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Diez películas inspiradas en novelas escritas por mujeres

Carol (Todd Haynes, 2015)

Luego de la publicación de su primera novela, Extraños en un tren, Patricia Highsmith escribió El precio de la sal, una historia de amor entre dos mujeres. Secreta, llena de pequeños guiños a su experiencia juvenil y nutrida de ese encuentro inesperado con una mujer rubia en una tarde de compras navideñas, la historia fue firmada bajo un seudónimo por sugerencia de sus editores. El tiempo pasó y la novela se hizo de culto por su final feliz, y recién en los años 80 Highsmith la rebautizó como Carol, ahora sí firmada con los brillos de su verdadero nombre. Años tardó en llegar al cine, guiones se escribieron y desestimaron, hasta que Phyllis Nagy, alumna y admiradora de la célebre autora de la saga de Tom Ripley, encontró a los artífices de su realización. Cate Blanchett fue la estrella que decidió darle su aura mágica a Carol y Todd Haynes quien filmó la película como homenaje a aquella pasión resistente a todas las adversidades, ambientada en esos años 50 de melodrama y colores, de texturas sutiles para declarar el más vivo amor. Disponible en Netflix.

Jane Eyre (Cary Joji Fukunaga, 2011)

Novela emblema del romanticismo inglés del siglo XIX, signada por la sombra de la tragedia que envolvió para siempre al linaje de las hermanas Brönte, Jane Eyre se gestó a partir de los recuerdos de institutriz de Charlotte, de su imaginería adolescente de amores imposibles, de su escritura madura y vital. La versión del director Cary Joji Fukunaga es una de las más certeras en el retrato de esa pasión gótica y turbulenta que une a la joven Jane y al misterioso Edward Rochester. Su puesta en escena es exuberante sin ser barroca, su narrativa es intensa sin ahogar la idealización propia del relato. Y los ecos fantasmales que persiguen a Jane desde su infancia, que la siguen desde su escondite en la chimenea de su tía hasta los bosques que rodean la mansión del señor Rochester, encuentran la mejor expresión en los tonos opacos de Fukunaga, en el rostro extrañado de Mia Wasikowska que brinda a Jane Eyre su destino de grandeza en la tradición romántica. Disponible en Netflix.

La ceremonia (Claude Chabrol, 1995)

Ruth Rendell fue una de las más prolíficas escritoras de misterio, sin el reconocimiento de su antecesora Agatha Christie, pero con una pluma igual de atenta e incisiva sobre los horrores del mundo moderno. Creó al popular inspector Reginald Wexford y escribió bajo el seudónimo de Barbara Vine, pero el corazón de su obra fue la novela psicológica, preñada de conflictos de clase y personajes vengativos, de tensiones familiares y secretos inconfesables. Un juicio de piedra es considerada una de sus mejores historias e inspiró al francés Claude Chabrol para una de sus mejores películas. Sandrine Bonnaire e Isabelle Huppert forman una alianza eléctrica, afirmada en estratégicos silencios, que impregna los cimientos de la burguesa familia Lelievre y subvierte su orden definitivamente. Chabrol se despoja de la intriga clásica para tejer, desde esa atmósfera inquietante que invade a la película, uno de los finales más premonitorios de toda su filmografía. Disponible en Qubit TV.

Orgullo y prejuicio (Joe Wright, 2005)

Una de las grandes óperas primas de este nuevo milenio fue inspirada en una de las grandes novelas de iniciación de la literatura femenina. Orgullo y prejuicio fue para Jane Austen la confirmación de su estilo locuaz y diáfano sobre el amor y sus condicionantes sociales, al mismo tiempo que la creación de una de las grandes heroínas de la literatura. Elizabeth Bennet es inolvidable gracias a su intelecto y su persistente reflexión, y es esa modernidad la que Joe Wright consagra con justicia en su película. Interpretada por Keira Knightley en su verdadera consagración en el cine, es la voz de aquel tiempo y también un personaje de nuestro mundo. La película modela su vitalidad en los ritmos de la comedia romántica, en un estilo que se despoja de arcaísmos y solemnidades. La relación entre Elizabeth y el señor Darcy consigue su mejor expresión cinematográfica y deja para el recuerdo escenas originales como la espera de Matthew Macfadyen empapado bajo la lluvia. Disponible en Cablevisión Flow.

La edad de la inocencia (Martin Scorsese, 1993)

Discípula de Henry James, Edith Wharton fue una gran observadora de la Nueva York de fines del siglo XIX, retratada con una creciente y devastadora ironía. Publicada en 1920, La edad de la inocencia la convirtió en la primera mujer en ganar el premio Pulitzer y representó el apogeo de su estilo pleno de detalles minuciosos y una voz omnipresente que desnuda a esa sociedad moralista, apoyada en las férreas convenciones sociales. Para restituir esa experiencia de la lectura, Martin Scorsese eligió una narración en off en tercera persona (interpretada por la actriz Joanne Woodward), capaz de de provocar en el espectador una vivencia intensa de ese pasado, para reconstruir la experiencia total de una sociedad desaparecida. El uso de numerosos exteriores que recuerdan a la Nueva York de aquel tiempo y de interiores diseñados con extrema precisión por Danilo Donatti permiten a La edad de la inocencia asumir su condición única, que recuerda el espíritu viscontiano que inspira a Scorsese en la puesta en escena y la dimensión simbólica de esos ritos celebrados hasta su definitiva extinción. Disponible en Netflix.

Rebecca, una mujer inolvidable (Alfred Hitchcock, 1940)

Rebeca, la novela de Daphne du Maurier, era ya un best seller cuando el productor David O. Selznick adquirió los derechos con la idea de convencer a Alfred Hitchcock de mudarse a Estados Unidos. Como había ocurrido en sus proyectos anteriores -Lo que el viento se llevó principalmente- Selznick era partidario de mantenerse fiel a la letra escrita para no desilusionar a los lectores. Primera obra maestra de su período americano y pionera en el tenebrismo visual que definiría al cine negro, Rebeca, una mujer inolvidable es una de las más rigurosas adaptaciones literarias del cineasta inglés, recreación del espíritu gótico de su historia y del clima de encierro de su mansión. Manderley, la casa donde vivió Rebeca y parece deambular su fantasma, es un personaje más, que persigue a la joven señora de Winter y se erige a lo lejos como una silueta amenazante. Sin usar la voz en off ni demasiados planos subjetivos, Hitchcock nos coloca en el corazón de Joan Fontaine, extranjera en su propia casa, inquieta y fascinada por la sombra que la persigue, por ese nombre que se imprime en todas las cosas y señala su destino. Disponible en Qubit TV.

Mujercitas (Greta Gerwig, 2019)

Celebrada el año pasado como una de las grandes películas del año, Mujercitas es también la prueba de la modernidad de la obra de Louise May Alcott. Creada para costear su independencia y afirmar su lugar como escritora, esta novela que combina la autobiografía con la reflexión es también testimonio de un tiempo literario. Greta Gerwig intercala esos elementos en la matriz de su relato, por ello su personaje es ficción y realidad en el mismo gesto. Alterando la cronología de la historia original, consigue un recorrido más intenso por la experiencia de su protagonista, aquella que condensa la creación como artista y la búsqueda de la identidad como mujer. Y pese a las importantes versiones que la precedieron, como la dirigida por George Cukor en los 30 y la de Gillian Armstrong en los 90, consigue una mirada viva y contemporánea sobre una de las historias más amadas y conocidas por el público de todas las generaciones. Disponible en Cablevisión Flow.

La dama desaparece (Alfred Hitchcock, 1938)

En sus últimos meses en Inglaterra, antes de su viaje definitivo hacia Hollywood, Alfred Hitchcock filmó una de sus comedias más divertidas, enmascarada en una historia de espías y clima bélico. El origen es una novela de la escritora británica Ethel Lina White, ambienta en la Europa continental del período de entreguerras. El vínculo entre una joven viajera y una anciana maestra se forja en un tren, luego de un misterioso accidente y seguido de una repentina desaparición. Hitchcock utiliza la estancia inicial de la joven Iris en un hotel para establecer la atmósfera de los días previos a la anexión de Austria al Tercer Reich y modelar en la simpática Miss Froy una férrea disidente. Lo que en White es una espesa trama de espionaje, con mujeres sustitutas y travesías por Italia y Francia, Hitchcock lo convierte en una historia de amor accidentado entre un jovencísimo Michael Redgrave y la sensual Margaret Lockwood, signada por la inventiva visual y la trampa narrativa, siempre condimentada por una pizca de humor inglés. Disponible en Qubit TV.

La señora Dalloway (Marleen Gorris, 1997)

La holandesa Marleen Gorris asume el desafío de adaptar una de las novelas más complejas de Virginia Woolf, confinada al mundo interior de la señora Dalloway durante los preparativos de una fiesta. Ambientada en una casa señorial de Westminster durante una soleada mañana de 1923, La señora Dalloway viaja hacia el pasado a partir de la memoria de la protagonista, cuyo recorrido se hace íntimo y abierto, mientras se conecta con la historia de la pareja que forman Septimus y Rezia, enredados en los turbulentos recuerdos de la guerra, en los vericuetos de una anunciada locura. Vanessa Redgrave le brinda a la Clarissa madura un rostro de contornos concretos, más allá de los literarios imaginados y la evocación de la juventud del personaje -representado por Natascha McElhone- es menos la traza de un pasado lejano que de un presente persistente, vital en sus imágenes y significativo en sus ausencias. Disponible en Amazon Prime Video.

Frankenstein (James Whale, 1931)

La célebre creación de Mary Shelley ha tenido infinidad de versiones, serias y paródicas, ha inspirado homenajes y recreaciones, puestas audaces y coloridas, modernas y tenebrosas, ha desplegado cada detalle de ese mundo como una llama encendida para un nuevo nacimiento, una nueva historia. Pero la versión de James Whale, aquella inaugural de la fama de la Universal, del inventario de monstruos clásicos, sigue preservando su encanto. Impulsada por el espíritu literario ha cincelado un imaginario alrededor de la criatura, con su deambular mortuorio, sus rugidos apenas audibles y su sino trágico. Frankenstein fue la gran obra maestra de ese ciclo de terror clásico, solo opacada por su deslumbrante secuela, La novia de Frankenstein, del mismo director, apenas unos años después. Juntas resultan el mejor doble programa, y la mejor celebración para un actor de estirpe como Boris Karloff, cuyo recuerdo será siempre el de los pequeños ojos tristes del monstruo. Disponible en DirecTV Go.