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“Don’t Stop”: la historia de un triángulo amoroso entre los miembros de Fleetwood Mac que se convirtió en una canción “multiuso”

La formación de Fleetwood Mac en sus dorados 70: John McVie, Christine McVie, Stevie Nicks, Lindsey Buckingham y Mick Fleetwood
Michael Ochs Archives

“Vos sos un cheto asqueroso/vos sos un cheto infeliz/infeliz, yo no lo soy/yo soy stone, yo soy stone”. ¿Qué es este canto de guerra tribal que sólo perdura en la memoria oral? No es patrimonio de una hinchada de fútbol ni tampoco una señal identitaria del público de Ratones Paranoicos o Viejas Locas, sino que está bastante atrás en la cadena genética de la subcultura stone argentina caricaturizada como Rolinga desde los 90 (y actualizada por la llegada de Okupas al streaming, con Walter). Esta rima que opone stones a chetos es tan anónima como el folklore más profundo del norte argentino, los montes Apalaches de los Estados Unidos o el cancionero gitano. No se sabe quién y cuando la empezó aunque se presume que salió de algunas de las barras que asistían a los bailes organizados por los disc jockey top (Pont Lezica, Rafael Sarmiento) de la segunda mitad de los 70 en los clubes (GEBA, Ferro, Comunicaciones) vestidas por la tienda Little Stone. Lo comprobable sí es la música: el estribillo de “Don’t Stop”, uno de los simples de Rumours, el onceavo álbum de Fleetwood Mac editado en 1977.

Sobre el original “Don’t stop, thinking about tomorrow/it’ll soon be here/it’ll be better than before/Yesterday’s gone, yesterday’s gone” es que la emergente tribu stone tradujo lo que era una letra sobre la separación entre la tecladista Christine Perfect (autora de letra y música) y el bajista John Mc Vie en definitivamente otra cosa. Una apropiación al otro lado de América que reconvertía el conventillo amoroso de Fleetwood Mac en un himno de sábado a la noche, de identidad social y pertenencia rocker frente al avance de la música disco. La gran paradoja es que la música de Fleetwood Mac en la etapa de Rumours podía asociarse más con el imaginario cheto que con el stone. Para ponerlo en claro: la marcha stone se montó sobre un hit de discoteca cheto. Tal el malentendido de este episodio de auténtica antropología pop.

Editado como simple en Argentina como “No te detengas” (muy parecido al posterior “No me pares ahora” de Queen), el tercer corte de Rumours tiene un aire triunfal en la intro que se resuelve en ese estribillo eufórico con destino de apropiación. No fueron solo los stones del fin del mundo quienes lo utilizaron sino que Bill Clinton lo arrebató como su canción de campaña tanto en la Convención Demócrata como en las elecciones presidenciales de 1992. Si bien la letra de Christine alude a la liberación que sintió al dejar atrás ocho años de pareja con uno de los fundadores del grupo de Londres-Los Ángeles, para el carismático demócrata era ese optimismo del tipo “mañana es mejor” lo que le servía de la canción. Además, claro, de apuntar a la educación sentimental de millones de votantes que se vieron sacudidos por el rumor de Rumours (el nombre aludía al zumbido de la prensa amarilla sobre ellos) que alcanzó el hito de un tsunami discográfico vendiendo 40 millones de copias desde su salida. Interesante que la misma canción haya sido desviada para darle identidad al primer presidente de la generación baby boomer de Estados Unidos y a una subcultura que es pura invención argentina.

Con este álbum en el que se ventilaban los conflictos cruzados entre las parejas del grupo (unos ABBA hippies) formadas por Christine con McVie y Stevie Nicks con el guitarrista Lindsey Buckingham, el grupo había cristalizado su tercera reinvención. A cada recambio generacional parecía corresponderle una versión. Los que crecieron con Beatles y Stones se quedaron con la versión original y blusera comandada por Peter Green (uno de los héroes de Pappo para que le tomen el peso); los que se iniciaron en la cultura pop de la segunda mitad de los 70 definitivamente con esta que representaba el sonido de la costa oeste con una profundidad que de soft no tenía nada. En el medio el grupo sufrió mutaciones varias manteniendo la columna vertebral con Mc Vie y Fleetwood hasta que la incorporación de Christine y luego los americanos Stevie Nicks (con un registro cercano al de Patti Smith) y el guitarrista-cantante-productor Lindsey Buckingham cambió para siempre el destino del grupo.

Christine McVie y Stevie Nicks en el Omni Coliseum de Atlanta, en 1977
Rick Diamond


Christine McVie y Stevie Nicks en el Omni Coliseum de Atlanta, en 1977 (Rick Diamond/)

En “Don’t Stop” o “No te detengas” (o ¿”Yo soy Stone”?) las voces de Buckingham y la de Christine se intercalan en las estrofas y el estribillo. En un disco que parece un grandes éxitos este es el hit que más alto llegó en Billboard ocupando el número 3 (en Inglaterra no llegó al top 30) y, sí, el más bailable aunque de disco no tenía nada. Lo que lo vuelve inmediatamente seductor es la cadencia country-pop del piano acentuada con la fuerza de un toro mecánico. Solo que en lugar de expulsar, aquí la fuerza de la música es centrípeta, convoca. Por lo demás le sobra rock: Buckingham sobregraba guitarras creando una manta eléctrica que no deja intersticio propulsada por el empuje de una base monolítica. Pero como el éxito era sinónimo de venderse (luego transar) estos Fleetwood Mac con dos chicas al frente eran mirados de reojo por el militante rocker.

Reconstruir la escena es difícil y no sobran testimonios (aportados en el libro 100 Veces Stones, 2016) pero lo que cuenta Pont Lezica es que cuando sonaba “Don’t Stop” había un sector muy diferenciado que se separaba del centro de la pista para cantar este remix vocal contra los que se quedaban bailándola. De todas esas noches recuerda una en el gimnasio Etchart de Ferro que terminó en “batalla campal”. Un cuadro perfecto de music hall social (¿Nuestro Saturday’s Night Fever o Quadrophenia?) con vestuario completo: los stones peregrinaban a la tienda regenteada por Carlos Sáez en la Galería del Este para vestirse como los rock stars que admiraban en la revista Pelo (Los Stones, claro, pero también la onda de Rod Stewart), mientras que los así llamados chetos eran más clásicos. Una guerra de mocasines contra las Topper que había impuesto Guillermo Vilas. Luego, las tenis arrasaron con todo y entonces vino la distinción por colores: celestes (chetos) y rojas (stones).

John McVie, Lindsey Buckingham, Christine McVie, Stevie Nicks y Mick Fleetwood
Fin Costello


John McVie, Lindsey Buckingham, Christine McVie, Stevie Nicks y Mick Fleetwood (Fin Costello/)

Cheto o stone o ninguna de las dos cosas, “Don’t Stop” es uno de los clásicos de la formación más perdurable de Fleetwood Mac que no tiene que rendir ninguna reverencia al culto que los eruditos del blues profesan al Swingin’ London. Rumours, que fue editado en Argentina en copia fiel al original (sobre con letras incluidas) por MH gana solidez con los años. Prueben de escuchar a Stevie Nicks cantando “Gold Dust Woman” en el cierre del álbum. Ese gorjeo de hechicera embriaga.

Acaso los Mac pusieron demasiado alta la vara de lo que es comercial. Y acaso el malentendido de “Yo soy Stone” exponía lo mal que se los estaba escuchando entonces. ¿Sabrán Christine y Stevie lo que hicieron los chicos de los bailes en Buenos Aires con el tercer simple de su disco más vendido? ¿Lo entenderían los Rolling Stones restantes? Un antropólogo por acá, por favor.