Cuatro equipos, un rey y la Copa: la odisea a bordo del barco Conte Verde

Érase una vez, un tiempo en el que 80 futbolistas, tres árbitros, un trofeo de medio metro y hasta un rey viajaron juntos en un barco para disputar un Mundial. Aquel navío se llamaba Conte Verde y su historia fue legada de una generación a la otra, desde aquella Copa del Mundo de Uruguay 1930.

Tras la elección del país sudamericano como sede de la primera gran disputa, por sus pergaminos (había ganado los Juegos Olímpicos de 1924 y 1928) y por la propuesta del gobierno local, que prometió arcar con todos los gastos, sólo cuatro selecciones europeas se animaron al desafío de cruzar el océano Atlántico para enfrentarse con sus pares del continente americano. Si bien los aviones ya existían, eran pocos los entusiastas que se subían a esos aparatos voladores poco confiables.

La travesía mística del Conte Verde

Yugoslavia fue la primera en iniciar la travesía, el 19 de junio de 1930, a bordo una embarcación conocida como Florida. Dos días más tarde, partía del puerto de Génova el célebre Conte Verde. A bordo estaban la selección de Rumania y… su rey, Carol II. La primera escala fue en Villefranche-sur-mer, Francia, donde se incorporaron la selección gala y el presidente francés de la FIFA, Jules Rimet. En su maleta, Rimet portaba un trofeo alado llamado ‘Victoria’, destinado al vencedor. El mismo que años después acabaría siendo renombrado en su honor como “Copa Jules Rimet”. También Bélgica se sumó al Conte Verde, en Barcelona.

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Foto: La selección francesa, sobre el Conte Verde (F.F.F)

Fueron casi 15 días de viaje desde Europa. Los futbolistas rumanos, franceses y belgas compartían el Conte Verde, entrenándose en la cubierta, sin demasiadas posibilidades de realizar largas corridas o de reventar balones al viento. En Río de Janeiro, se sumó la selección brasileña.

“Los asientos eran horribles, los bancos de madera se nos clavaban en los huesos. Pero valió la pena”, escribiría en su diario personal el delantero rumano Rudolph Weltzer. “Sólo tiramos un balón al agua”, agregó el futbolista en sus escritos.

Poco fútbol y una historia para contar

Tal vez por lo tragicómico del viaje, ninguno de los cuatro equipos que llegaron a Montevideo en el Conte Verde superaron la primera fase. Sólo la copa, entregada a los locales, y el propio Rimet, uno de los impulsores de disputar el torneo en territorio sudamericano, tuvieron un espacio en la final, además del propio rey rumano, Carol II.

El Conte Verde, por su parte, dejó el Atlántico para realizar la exótica ruta Trieste, en Italia, y -Shanghai, China. Superó un tornado en 1937 cerca de Hong Kong; entre 1938 y 1940 sirvió como camino al exilio para 17 mil judíos centroeuropeos, que en su huída del nazismo buscaron refugio en el Lejano Oriente. Y así continuó, entre guerras y mares, hasta 1945 cuando, una semana antes del bombardeo de Hiroshima, fue hundido por un ataque norteamericano.

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Foto: Bélgica, posando en el Conte Verde. (Pinterest).

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