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Los desequilibrios macro, el rugido financiero y la posibilidad de no pagar al FMI

Más allá que el gobierno pueda pagar los u$s1.000 millones de vencimientos de este mes, el cuco del mercado financiero es el vencimiento casi impagable de unos u$s2.800 millones del 22 de marzo (poco tiempo antes, poco después).

Lo relevante no va a ser las fechas formales, la del 22, con algún período de gracia posterior para no entrar en default, etc., sino las consecuencias macroeconómicas de alargar la incertidumbre con el FMI.

Por su parte, el FMI no quiere (ni le conviene) "abandonar" a la Argentina a su suerte. Pero no hay espacio para acordar sobre la base de un programa macro sin una mínima consistencia.

En este sentido, el muy desviado cierre fiscal, monetario y cambiario 2021 seguramente amplía el disenso entre el equipo económico y el staff del FMI.

Al FMI no le conviene abandonar a la Argentina
Al FMI no le conviene abandonar a la Argentina

Al FMI no le conviene abandonar a la Argentina "a su suerte"

Resistencia ideológica

Hay una resistencia ideológica para acordar pero también hay conflictos en cuanto a la política económica: el manual de un programa macro clásico del FMI choca contra los principios fiscales, monetarios y cambiarios de Economía. Como por ejemplo pedir déficit fiscal cero a partir del 2025, miemtras el equipo económico plantea para el 2027.

¿Hay suficiente empatía de ambas el gobierno y el FMI para hacer un acuerdo potable? Es la gran duda del mercado financiero local y de Wall Street, pero los números del cierre de la macro 2021 hacen que se requiera mucha complicidad del FMI y mucha tolerancia política del gobierno de los EE.UU. para acordar.

Un reciente análisis de la consultora M&S señala que "probablemente algún tipo de acuerdo podría firmarse para evitar los atrasos y sus consecuencias, aunque luego habrá que monitorear el contenido, la implementación y luego su cumplimiento. Es una negociación que lo poco que avanza es más por resignación que por convicción (de ambas partes). Hasta último momento, el gobierno bregó infructuosamente por "sacarle algo a cambio" al FMI: más plazo, menos tasa de interés, más DEGS, etc. Fue una pérdida de tiempo".

El trabajo destaca que: "El mayor escollo es encontrar un acuerdo mínimo sobre el diagnóstico y los futuros números de la política macro. Básicamente: la magnitud del déficit fiscal primario 2022 y en qué año apuntar a déficit primario cero; el porcentaje (declinante) de las necesidades fiscales en pesos que serán financiadas con emisión monetaria; un piso de reservas internacionales netas en el BCRA como mínimo, en 2022 dejar de vender dólares y parar la caída".

Para evaluar el futuro podemos mencionar que el 2022 arrancó con la economía real rebotando y la economía financiera muy volátil.

Es una economía difícil de analizar. Por el lado real, rebotó el PBI, el empleo y la exportación. Pero por el lado financiero, las reservas netas del BCRA se están agotando, la brecha cambiaria está clavada en 100% y el riesgo - país está altísimo.

La inflación al 50% anual no es una variable "estrictamente financiera" sino consecuencia del desequilibrio macro. Pero alimenta los sentimientos.

Lo financiero suele ser un anticipador de lo real. Si se terminara consolidando el crujir de lo financiero, inevitablemente abortaría el rebote de la economía real. Y al revés, sostener en el tiempo la mejora de la actividad requiere sí o sí descomprimir lo financiero.

Inestabilidad macro - financiera mata rebote del sector real. El gran dilema es cómo descomprimir lo financiero en las actuales circunstancias de incertidumbre política, desbalances macroeconómicos, riesgo de sequía, alta inflación.

El Gobierno arma planes cortoplacistas para mantener activado el consumo
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Lógica cortoplacista

Lo importante es que, en la lógica cortoplacista del equipo económico, interesa más mantener exacerbado el consumo a expensas de una macro fiscal y monetariamente desequilibrada, precios relativos desalineados, cepos cambiarios, exportaciones reguladas, riesgo - país altísimo, inflación reprimida, subsidios y crédito dirigido.

Para el equipo económico liderado por el ministro Martin Guzmán, que el PBI suba fuerte es una condición de fortaleza política. Pero esconde por un tiempo los desajustes macro que salen a la luz por el mercado cambiario. Una brecha superior al 100 por ciento entre el dólar oficial y el dólar paralelo es la demostración de una macroeconomía des balanceada.

El rugido financiero que se observa tanto en el mercado cambiario como en la fuerte caída en paridad de los bonos nominados en dólares es factible que funcione como un límite temporal pone a esta lógica. El equipo económico sigue festejando números positivos de crecimiento del PBI y exportaciones, el BCRA sigue perdiendo la batalla en el mercado cambiario.

El problema es que el expansionismo fiscal - monetario combinado con un cepo cambiario cada vez más restrictivo tiene menor efecto para motorizar el consumo y el nivel de actividad.

"La expansión monetaria deriva más rápido en presión cambiaria y subas de la inflación. Quedaron muy atrás los primeros años del kirchnerismo donde las políticas macro expansivas reactivaban fuerte con poco impacto inflacionario. También quedaron atrás los momentos en que el control de cambios derivaba pesos ociosos cautivos que no podían "comprar dólares" hacía aumentos artificiales de la demanda agregada. La cantidad real de pesos de la economía (la plata en la calle y en los bancos) se licúa rápido: moviliza consumo por mucho menos tiempo que antes", puntualiza el estudio.

La cuenta regresiva antes de un nuevo vencimiento de deuda con el FMI comenzó a transitar un camino peligroso.

El gobierno tiene hasta el viernes para decidir si acelera las conversaciones con el FMI lo suficiente para alcanzar un acuerdo de cualquier tipo.

Este le permitiría por lo menos dejar de pagar los vencimientos de la primera parte del año y no entrar en atrasos con el organismo que podrían afectar no solo al gobierno sino el crédito de las empresas privadas en el exterior. La otra alternativa sería no cerrar la negociación y no pagar esos vencimientos.

Esto podría provocar una gran crisis financiera que dados los desequilibrios de la macroeconomía puede llegar a ser una de las peores de la historia argentina.