Anuncios

Doctor Sleep o cómo el terror de Stephen King aún nos lleva a lugares insospechados

Cortesía Warner Bros.
Cortesía Warner Bros.

¿Era realmente necesario que la aterradora The Shining de Stanley Kubrick tuviera una secuela cinematográfica? Es bien sabido que a Stephen King no le gustó nada la adaptación realizada por el célebre cineasta de su novela gótica de terror de 1977, que se convirtió en un elemento legendario del género en su era moderna, y en 2013 escribió y publicó una novela de seguimiento, titulada Doctor Sleep, que explora ampliamente la edad adulta de Danny Torrance, el hijo de 5 años de la familia protagonista en la historia original.

El libro, aunque pesado en algunos aspectos (varios críticos y lectores consideraron que su enfoque en la lucha contra el alcoholismo era en extremo regañón y arrogante), fue un éxito de ventas, por lo tanto, si se necesitaba o no una secuela, esta existe ahora, adaptada por el director Mike Flanagan (que hizo la miniserie de Netflix inspirada en el clásico The Haunting of Hill House de Shirley Jackson) y protagonizada por el célebre escocés Ewan McGregor como el atormentado pero comprensivo Dan Torrance.

El Doctor Sleep de Flanagan, que al durar 151 minutos es incluso más larga que la cinta de Kubrick, es completamente diferente de esa película. La original, lanzada por Warner Bros. en 1980, funcionaba más un misterioso sueño febril ambientado en el siniestro y elegante hotel Overlook durante un largo y brutal invierno. La nueva película es más una historia de aventuras y violencia gráfica que se extiende por los Estados Unidos y abarca casi 40 años.

Aún si King detestó la versión cinematográfica con Jack Nicholson basada en su libro, llegando incluso a mandar hacer una miniserie mediocre de 1997, Flanagan intenta vincular tanto el mito literario como el mito de la película. Por lo tanto, Doctor Sleep está llena de referencias a su ilustre predecesora, desde la alfombra hexagonal del hotel hasta la aparición de la espeluznante habitante de la suite 317. (Por desgracia, un Jack Nicholson digitalmente rejuvenecido no aparece). Principalmente es porque la trama que florece en Doctor Sleep crece de las semillas plantadas hace más de cuatro décadas.

En 1980, Danny Torrance era un pequeño que montaba en triciclo y tenía el don de la telepatía o “resplandor”. Teniendo en cuenta que conoció a un cocinero que también era telepático, es lógico suponer que otras personas también podrían tener el don; Doctor Sleep nos cuenta sobre esas personas.

Cortesía Warner Bros.
Cortesía Warner Bros.

También es una suposición lógica creer que Danny tendría dificultades para recuperarse de todo lo que presenció en The Shining, ergo, el Dan adulto es un alcohólico con traumas diversos, que se dedica a huir de sí mismo a lo largo de los años. Su madre, Wendy (encarnada en la cinta de Kubrick por una Shelley Duvall al borde del colapso mental y aquí representada en flashbacks por Alex Essoe), murió años atrás y él ahora es un vagabundo que bebe mucho y que regularmente termina sus noches con una pelea en un bar, una aventura con una mujer extraña, o ambas cosas. Sin embargo, incluso en su momento más desesperado, tiene un aire tristeza: McGregor pocas veces ha presentado una interpretación tan matizada.

Eventualmente, Dan consigue trabajo en un hospicio de New Hampshire donde usa su telepatía para calmar a los moribundos, ahí uno de los pacientes lo apoda Doctor Sleep. Así es como él los ayuda a encontrar la paz, y él también encuentra algo de serenidad, pero las cosas se complican; sin que él lo sepa, hay una pandilla de depredadores psíquicos itinerantes llamada The True Knot que cruzan los Estados Unidos en casas rodantes, manteniendo su antena mental en pos de niños con poderes extrasensoriales. Cuando localizan a sus víctimas, las matan brutalmente (entre más sufra la víctima, mejor) y absorben su fuerza vital. Estos monstruos de aspecto hípster no son vampiros tradicionales que beben sangre y esquivan la luz del día, pero la implicación inquietante es que cada leyenda sobre vampiros deriva de ellos.

La líder de esta cruza entre nómadas post-hippies y la Familia Manson es la enigmática Rose the Hat, interpretada por la hermosa actriz sueca Rebecca Ferguson (Mission: Impossible) con una formidable mezcla de encanto seductor y sangre fría. Eso sí, es un poco decepcionante que su pandilla no sea más amenazante o terrorífica. Supuestamente son asesinos en masa con habilidades aterradoras, pero después de una espeluznante secuencia de apertura en la que secuestran a una niña, que rinde homenaje bastante claro al Frankenstein de James Whale (1932), dejan de meter miedo y pasan la mayor parte de sus escenas sentados alrededor de fogatas en el bosque, aburridos y quejándose del lento paso del tiempo y la falta de presa hoy en día. Es así que, después de una brutal y desagradable secuencia a la mitad (que involucra un cameo de Jacob Tremblay, el encantador chiquillo de Room) The True Knot decide que su próxima comida consistirá en Abra (la carismática Kyliegh Curran), una niña de 13 años que ha estado en contacto telepático con Dan. Y él, al principio se muestra reacio a involucrarse, pero acaba por aceptar que solo él puede salvarla de un destino horrible. Es aquí donde la película sufre una especie de crisis de identidad.

Cortesía Warner Bros.
Cortesía Warner Bros.

Precisamente, ese parece ser el problema en el enfoque de Flanagan: a veces se siente errático y está densamente poblado con nuevos personajes aburridos entre los cuales el ritmo narrativo se desbalaga. Su atención se distrae de la figura central, que de otro modo podría haber sido un verdadero objeto de fascinación: Dan y su relación con sus demonios.

Eventualmente, después de una larga, larga serie de desvíos narrativos sin sentido, nos encontramos de regreso en el hotel Overlook en la secuencia climática, el papel central del mal está decepcionantemente asignado a Rose y sus hippies vampiros que no resultan tan aterradores o interesantes como las gemelitas o el ascensor que escupe sangre, pero de algún modo parece redundante. A pesar de algunos grandes momentos, lo que ocurre en la parte media de Doctor Sleep hasta el final, parece engorroso e innecesario: un borroso intento de llegar a los talones del original.

Aun así, y siendo justos, Doctor Sleep mejora cuando uno se da cuenta de que es menos una película de terror que una melancólica película de superhéroes con vagos ecos de terror. La trama se reduce a la batalla entre dos sociedades secretas de extraños sobrehumanos con nombre en código, por lo que tiene mucho en común con la franquicia X-Men, y de hecho, la aclamada Logan de James Mangold (2017) viene a la mente: un tratamiento más maduro de temas fantásticos que funcionó mucho mejor que la atroz Glass de Shyamalan.

Cortesía Warner Bros.
Cortesía Warner Bros.

Este producto de estudio bien podría, de tener éxito, comenzar una franquicia propia. Siendo honestos, Flanagan no enfatiza excesivamente sus conexiones con el resto del trabajo de King, pero su película abarca tantas de las obsesiones del autor (gatos, poderes psíquicos, niños desaparecidos, lugares siniestros) que incitará a los espectadores a preguntar si los eventos de Carrie, The Dead Zone, y Pet Sematary se desarrollan en un universo ficticio compartido al estilo de la Marvel o DC.

Si a Doctor Sleep le va bien en taquilla, puede dar lugar a una serie de secuelas explícitas y spin-offs establecidos en el “King-verse”, con más adaptaciones y remakes de otras cintas basadas en novelas suyas (¿recuerdan que en los 80 hubo años en los que salían por lo menos dos películas inspiradas en su trabajo?). Quizá, si son mejores que esta adaptación un poco tibia de un libro que era decididamente malo desde un principio, esto podría ser algo interesante y marcar un nuevo rumbo para la narrativa cinematográfica asociada con el que es el autor más leído del mundo.