Anuncios

La diferencia de edad en las relaciones: un vistazo al género y a las dinámicas de poder

A la gente bella le gusta decir que la belleza es subjetiva y que se encuentra en los ojos de quien la mira. Eso puede sonar verdadero cuando tus ojos son de un tono claro y la subjetividad de la mayoría de las personas te va a considerar una persona guapa, pero lo cierto es que, para la cultura en un sentido más amplio, la belleza y lo que consideramos “deseable” está sujeto a otras variables.

Digamos, si yo preguntara: “Según la cultura, ¿qué persona es más atractiva, una blanca o una morena?” Probablemente la respuesta sería “blanca”. Y así podríamos lanzar otras categorías: “¿Pobre o rica?” Rica. “¿Delgada o gorda?” Delgada. “¿Joven o grande?” Jov… bueno, eh, grand… bueno, eh, ¿d-depende?

¿De qué depende? Probablemente pensaste “del género”.

Checa: 10 razones para ir a terapia porque mereces bienestar y cuidar tu salud mental

En esta cultura, la edad percibida impacta en qué tan atractiva podría ser considerada una persona, pero la forma en que lo hará será distinta según el género.

Una mujer joven (o que aparente serlo) suele ser considerada más atractiva que una mujer mayor (o que aparente serlo). En cambio, en el caso de los hombres, uno joven (o que aparente serlo) puede que no sea considerado tan atractivo como uno mayor.

Como señala Susan Sontag, se trata de un doble estándar: “La belleza de un muchacho se parece a la belleza de una chica. En ambos sexos es un tipo de belleza frágil y florece naturalmente sólo en la primera parte del ciclo de la vida”.

El hombre mayor es percibido como poderoso, ¿pooooor?

Hasta 2018, el promedio de edad delhombre más atractivo del mundo” para la revista People era de 38 años, mientras que el de la “mujer más atractiva del mundo”, para la revista Esquire, era de 30.

Jonathan Goldsmith fue contratado para interpretar el papel del “hombre más interesante del mundo” por la marca de cervezas Dos Equis a los 68 años de edad (¡y mantuvo su rol hasta los 78!). Maggie Gyllenhaal fue rechazada a los 37 años para interpretar a la pareja romántica de un hombre de 55 porque se veía “muy vieja”.

Y bueno, sin irnos más lejos, las relaciones hombre-mujer con una diferencia de edad notable son comunes por todos lados.

Checa: Todo sobre la terapia de pareja: ¿en qué situaciones se recomienda?

Desde luego, no es la edad en sí lo que atrae, sino lo que interpretamos de ella: se espera que conforme un hombre crezca tenga más dinero, reconocimiento, solemnidad, experiencia de vida, capacidad de resolver problemas, vaya: poder.

Otras características físicas que suelen considerarse atractivas siguen la tendencia de considerarse así porque se asocian al poder: cuerpo musculoso, quijada rectangular, abundancia de vello en el cuerpo y rostro, voz grave, pene grande. El hombre mayor es atractivo en tanto que se asume poderoso, mientras que el joven lo es en tanto que pretenda serlo, o como dice Bad Bunny:

Yo no soy viejo pero tengo la cuenta como uno

Si quieres a la cama yo te llevo el desayuno

Como yo, ninguno

Un caballero con 21, yeah.

A diferencia de lo que ocurre con las mujeres, a quienes la sociedad considera progresivamente menos atractivas conforme desarrollan marcas de la edad, un hombre tiene la oportunidad continua de volverse cada vez más atractivo conforme más años pasan (incluso si sus características físicas no coinciden con las de la norma) porque mayor edad es promesa de mayor poder y beneficios, o como dice Becky G:

A mí me gustan mayores

De esos que llaman señores

De los que te abren la puerta

Y te mandan flores

Yo no quiero un niño que no sepa nada

Yo prefiero un tipo, traje de la talla

La promesa no es siempre atinada. Por ejemplo, sabemos que conforme pasan los años, ni siquiera ser hombre te salva de problemas como no encontrar trabajo, ser reemplazado por la nueva fuerza laboral, ser discriminado por tener edad avanzada, o enfrentarse a otro doble estándar: el de ser un hombre viejo que no sea poderoso… sólo viejo, aferrado a la gloria pasada, aquellos tiempos en que “todo era mejor”.

También sabemos que abrir la puerta y mandar flores en esencia no significa nada, como sabemos que la madurez emocional tiene que ver menos con la edad y más con una diversidad de aspectos y decisiones, por mucho que la soberbia con la que muchas personas mayores hablen pueda confundirse con sabiduría.

 

Bien que mal, esta es una de las ideas que más enraizadas están en el imaginario colectivo y, como señalaron John Gagnon y William Simon en su “Teoría de los guiones sexuales”, acaban siendo el script cultural que moldea de primera instancia aquello que consideraremos deseable y aquello que no.

Te interesa: ‘Me gusta ver a mi pareja con otras personas’: historias de a quienes les prende el ‘cuckold’

La erotización de la diferencia de edad en una relación

Si el poder es lo que nos hace atractivos, tiene sentido que tengamos deseos eróticos condicionados por una relación de poder, como es el caso de grandes diferencias de edad, en donde es más común que los hombres eroticemos las diferencias hacia abajo y las mujeres eroticen las diferencias hacia arriba.

Si son atravesados por una relación de poder, ¿estos deseos son malos? No sé. Es un análisis muy complejo y pienso que no me toca elaborar ese juicio, porque ni siquiera creo que se pueda enjuiciar algo tan íntimo e incontrolable como son los deseos que habitan el corazón de cada persona.

Cuando el deseo pasa a la acción, es otra cosa. Ahí la diferencia de edad abandona el espacio seguro de la fantasía para consolidarse en un mundo que determina muchas dinámicas alrededor de ella.

Cuando el deseo por una relación de poder se convierte en, de hecho, una relación de poder, es posible que de la diferencia surjan comportamientos violentos que se justifiquen a partir de ella.

La cultura de la pederastia (injustificable en todas sus expresiones), la presión a las mujeres por tener relaciones sexuales, las distintas formas de control que se justifican a través de la “inocencia” o “ingenuidad” de las personas menores, la industria de la “belleza”, vaya, existe todo un esquema económico y político sostenido en esta desigualdad que tiene consecuencias tanto a niveles macropolíticos como en nuestra cama.

No por nada, el argumento cliché que ciertos hombres utilizan para ligarse a mujeres más jóvenes es “eres muy madura para tu edad”, una afirmación en la que él le otorga a ella el reconocimiento al que tiene acceso, a cambio de, posiblemente, su cuerpo, admiración y cuidados, vaya, su juventud, ese divino tesoro que él sólo seguirá perdiendo cada vez más.

Sin embargo, me parece que no es tan sencillo condenar de facto todas las relaciones con diferencia de edad por sus peores desenlaces posibles.

De entrada, corremos el riesgo de simplificar las dinámicas de poder: sí, la edad es un marcador importantísimo, pero en la práctica, ¿qué representa para las personas involucradas? ¿En qué se traduce esta diferencia en la relación? ¿Cuál es su contexto? ¿Existen otras características que la hagan más horizontal?

¿Existe un límite claro a partir del cual una diferencia de edad se vuelve más problemática que otra? En lo legal sí hay uno: la marca de los 18 años. Pero luego de los 18, ¿qué?

Existe un chiste que algunxs han tomado como fórmula: la mitad de tu edad más siete es el límite inferior de personas con las que puedes relacionarte sexoafectivamente sin que sea raro.

La regla parece tener sentido si tienes 30 años y tu límite inferior es 22, ¿pero veríamos igual a una pareja de 60 y 37 años? Parece evidente que todos los intentos de buscar una fórmula o regla universal probablemente estén destinados al fracaso.

El objetivo: tener relaciones sanas, no violentas

La cantidad de años de diferencia importa. Si hablamos de personas adultas, rápidamente podemos llegar a la noción de que una diferencia de 5 años no es lo mismo a los 20-25 que a los 60-65, en tanto la experiencia y etapa de vida.

¿Pero qué es esa “experiencia” de vida? ¿Una persona que a los 30 años trabaja y se mantiene a sí misma necesariamente está en desventaja frente a una de 40 que gane menos o requiera de algún tipo de apoyo o asistencia? ¿Una persona que a los 33 años ha tenido sólo una o dos relaciones de pareja en su vida realmente está en ventaja de experiencia frente a una de 26 que ha tenido varias parejas en distintas situaciones?

Otro punto es el contexto. Este texto ha partido de la heterosexualidad porque es desde donde yo escribo y desde donde solemos pensar las diferencias de edad, sin embargo, estas podrían tener un significado completamente distinto con personas de otras identidades, orientaciones o lugares de origen.

Por poner un ejemplo, ¿una mujer lesbiana de 32 años que acaba de mudarse de su pueblo de origen para no enfrentar lesbofobia realmente se encuentra en absoluta ventaja sólo por la edad frente a una mujer de 22 años que habita la capital y que viene de una familia donde siempre se ha aceptado y apoyado su orientación?

Y hasta en la heterosexualidad hay otro tabú: relaciones con diferencias notables de edad entre una mujer y un hombre, donde la mujer es mayor.

El misógino arquetipo es la cougar: la mujer mayor que succiona la juventud de los hombres jóvenes a los que lo mismo inicia que arruina sexualmente.

Ni siquiera Brigitte Macron (68) y Emmanuel Macron (43) se salvaron de ser considerados un par de desviados. ¿Acaso no cabe la posibilidad de que una mujer mayor disfrute la juventud de un hombre en una relación romántica o sexual, efímera o prolongada, de manera consensuada, deseada y saludable?

Un punto más es el riesgo de quitarle agencia a la persona con menor edad cuando elaboramos juicios: si a Becky G, una mujer adulta, le gustan mayores ¿no es condescendiente creer de inmediato que ella no está tomando una decisión consciente y adulta si decide relacionarse sexual o afectivamente con hombres 5, 10, 20 o 30 años mayores que ella?

Incluso si obtuviese una ventaja económica o profesional por ello, ¿no es tampoco condescendiente creer que no está consciente de lo que implica? Y si se responde que sí a esta pregunta, ¿no es también condescendiente y moralino creer que ella podría hacerlo pero que, inevitablemente y en todas las circunstancias, el hombre con quien se relaciona lo hace desde una posición de poder abusiva y perversa?

¿Podrían existir otras formas de procurar que la relación de poder no se torne violenta además del juicio?

¿Y qué hay de la posibilidad del cuidado? Al hablar de relaciones con diferencia de edad y centrarnos en las violencias potenciales hacia las personas menores estamos ignorando un detalle que también ha de mencionarse: la responsabilidad de la persona mayor en utilizar su posición de poder para cuidar a la otra y horizontalizar la dinámica. ¿No sería útil hablar también de eso?

No quisiera que parezca que en este texto estoy promoviendo alguna relación de cualquier tipo o que pretendo ignorar o minimizar las violencias que, en muchas ocasiones, surgen en relaciones románticas en donde existen diferencias notables de poder. De ningún modo es la intención.

Y también quiero aclarar nuevamente que estoy hablando exclusivamente de relaciones entre personas mayores de edad.

Por el contrario, creo que es importante plantearse preguntas que maticen lo que realmente significa un indicador, el que sea, para poder promover dinámicas de pareja menos violentas y más sanas.

Dicho esto, sí me parece ingenuo negar que se puede dar el caso de que en una relación exista una diferencia de edad, que ambas personas se beneficien de alguna manera de ello, que sea una elección consciente y deseada de ambas partes, que no exista ninguna violencia percibida en sus cuerpos y mentes, y que logren crear una relación sana, casual o romántica, efímera o prolongada, como muchas otras que no tienen esa diferencia exacta.

Es decir: no creo que se trate de demonizar a las personas que erotizan diferencias de edad, sino considerar que, detrás de ese proceso, existen estructuras ideológicas, políticas y económicas sostenidas en distintas desigualdades: género, raza, clase, tamaño, edad, funcionalidad, salud, etc, que influyen en la dinámica de pareja y podrían facilitar interacciones tanto violentas como de cuidado.

Al considerar esto, uno puede preguntarse, ¿es posible tener relaciones sanas y sin violencia incluso cuando existen diferencias de poder?

Si estás en una relación con mucha diferencia de edad…

Claro, lo ideal es que esas diferencias no existieran. Pero hoy por hoy, existen; hoy por hoy, algunas personas las erotizan; hoy por hoy, otras personas las eligen. Y con eso hay que trabajar también.

Para responder eso, siguiendo con la edad, y refiriéndome exclusivamente a personas adultas, creo que habríamos de preguntarnos cómo es que ese factor opera y si podría generar alguna dinámica en la relación que se traduzca en violencia.

Algunas preguntas que creo podrían ser útiles son: ¿Qué se está buscando en esta relación? ¿Qué se obtiene de la diferencia de edad? ¿La voz de ambas personas es igualmente importante? ¿Cómo afecta la diferencia de poder? ¿La persona menor tiene igualdad de oportunidades para salirse de la relación que la persona mayor? ¿Existe un reconocimiento, como pareja, de esta diferencia y de las posibilidades y riesgos que de ahí emanan?

Si hacemos caso a las múltiples teorías sobre la construcción de la mente erótica, lo que nos queda, a nivel individualísimo, es intentar encontrar la mejor forma de entenderlo y negociar con ello, en lo que suceden (¡o generamos!) los distintos cambios sociales que den pie a nuevos deseos que, idealmente, nos lleven a tener relaciones sanas y menos violentas.