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Cómo beneficia el ejercicio a los cerebros envejecidos

Voluntarios que participaron en clases baile antes de la pandemia en Newark, Nueva Jersey, mostraron mejoras en los centros de memoria del cerebro. (Universidad Estatal de Nueva Jersey vía The New York Times)
Voluntarios que participaron en clases baile antes de la pandemia en Newark, Nueva Jersey, mostraron mejoras en los centros de memoria del cerebro. (Universidad Estatal de Nueva Jersey vía The New York Times)

El ejercicio puede cambiar la manera en que porciones cruciales de nuestro cerebro se comunican a medida que envejecemos, pues mejora algunos aspectos del razonamiento y la memoria, según afirma un nuevo y fascinante estudio sobre el cerebro envejecido y el ejercicio aeróbico. La investigación, que se realizó con personas afroestadounidenses de edad avanzada, revela que, cuando se hace ejercicio de manera regular, las porciones desconectadas del centro de memoria del cerebro empiezan a interactuar de nuevas maneras complejas y más saludables, lo cual agudiza el funcionamiento de la memoria.

Estos hallazgos amplían nuestro entendimiento de la forma en que el movimiento moldea el razonamiento y también resaltan la importancia de mantenernos activos, sin importar nuestra edad.

La idea de que la actividad física mejora la salud cerebral está bien fundamentada. Algunos experimentos realizados con animales y personas demuestran que el ejercicio aumenta la cantidad de neuronas en el hipocampo, lo cual es esencial para la creación y el almacenamiento de recuerdos, y también mejora las habilidades de razonamiento. En el caso de las personas mayores, la actividad física regular contribuye a frenar la pérdida habitual de volumen cerebral, lo cual podría ayudar a evitar la pérdida de memoria relacionada con la edad y quizá reducir el riesgo de padecer demencia.

También hay indicios de que el ejercicio puede alterar cómo se comunican entre sí partes muy alejadas del cerebro. En un estudio de 2016 con imágenes de resonancia magnética, por ejemplo, los investigadores descubrieron que partes dispares del cerebro se iluminaban al mismo tiempo en estudiantes universitarios que corrían, mientras que en los alumnos sedentarios esto no era tan frecuente. Se cree que esta actividad cerebral coordinada es una forma de comunicación que permite que diversas partes del cerebro colaboren y mejoren las habilidades de razonamiento aunque no compartan una conexión física. En los corredores, las porciones sincronizadas estuvieron relacionadas con la atención, la toma de decisiones y la memoria de trabajo u operativa , lo cual indica que correr y hacer ejercicio tal vez contribuyó a agudizar su mente.

Con personas mayores

Sin embargo, esos estudiantes eran jóvenes y sanos, por lo que enfrentaban una amenaza menos inminente de pérdida de memoria. Se sabía poco sobre si el ejercicio podía alterar los sistemas de comunicación de cerebros mayores y más débiles, cómo lo hacía y cuáles eran los efectos de esta reconfiguración en el razonamiento, en caso de que los hubiera.

Por lo tanto, en el nuevo estudio, que fue publicado en enero en la revista Neurobiology of Learning and Memory, Mark Gluck , profesor de neurociencia en la Universidad Estatal de Nueva Jersey, y sus colegas decidieron analizar qué ocurría al interior de los cerebros y las mentes de personas mucho mayores si empezaban a hacer ejercicio.

En particular, Gluck se preguntaba cómo reaccionarían sus lóbulos temporales mediales. Esta parte del cerebro contiene el hipocampo y es el núcleo de nuestro centro de memoria. Por desgracia, su funcionamiento interno suele comenzar a decaer con la edad, lo cual deriva en fallas en el razonamiento y la memoria. Pero Gluck sospechaba que el ejercicio podría alterar esa trayectoria.

Por suerte, como director de la Aging & Brain Health Alliance (Alianza para el Envejecimiento y la Salud Cerebral) en la universidad, Gluck ya estaba a cargo de un experimento en curso relacionado con el ejercicio. Con la colaboración de iglesias y centros comunitarios locales, él y sus colaboradores ya habían reclutado a hombres y mujeres afroestadounidenses mayores y sedentarios del área de Newark, Nueva Jersey. Los voluntarios, la mayoría de más de 60 años, fueron al laboratorio de Gluck para que les hicieran una revisión de salud y condición física, así como pruebas cognitivas. Unos cuantos también accedieron a que se escaneara su actividad cerebral.

Después, algunos comenzaron a hacer ejercicio, en tanto que otros decidieron ser parte del grupo de control sedentario. Al principio, todos compartían un nivel similar de condición física y funcionamiento de la memoria. El grupo que comenzó a hacer ejercicio tomó clases de baile aeróbico de una hora dos veces a la semana en una iglesia o centro comunitario durante 20 semanas.

Entonces, Gluck y su compañera de investigación Neha Sinha, junto con otros colegas, les pidieron a 34 de los voluntarios que en un inicio se habían sometido a escaneos cerebrales que regresaran a realizarse otro. Diecisiete de ellos se habían ejercitado durante ese tiempo; el resto no. Estos grupos también repitieron las pruebas cognitivas.

Los hallazgos

Los científicos compararon los perfiles y de inmediato notaron diferencias sutiles en la manera de operar de los cerebros de los participantes que se ejercitaron. Sus escaneos mostraban más actividad sincronizada en sus lóbulos temporales mediales en comparación con el grupo sedentario, y esta actividad era más dinámica. Ciertas zonas de los lóbulos de aquellos que hicieron ejercicio se iluminaban juntas y luego, en cuestión de segundos, se realineaban y se iluminaban al mismo tiempo que otras secciones del lóbulo. Esta sincronización tan indiscriminada indica una especie de flexibilidad juvenil en el cerebro, afirma Gluck, como si los circuitos intercambiaran parejas de baile con soltura en una fiesta. Los cerebros de quienes hicieron ejercicio “reorganizaban sus conexiones con flexibilidad”, explica, de una manera que no pudieron reproducir los cerebros del grupo sedentario.

Es igual de importante el hecho de que esos cambios se manifestaron en el razonamiento y la memoria de los participantes. Aquellos que hicieron ejercicio obtuvieron mejores resultados que antes en una prueba que evaluaba su habilidad para aprender y retener información y aplicarla de manera lógica en nuevas situaciones. Este tipo de razonamiento ágil involucra al lóbulo temporal medial, afirma Gluck, y suele deteriorarse con la edad. No obstante, los participantes mayores que hicieron ejercicio obtuvieron mejores resultados que al principio y aquellos cuyos cerebros mostraron la mayor cantidad de interconexiones nuevas en ese momento superaron al resto.

Sin embargo, esta investigación se realizó con afroestadounidenses de edad avanzada, un grupo que está subrepresentado en las investigaciones sanitarias, pero que tal vez no refleja la realidad de todas las personas mayores. A pesar de ello, “parece que la flexibilidad neuronal” que se adquiere al hacer ejercicio unas cuantas veces a la semana “conduce directamente a la flexibilidad de la memoria”, concluye Gluck.

This article originally appeared in The New York Times.

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