, el delay y la cámara de eco. Yo tenía el compresor, el flanger y dentro de muy poquito iba a conseguir la cámara de eco. Todo ese equipamiento significaba que yo iba a ser un guitarrista moderno y el paradigma de ese momento era Summers".

The Police cerró la serie de shows en el Teatro Radio City de Mar del Plata el martes 16 de diciembre. Poco más de 600 personas para una sala con una capacidad estimada de 2000 butacas dejó un sabor a poco entre Grinbank y los asociados marplatenses, Battilana-Patruno Producciones. Pero para los que estuvieron allí resultó una experiencia única. Entre ellos un fotógrafo en ciernes de 16 años que ingresó de contrabando su cámara Canon y sacó las fotos de su vida sin causar revuelo entre la seguridad gracias a la ausencia de flash. Hoy Paco Giménez es veterinario, ya no se dedica a la fotografía y gracias a la insistencia de sus hijos rescató un material que permaneció en una serie de diapositivas durante 40 años y que por primera vez llegan al papel en la presente edición de Rolling Stone Argentina. Gracias al consejo de un profesor de fotografía, Paco utilizó un rollo con la mayor sensibilidad posible y mediante un scanner pudo comprobar que las fotos estaban intactas como esa noche en el Radio City. Una parte importante de la visita a Mar Del Plata permanece en el documental Police: Around The World (1982). Al día siguiente del show, el trío filmó una larga secuencia en Parque Camet. Armados de boleadoras y rebenques, los músicos cabalgan entre las vacas en donde Andy Summers es lo más parecido a un clon de Harpo Marx.

Ni la indiferencia en la disco pituca de Villa Ortúzar, ni la patada en Obras o la escasa venta de entradas en el Radio City restaron trascendencia al agitado paso del trío por estas latitudes. Para Rotman el caso es único y por mucho tiempo irrepetible e incluso superior a la visita de Queen en febrero de 1981: "Hubo un par de bandas que llegaron en su momento justo como Weather Report y Santana. Pero creo que no hubo un caso como el The Police de poder ver a una banda hasta ese momento que representara realmente cómo era el rocanrol ejecutado en esa época. Me parece que fue la primera vez y una de las pocas que pudimos ver al grupo en su momento perfecto, con los chabones girando por el mundo para no pagar impuestos. Toda una situación fabulosa para hacer rocanrol". Y en referencia a Queen, el músico es tajante: "Fui fan hasta el 79. Cuando llegaron acá me la bajó. Estaba en Vélez viendo a Queen y quería ver tocar a The Police de vuelta. Queen me pareció una porquería y lo otro era la verdad"

Daniel Grinbank trató de convencer a Charly García para que viera a The Police en acción. El músico se resistió con la terquedad del genio que acaba de lanzar una masterpiece como Bicicleta, considerado por la crítica como uno de los mejores discos del rock argentino. En uno de los estribillos más pegadizos del álbum, García canta "mientras miro las nuevas olas yo ya soy parte del mar". La jactancia llega teñida de errores. No es lo mismo The Police que The Knack, y el músico pone a ambos en la misma parroquia e invita al Club del Clan para clausurar la discusión. El tiempo le dará la razón a Grinbank. Soda Stereo, Virus y Los Violadores serán los primeros en captar el mensaje del comienzo de un nuevo ciclo de rock argentino.