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Parece muy difícil librarnos de las masacres | Opinión

En víspera de la celebración del día de Acción de Gracias se produjo un tiroteo en un Walmart en la localidad de Chesapeake, Virginia. Era de noche y seguramente en la gran superficie comercial había multitud de personas comprando a última hora el pavo y otros alimentos que suelen ocupar las adornadas mesas en una de las festividades más señaladas del año.

De un momento a otro se produjo otro episodio de violencia con armas de fuego. Lejos de causar sorpresa, sucesos como este se han convertido en una tragedia habitual en Estados Unidos.

Lamentablemente, los tiroteos masivos ya forman parte de la vida diaria de los estadounidenses. Según la organización sin ánimo de lucro The Gun Violence Archive, desde que comenzó el año se han producido al menos 602 masacres en el país. Una cifra escalofriante. Dicha entidad define este tipo de suceso como un hecho en el que mueren o resultan heridas por armas de fuego al menos cuatro personas. Un fenómeno infrecuente en casi todo el mundo que, sin embargo, en la primera potencia del mundo se ha “normalizado” y con visos de poco arreglo.

Antes de la matanza en el Walmart, perpetrada por un empleado contra sus propios compañeros de trabajo, había tenido lugar otra masacre, esta vez en un club en Colorado con clientela principalmente de la comunidad LGBTQ. Según las autoridades, se trató de un crimen de odio contra este colectivo. O sea, dos hechos que no guardan relación entre sí pero tienen un elemento en común: el uso de letales rifles de asalto para acabar con la mayor cantidad de vidas en el menor tiempo posible.

De más está decir que estos trágicos acontecimientos se repiten por lo fácil que resulta en gran parte de Estados Unidos adquirir un arma hecha para la guerra. Por más que los activistas luchan a favor del control de armas, su batalla es insuficiente frente al millonario lobby de la Asociación Nacional del Rifle (NRA), que riega generosamente con donativos a políticos del Partido Republicano dispuestos a defender lo indefendible en nombre de la supuesta defensa de la Segunda Enmienda.

Se ponen parches aquí y allá para frenar la proliferación de los rifles de asalto y lo escandalosamente viable que resulta comprarlos en armerías o en ferias, pero el esfuerzo es nimio comparado al obsceno número de armas que circula por doquier.

De acuerdo al National Firearms Survey, en 2019 unos 16 millones de estadounidenses portaron en público pistolas que estaban cargadas. Lo que resulta milagroso es que no haya más muertes, teniendo en cuenta que la mayoría de la población va armada hasta los dientes.

En el largo y doloroso proceso judicial por el caso de la matanza en 2018 en Parkland, Florida, donde murieron 17 personas y casi una veintena resultó herida, muchos de los padres que tuvieron que soportar el juicio contra el asesino confeso de sus hijos, impulsados por un deber moral, se convirtieron en activistas en defensa de un mayor control de las armas de fuego.

Al escuchar los testimonios en los que se describían las mortales y terribles heridas que sufrieron los chicos por los disparos de un AR-15, era evidente que el daño que hace este tipo de armas es mucho más devastador y extenso que el que se produce, por ejemplo, con un revólver. Para frustración de estas familias, en el estado de Florida se puede adquirir sin mayores trabas un arma como la que segó las vidas de sus hijos.

En víspera de una festividad de origen cristiano en la que muchos agradecen a Dios las bondades de la vida, hubo familias a las que sólo les quedó el llanto tras perder a sus seres queridos en los más recientes tiroteos. Ya nada ni nadie los libraría de estas cotidianas masacres.

Siga a Gina Montaner en Twitter: @ginamontaner. ©FIRMAS PRESS