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¿Cómo el coronavirus y el confinamiento cambiarán a nuestros niños?

Los niños de esta generación llevarán la impronta del coronavirus y el aislamiento. [Foto: Getty Creative]
Los niños de esta generación llevarán la impronta del coronavirus y el aislamiento. [Foto: Getty Creative]

Cada generación tiene sus propios traumas. Sus luchas. Esos momentos que les marcan y unen en una narrativa histórica común. La generación de nuestros abuelos, los niños de la postguerra, estuvo marcada por el hambre y la austeridad. Esas experiencias, de alguna forma, forjaron su carácter y su recuerdo les ha acompañado durante toda la vida. Es probable los niños de esta generación lleven la impronta del coronavirus y el aislamiento.

La cuarentena puede causar estrés postraumático en los niños

Un tercio de los niños podrían desarrollar estrés postraumático si no se gestiona bien el aislamiento. [Foto: Getty Creative]
Un tercio de los niños podrían desarrollar estrés postraumático si no se gestiona bien el aislamiento. [Foto: Getty Creative]

En algunos países de Europa se intentó proteger a los niños de la Segunda Guerra Mundial evacuándolos de las grandes ciudades, donde corrían más peligro, para llevarlos a sitios más protegidos, generalmente ubicados en zonas rurales o incluso fuera del país.

Anna Freud y Dorothy Burlingham trabajaron en uno de esos centros. Allí tuvieron la oportunidad de comprender el impacto psicológico de la guerra en los niños analizando sus reacciones a las evacuaciones, la destrucción, los bombardeos y la pérdida de sus padres.

Sus primeras conclusiones fueron desoladoras: “a primera vista, parece que los niños pequeños tienen pocas probabilidades de escapar sin daños de las actuales condiciones de guerra. O permanecen en las zonas bombardeadas con sus padres y, además del peligro físico, sufren por los miedos y las emociones de sus madres, y se endurecen brutalmente por la destrucción que los rodea y la vida en el refugio. O bien, evitan estos peligros, son evacuados del país y sufren otras conmociones por la separación de los padres a una edad en la que necesitan estabilidad emocional y permanencia […] Las evacuaciones, bajo las condiciones presentes, pueden conmocionar tanto como los bombardeos”.

Sin embargo, ¿qué sucede cuando los niños no son separados de sus padres sino del resto de las personas? ¿Qué sucede cuando sus rutinas se suspenden de repente y se ven obligados a estar confinados en casa?

Uno de los pocos estudios que pueden arrojar luz sobre los posibles efectos psicológicos de la cuarentena en los niños fue realizado en la Universidad de Kentucky. Estos psicólogos analizaron las respuestas de las familias que se pusieron en cuarentena durante la pandemia de H1N1 en Estados Unidos.

Comprobaron que un tercio de los niños y el 25% de los padres desarrollaron síntomas de estrés postraumático. Concluyeron que “las medidas de contención de enfermedades, como la cuarentena y el aislamiento, pueden ser traumáticas para una porción significativa de niños y padres”.

En los niños, el estrés postraumático suele manifestarse en forma de pesadillas en las cuales reviven los sucesos traumáticos. También pueden tener arrebatos de rabia sin causa aparente, mostrarse temerosos, nerviosos, ansiosos e irritables. Otros niños pueden reaccionar retrayéndose o mostrándose apáticos, de manera que pierden interés por casi todo lo que antes les divertía o agradaba.

Muchos niños somatizan esos problemas, por lo que pueden empezar a tener dolores de cabeza, vómitos, náuseas y/o problemas dermatológicos. En algunos casos se puede apreciar una regresión a etapas iniciales del desarrollo. El niño puede volver a mojar la cama, por ejemplo, o recuperar el miedo a la oscuridad.

Esta perspectiva no es tranquilizadora. Sin embargo, las conclusiones finales a las que llegaron Freud y Burlingham con los niños de la guerra arrojan un rayo de esperanza. Estas psicoanalistas constataron que incluso en las peores circunstancias, es posible mitigar el impacto psicológico de los acontecimientos en los niños. ¿El secreto? Que los adultos estén emocionalmente disponibles y creen rutinas que brinden estabilidad.

Dentro de la mente infantil “confinada”

Cada niño vive la experiencia del confinamiento de manera diferente. [Foto: Getty Creative]
Cada niño vive la experiencia del confinamiento de manera diferente. [Foto: Getty Creative]

En estos momentos muchos niños se han quedado sin sus compañeros de juego. La mayoría de los adultos, por desgracia, no son tan buenos compañeros de juego. Solemos ser impacientes, aburridos desde la perspectiva de los niños y siempre tenemos otras cosas “más importantes” que hacer. A veces jugamos, pero no estamos plenamente presentes. Nuestra mente está en otra parte. Y los niños lo notan.

Por tanto, los hijos únicos, una categoría que ha crecido en los últimos tiempos, podrían tener más dificultades para sobrellevar el confinamiento ya que les falta la riqueza de estímulos que ofrece el juego compartido con sus coetáneos.

No obstante, a los niños también les han arrancado de cuajo de su rutina cotidiana, la cual confería un orden y una previsibilidad a sus jornadas. Muchos también se han separado de algunas de sus figuras de apego, como los abuelos o tíos. Esos cambios, obviamente, ponen del revés su mundo.

Como resultado, pueden sentirse confundidos y desorientados. También es probable que sientan la mordida de la fragilidad y la vulnerabilidad. Si echan a volar su fantasía e imaginan escenarios catastróficos, también pueden sentir miedo e indefensión, algo más peligroso en los niños pequeños porque no diferencian bien entre la realidad y la fantasía.

La imposibilidad de salir de casa para retomar los hábitos con los que se sentían a gusto también puede generar una gran frustración y hacer que los niños se vuelvan más irritables. Aunque los peques comprendan – a nivel racional - que no pueden salir, emocionalmente les puede costar aceptar las limitaciones del confinamiento.

Sin embargo, eso no significa que los niños de esta generación estén abocados a vivir un trauma colectivo debido a la cuarentena. La reacción de los padres es esencial para contrarrestar esos estados emocionales y mitigar el impacto del confinamiento.

Los padres son el espejo en el que se miran los niños

Los padres pueden actuar como amortiguadores de la adversidad en sus hijos o pueden convertirse en amplificadores de la misma. [Foto: Getty Creative]
Los padres pueden actuar como amortiguadores de la adversidad en sus hijos o pueden convertirse en amplificadores de la misma. [Foto: Getty Creative]

Los niños son muy sensibles, pero también se adaptan con facilidad. Cuando no saben cómo reaccionar ante situaciones nuevas, buscan puntos de referencia en sus padres, que se convierten en sus modelos para procesar, interpretar y reaccionar ante lo que ocurre. Eso significa que los padres pueden actuar como amortiguadores de la adversidad en sus hijos o pueden convertirse en amplificadores de la misma, sin darse cuenta.

Los padres tienen la misión de ayudar a sus hijos a gestionar las emociones y darle sentido al mundo que les rodea. Deben ayudarles a comprender lo que están viviendo. Darles herramientas para combatir la frustración. Animarles cuando se entristecen. Ser comprensivos con su irascibilidad.

Obviamente, esa misión puede llegar a ser agotadora, sobre todo en estos momentos. En circunstancias normales, los padres tendrían el apoyo de los cuidadores diurnos - escuela, tíos y/o abuelos. Ahora no. Se han quedado sin la posibilidad de recargar una batería emocional que ya funcionaba a media capacidad debido a las preocupaciones y la ansiedad que ellos mismos están sufriendo por esta crisis.

En esta situación, los adultos corremos el riesgo de someternos a una gran carga emocional. Nuestros recursos psicológicos se agotan debido a la exposición prolongada a un estrés que parece multiplicarse por todas partes. Por eso podemos ser más propensos a perder la paciencia o ser menos sensibles. Como resultado, no solo no podemos brindar la estabilidad emocional que necesitan nuestros hijos, sino que les transmitiremos nuestro miedo y ansiedad.

De hecho, el citado estudio de la Universidad de Kentucky encontró una fuerte relación entre el estrés postraumático de los padres y el estrés que mostraban sus hijos. El 86% de los casos de estrés postraumático infantil coincidía con esa misma condición en los padres. ¿Qué significa eso?

Que aunque existen niños que pueden ser más vulnerables psicológicamente ante una pandemia, como aquellos que ya se sentían solos antes de que todo comenzara, la manera en que los adultos gestionen lo que está ocurriendo puede ser decisiva para su salud mental.

¿Cómo aliviar el impacto psicológico del confinamiento infantil?

Recurrir al optimismo y la fantasía ayudará a los niños a sobrellevar mejor la cuarentena. [Foto: Getty Creative]
Recurrir al optimismo y la fantasía ayudará a los niños a sobrellevar mejor la cuarentena. [Foto: Getty Creative]

No sabemos cuándo podremos retomar la normalidad. Un paseo al aire libre puede contribuir a liberar la energía y el estrés infantil, pero no implica un retorno a las rutinas que conocía el niño. Por eso es importante que los padres hagan todo lo que esté a su alcance para mitigar el impacto psicológico de la cuarentena.

No es necesario esconder las emociones a los niños porque estos terminarán intuyendo que algo malo o raro pasa. Los niños son capaces de percibir el estado emocional de sus padres desde una edad muy temprana, en especial emociones como la tristeza y el miedo. En su lugar, los padres pueden aprovechar para convertirse en un modelo de gestión emocional.

Eso significa explicarles por qué están preocupados o tristes. Se trata de aportarles información comprensible, acorde a su edad y nivel de madurez, sobre lo que está ocurriendo. No hay que minimizar el peligro, pero tampoco exagerarlo. Los niños deben comprender por qué es importante quedarse en casa.

Obviamente, es fundamental que los padres afronten el confinamiento de la mejor manera posible. Si se lamentan continuamente por estar encerrados en casa, los niños también lo vivirán como un castigo. En vez de centrarse en lo negativo, pueden aprovechar para crear nuevos hábitos y rituales divertidos y reconfortantes que protejan el funcionamiento familiar y confieran cierto orden a la jornada.

Estar disponibles en todo momento para escuchar las preocupaciones infantiles y validar sus emociones y sentimientos también contribuirá a que los niños se sientan más seguros y tranquilos pues saben que en caso de necesidad tienen una figura a la cual recurrir.

En resumen, la mayoría de los niños no tienen por qué desarrollar un trastorno psicológico debido a la cuarentena. Un trauma no se genera automáticamente por haber vivido una situación difícil, también depende del significado que atribuyamos a esa situación.

Obviamente, existen eventos que traen la semilla del trauma debido a su crudeza, pero siempre tenemos un margen de maniobra. Y en el caso de los niños ese margen de maniobra llega de la mano de su optimismo innato, su capacidad para soñar y la confianza en que incluso los milagros más improbables pueden hacerse realidad.

Por tanto, si el coronavirus y el confinamiento van a marcar a esta generación, debemos asegurarnos de que dejen una impronta positiva. Que se convierta en la generación que luchó con disciplina. La generación que aprendió – finalmente – a diferenciar lo esencial de lo superfluo. La generación que quiso volver a la naturaleza. La generación que reconoció que, por mucho que avance la tecnología, los besos y los abrazos son insustituibles. Y que todos juntos somos más fuertes.

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