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Emociones corrosivas: ¿nos dejamos dominar por el odio?

Es uno de los sentimientos que más nos complica la vida, provoca un enorme desgaste de nuestra mente y nuestra personalidad y es el origen de muchos conflictos de ideología y fanatismo. Las reflexiones de este neurocientífico español arrojan luz al tenso momento actual

No es sano mezclar política y deporte, pero las declaraciones de Piqué y su ‘derecho’ a pertenecer a la selección española han provocado enfrentamientos verbales y airadas manifestaciones.
No es sano mezclar política y deporte, pero las declaraciones de Piqué y su ‘derecho’ a pertenecer a la selección española han provocado enfrentamientos verbales y airadas manifestaciones.

¿Qué está pasando en España y en el mundo? La envidia, la codicia, la culpabilidad, la vergüenza, el odio y la vanidad nos rodean y se han convertido en caldo de cultivo del caos generalizado, pero también son la fuentes de muchos problemas de corte social y económico.

Entender y comprender cómo y porqué surgen las emociones que causan esas reacciones es primodial para poder controlarlas. Por eso, hemos contactado con el mayor especialista en neurociencia de este país, Ignacio Morgado, quien nos desvela en ‘Emociones corrosivas’ las claves para aprender a combatir las emociones.

La emoción es siempre una especie de revolución fisiológica corporal automática, rápida e inconsciente, pues la persona emocionada apenas nota esos cambios que ocurren en su cuerpo como la liberación de adrenalina o la disminución en la resistencia eléctrica de su piel.

Pero el cerebro, audiencia cautiva y permanente de todo lo que pasa en el cuerpo, está preparado para detectar retroactivamente la propia reacción emocional que él mismo provoca, y lo hace de un modo muy especial que consiste en convertir cada patrón de reacciones corporales en una experiencia consciente específica, es decir, en un sentimiento, como el miedo, la alegría, la tristeza, el orgullo o los celos, o en otros muchos como la envidia, la vergüenza, la codicia, el odio o la vanidad.

Entre ellas hay una que está degenerado graves altercados sociales: el odio. Se define como una emoción negativa profunda e intensa, causada por la creencia o el juicio de que el otro, el odiado, es un ser malvado y detestable.

El rey de España, Felipe VI, abogó el martes por mantener el orden constitucional en Cataluña en una jornada de masivas manifestaciones en Barcelona contra la respuesta policial al referéndum de autodeterminación del domingo.
El rey de España, Felipe VI, abogó el martes por mantener el orden constitucional en Cataluña en una jornada de masivas manifestaciones en Barcelona contra la respuesta policial al referéndum de autodeterminación del domingo.

“Muchas veces es un estado de excitación que cuando no se contiene se caracteriza por un determinado patrón de tensión muscular, malestar gastrointestinal, tensión y pulso elevado y sentimientos de sobrecarga, explica Morgado, catedrático de Psicobiología y director del Instituto de Neurociencias de la Universidad Autónoma de Barcelona. Esto pasa al estar desbordados por la situación, de fijación en lo odiado y de deseos de venganza”.

Los analistas advierten del peligro de fomentar estas actitudes desde puestos de poder y púlpitos políticos, pero también señalan que la fuente más moderna de odio son las redes sociales e Internet.

Por supuesto, no todo es odio en ellas, pero el grado de anonimato y el sentido de impunidad que esas redes pueden proporcionar hace que mucha gente pierda la inhibición a la descalificación, el insulto y la amenaza. Eso solivianta a los mencionados que sintiéndose entonces aludidos e igualmente parapetados tras su ordenador o su iPad pueden descargar respuestas semejantes o todavía más descalificadoras, agresivas o provocadoras, las cuales, a su vez, encienden más a quien las inició, que vuelve a responder originando una cadena ininterrumpida de agravios sucesivos, atizando un odio creciente y dispuesto en muchos casos a manifestarse fuera de la red por otros medios más contundentes

“Y así ocurre, desgraciadamente, en muchas ocasiones cuando los contenidos de los mensajes incitan al odio al confrontar posiciones ideológicas o militancias radicales en terrenos como la política o el deporte, particularmente el fútbol”, apunta el experto, en cuyo libro ‘Emociones Corrosivas’ nos enseña a combatir, desde la neurociencia, las emociones nocivas que nos dominan.

Una teoría clásica del odio le atribuye tres componentes: negación de intimidad, pasión y compromiso. La negación de intimidad implica alejamiento del odiado, buscar la distancia, evitar su proximidad, no intimar con él. La pasión conlleva miedo y rabia, como respuesta a una amenaza sentida proveniente del odiado. El compromiso es de devaluación, desconsideración y desprecio del odiado. Quienes fomentan el odio persiguen siempre que la gente genere esos tres componentes hacia el odiado.

Por otro lado, la psicoterapeuta Elisabeth Young Bruehl propone tres tipos de odio:

  1. El obsesivo, propio de nazis o los hutus.

  2. El histérico, propio de ciertos racismos, prejuicios inconscientes o deseos sexuales de agresión.

  3. El narcisista, propio del sexismo o de quien se cree superior al odiado.

Los odios genéricos, propios de muchas gentes o colectivos, como el odio a la pederastia, al mal tiempo o a los atascos en la carretera, son los más promulgados. Los odios individuales suelen ser motivo de mayor discreción, pues a las personas no les gusta ser descubiertas en su odio y por eso muchos odios se ocultan, especialmente los que no tienen una justificación socialmente compartida.

“En cuanto a su intensidad, añade el experto, el odio puede ser moderado, intermedio o intenso y grave”.

Se ha dicho que el odio es frío cuando incluye simplemente desprecio, desconfianza y asco o leves prejuicios respecto al odiado. El odio es caliente cuando se acompaña de miedo y rabia, pasión y compromiso de acción contra lo odiado. “El odio moderado es relativamente benigno y contenido porque suele limitarse a una persona particular, o a alguna característica o acción de esa persona, como al modo de enseñar del profesor o el odio que manifiestan a veces los estudiantes adolescentes respecto a alguno de sus compañeros”.

Vivir continua o frecuentemente preocupados por la impresión que damos a los demás es algo que compromete seriamente la salud y el bienestar de las personas. Es muy penoso vivir de tal modo que nuestro estado de ánimo, nuestro bienestar emocional, esté en manos de lo que hagan, digan o piensen los demás de nosotros.
Vivir continua o frecuentemente preocupados por la impresión que damos a los demás es algo que compromete seriamente la salud y el bienestar de las personas. Es muy penoso vivir de tal modo que nuestro estado de ánimo, nuestro bienestar emocional, esté en manos de lo que hagan, digan o piensen los demás de nosotros.

El racismo y la homofobia

Entre los prejuicios más importantes causantes de odio están siempre los relacionados
con el racismo y la homofobia. En los países occidentales muchas personas blancas sienten a los hombres negros como más proclives al crimen que a los blancos. Cuanto más oscu
rala piel, más prejuicio. También los homosexuales pueden tener un plus otorgado de injusta
culpabilidad simplemente por su orientación sexual. El odio racista deriva muchas veces
de ese tipo de prejuicios, más que de conocidos antecedentes criminales o conductas
delictivas de las personas odiadas.

La ideología y el fanatismo

La ideología, especialmente cuando se convierte en fanatismo, es otra poderosa fuente de odio. Una ideología es un sistema o conjunto de creencias sobre la sociedad ideal o deseable, creencias que suelen llevar apareada la promesa de un mundo y una vida mejor para los creyentes, para una determinada nación o grupo social o incluso para toda la humanidad. El adoctrinamiento ideológico mismo suele responder a odios ancestrales que interesa perpetuar, y a ambiciones de poder.

Ha realizado estudios y trabajos de investigación en las universidades del Ruhr y de Oxford, así como en el Instituto Tecnológico de California (Caltech). Ha recibido varios premios académicos y de divulgación científica y ha sido coordinador de la colección de neurociencia de Ariel, editorial en la que ha publicado las obras Emociones e inteligencia social, Cómo percibi mos el mundo, Aprender, recordar y olvidar y La fábrica de las ilusiones.

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