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Enrique Ponce enciende las críticas por su comportamiento de adolescente enamorado

“Cuando zarpa el amor, navega a ciegas”, que cantaba Camela. Todo un himno que bien podríamos aplicar a la historia de Enrique Ponce en estos momentos de su vida. El torero ha reaparecido este fin de semana en una plaza de toros después de la crisis sanitaria del coronavirus, pero no ha sido su faena en el ruedo lo que ha provocado que las redes hayan ardido en críticas durante los últimos días por el comportamiento del torero. Sus excesivas muestras de amor a su nueva novia, Ana Soria, han provocado la ira de muchos taurinos que hasta han ido a la plaza con pancartas de apoyo a Paloma Cuevas.

Enrique Ponce y Ana Soria muestran su amor en Instagram.
Enrique Ponce y Ana Soria muestran su amor en Instagram.

Horas antes de que Ponce saltara al ruedo vestido con el traje de luces, su novia, Ana Soria, publicaba una fotografía de los dos abrazados y dándose un tierno beso en los labios. “El corazón más noble que he conocido nunca. Te quiero (más que ayer, y menos que mañana)”, escribía la joven estudiante de Derecho junto a un emoji de un corazón en su perfil de Instagram. Ana ha dado un golpe en la mesa para que Enrique le dé su sitio y ya no tiene miedo a esconderse detrás de comentarios en las fotos de su chico o de emojis cariñosos, ahora le demuestra y le grita su amor a los cuatro vientos... en las redes sociales, que por algo ella es millennial.

Pero lo que prendió la mecha de las críticas más feroces en Twitter fue la respuesta que le dio Ponce a Ana a su declaración de amor. “Te AMO mas que a mi vida!!! ❤️❤️ Forever!!!”, escribía el diestro, así con mayúsculas, corazoncitos, varias exclamaciones... vamos, como si se tratara de un adolescente enamorado y de un hombre de 48 años, recién separado de su mujer y con dos hijas que seguramente tienen Instagram y pueden leerlo. Además, Ponce ha eliminado de su feed todas la fotos junto a Paloma Cuevas de los últimos dos años, un gesto que bien se le podría atribuir a un quinceañero que no quiere que se le relacione con el pasado, pero recordemos que él es un hombre de casi cincuenta años.

En las últimas semanas, las cosas han saltado por los aires en su demostración de amor. Hemos visto a la parejita de vacaciones en el Cabo de Gata, en Almería, dándose mimos, besitos y abrazos amorosos en unas rocas aparentemente alejadas de miradas indiscretas (pero no de las cámaras de televisión). También hemos disfrutado de su amor en alta mar a bordo de un yate donde ella le ponía cremita al torero en la espalda y nos volvían a regalar más besos, o en el balcón de la casa de unos amigos de Ana donde se comían, literalmente, a besos. También hemos visto a Ponce disfrutar de una noche de party y copeteo junto a Ana y sus amigos veinteañeros con los que parece haber hecho una pandi de lo más juvenil.

Demuestra su amor en la plaza

Y la gota que ha colmado el vaso de la paciencia de los seguidores del torero y de sus haters también fue cuando el pasado sábado Enrique Ponce pisaba la plaza de toros de Osuna (Sevilla) y el domingo la de Navas de San Juan (Jaén), justo el día del 30 aniversario de su debut en los ruedos. Aunque muchos esperaban que esa tarde estuviera presente en la grada Ana Soria, la joven prefirió esperar a su novio en el hotel para no eclipsar la faena tan especial del diestro valenciano. En la plaza de toros hubo de todo, seguidores que alabaron al diestro únicamente por eso, por su faena como torero de clase y elegante como el que más, pero otros aterrizaron en las gradas con pancartas en las que se mostraban partidarios de Paloma Cuevas y destacaban su figura como señora con mayúsculas al permanecer en un segundo plano en toda esta polémica de su separación. Pero eso a Ponce le dio igual.

¿Qué hizo al pisar el albero? Pues justo antes de hacer el paseíllo, para que las cámaras de televisión y el público presente lo captaran, dibujó en la arena de la plaza una A (de Ana) con su pie y la repasó varias veces para que quedara bien marcada en el suelo (normalmente los toreros dibujan una cruz en señal de fé antes de empezar a torear). El gesto de Enrique Ponce fue tachado de infantil por los aficionados taurinos pero a él le volvió a resbalar lo que hayan podido decir. Está enamorado, y punto. No hay más que añadir y él se ha puesto el mundo por montera para vivir su amor.

“Infantil”, “poco respetuoso”, “exagerado”, “adolescente enamorado”, “poco habitual a su edad”... La lluvia de críticas no se hizo esperar. Algunos comentaron que ese exhibicionismo del torero no era respetuoso con Paloma Cuevas, la que ha sido su esposa durante casi 25 años; otros aseguraban que Ponce estaba haciendo las cosas mal y que debería cortarse un poco a la hora de poner esos comentarios que podrían herir a sus hijas, y los menos alababan al torero por mostrarse tal y como es y demostrar sus sentimientos a su nueva pareja y al mundo entero, claro.

Pero es que, según contó Gema López en Sálvame, Ana le habría puesto un ultimátum a Ponce hace algo más de un mes tras un supuesto acercamiento del torero a su todavía mujer durante el confinamiento. "Durante la cuarentena hubo más de un acercamiento a Paloma hasta el punto de tener relaciones de las que mantienen los matrimonios. Paloma entiende que este acercamiento supone una vuelta a la vida matrimonial, creo que Ana se entera y le dice aquí tenemos que hacer algo: o sigues con tu vida o nosotros comenzamos una relación. De ahí que todo se precipite", explicaba la colaboradora añadiendo que Paloma estaba destrozada por la exposición mediática de su ex y el daño que le está provocando a ella, pero sobre todo a sus dos hijas, de 12 y 8 años.

Ana Soria no estuvo el fin de semana viendo a su chico, pero sí lo ha hecho este lunes. La almeriense asistía a ver torear a Enrique Ponce a la plaza de La Merced de Huelva por la Feria de Las Colombinas. La joven lo hizo junto a dos de sus mejores amigas, de su edad también, Pilar López Cuadra-Pérez (con la que suele subir fotos a Instagram) y Leti Pérez, y se sentó en el tendido luciendo un veraniego vestido lencero de color gris, poco apropiado para ir a los toros a las cinco de la tarde, para qué negarlo, y más para una noche de fiesta. Además, como mandan las normas sanitarias, llevaba la mascarilla puesta. Durante la faena, Ana grabó en varias ocasiones con su móvil a su novio, algo que también hicieron sus amigas, una situación muy típica entre la gente de su edad. También ojeó el teléfono, quizá para ver alguna actualización de Instagram, y aplaudió a su novio con energía cuando fue necesario. Él, por su parte, le respondió de nuevo dibujando una A en la arena antes de comenzar a torear.

Parece que Ana quiere así distanciarse de la figura de la típica y clásica mujer de torero, que se queda en casa sufriendo mientras su pareja se juega la vida en la plaza esperando a que le llame al terminar la faena. Así lo hacía Paloma Cuevas, que en contadas ocasiones fue a la plaza y siempre contó que lo pasaba fatal cuando Enrique toreaba y ella se quedaba en casa pensando en lo que le podía pasar, sobre todo, cuando nacieron sus hijas. Y de hecho Paloma está estos días en su finca de Jaén junto a sus niñas. Quiere estar alejada de escándalos, de las críticas a su ex y de todo lo que pueda perjudicar a sus dos pequeñas. Ella ha optado por la discreción que siempre ha mantenido, por ser una señora y guardar silencio y dejar que los demás den la imagen que quieran dar. Ella es lo que es: elegante, glamurosa y con una educación exquisita. No necesita dar exclusivas ni posar en una revista, ni dejarse fotografiar de vacaciones triste y apesadumbrada para que luego todo el mundo tenga el derecho para hablar de ella, porque eso lo deja para otros.

Ana tiene 22 años y nada tiene que ver con la mujer de torero que todos conocemos, la que vive en una finca, tiene hijos, cuida de ellos y mantiene siempre un perfil bajo. Ana quiere pisar fuerte, quiere demostrarle todo su amor a su novio estando a su lado en la plaza, quiere que conozca a sus amigos aunque se lleven más de 20 años, y hasta ha renunciado a una beca Erasmus con la que se tendría que ir a Polonia en septiembre para cursar el tercer año de Derecho. Y lo ha hecho por amor, para seguir disfrutando de su relación en plena libertad y sin miedo a las críticas que pueda suscitar. Enrique Ponce está enamorado como un quinceañero y por eso hace ‘locuras’ de amor por su chica. Le da igual lo que digan, lo que comenten, lo que se tuitee y hasta lo que le griten en la plaza de toros. Para él Ana es el amor de su vida... “FOREVER!!!”.

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