Disney+: descolorida e innecesaria remake de La dama y el vagabundo

La dama y el vagabundo (Lady and the Tramp, 2019). Dirección: Charlie Bean. Guion: Kari Grandlund y Andrew Bujalski. Fotografía: Enrique Chediak. Música: Joseph Trapanese. Edición: Melissa Bretherton. Elenco: con las voces originales de Tessa Thompson, Justin Theroux, Janelle Monáe, Sam Elliott y Ashley Jensen, y los actores Kiersey Clemons, Thomas Mann, Yvette Nicole Brown y F. Murray Abraham. Duración: 98 minutos. Disponible en: Disney+. Nuestra opinión: regular.

Antes de zambullirse en esta remake concebida en algún laboratorio de marketing hay que volver a ver la versión original de La dama y el vagabundo, estrenada en 1955. Después de este sencillo ejercicio llegará, inexorable, el mismo veredicto planteado frente a otras actualizaciones encaradas por Disney a partir de sus propios clásicos. Es innecesario y hasta inútil darle esta clase de vueltas a películas tan perfectas y tan complejas desde su aparente sencillez como las que hacía el estudio en los tiempos dominados por el fundador del estudio.

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A menos que exista la oculta y secreta intención de revalidar los méritos de la versión original en la comparación directa con una remake tan descolorida no aparece otro motivo razonable para volver sobre un clásico que no tiene una sola mácula y ensayar a partir de él una vuelta de tuerca de propósitos inexplicables. ¿Acaso el público actual (los chicos, sobre todo) no entenderán lo que pasa y necesitan media hora más para aclarar algunas cuestiones? La versión animada de 1955 dura 70 minutos aprovechados al máximo. En esta remake, unos cuantos de sus 98 minutos sobran.

¿O acaso sentirán algunos que hace falta ahora darle a la ciudad prototípica del Medio Oeste en la que transcurre la acción, ambientada en 1909, un carácter multirracial que la versión original no tenía? Ese cambio no le agrega ni le quita nada a la trama y más bien contribuye todavía más a estirarla sin necesidad, porque el argumento central es el mismo y unas cuantas escenas son idénticas a las que aparecieron hace 65 años. ¿Habrán pensado quizás algunos otros que la trama se enriquecería con canciones nuevas? Todo lo contrario. Sin ir más lejos, el tema de los gatos siameses escrito especialmente para esta versión está a años luz de la sugestiva belleza de la composición original de 1955.

Y hablando de afear cosas bonitas no cuesta mucho percibir que los sentimientos humanos que se expresan en este tipo de historias a través de los animales (La dama y el vagabundo es, por sobre todo, una gran historia de amor) funcionan mucho más a través de la estilización propuesta desde el cine animado. El adiestrador de perros más competente del mundo no podría jamás reemplazar en este terreno a un animador. Sobre todo porque cualquier escena de perros parlantes impone por definición la exigencia de sobreexplicaciones. El gesto de un personaje animado necesita en un escenario "live action" de unas cuantas palabras y movimientos, siempre más de los requeridos para lograr el resultado deseado.

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Por todo eso, lo mejor que podría pasar con La dama y el vagabundo es regresar al encanto y la elegancia de la película original. Esta nueva versión solo podría llamar la atención de los amantes de los perros (Rose y Monte, los ejemplares reales que le dan vida a la pareja central, son tiernos y espléndidos) y de los seguidores de las magníficas voces que tienen algunos actores de Hollywood. Como Sam Elliott, que hace "hablar" al sabueso Trusty si optamos por seguir esta remake con el audio original en inglés. Escuchar esa voz grave, profunda y muy bella siempre es un disfrute.