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Estrenos de teatro. Fausto en Villa Olivia, una parábola romántica ilustrada a través del desasosiego de un hombre que pacta con el diablo

Milagros Almeida y Marcelo Nacci, en Fausto en Villa Olivia
Milagros Almeida y Marcelo Nacci, en Fausto en Villa Olivia

Autor y director: Héctor Levy-Daniel. Intérpretes: Marcelo Nacci, Milagros Almeida, Ricardo Cerone, Alejo Mango, Nacho Vavassori y Amanda Bond. Escenografía y vestuario: Gabriella Gerdelics. Iluminación: Ricardo Sica. Música: Edu Svetelman. Sala: Teatro Del Pueblo, Lavalle 3636. Funciones: sábados, a las 17.30. Duración: 70 minutos. Entrada: $2.500, estudiantes y jubilados $2.200. Pase vecinal $1.800 por www.alternativateatral.com.ar

Fausto perdió su sueño. Ese sueño, esa razón de ser para él de afincarse en ese pueblo de necios, era su mujer Elena. Ella muere. Y esa Elena que lo esperaba cuando veía asomar un punto rojo, que a cierta velocidad avanzaba por la carretera para llegar a su encuentro y darle un abrazo, un beso, un día se evaporó de la Tierra. Fausto pensó, quizá, que ella era inmortal, tal era su amor por esa mujer, pero no. Con el tiempo esa ausencia para Fausto se convierte en un Vía Crucis cotidiano que lo hace perder la brújula de su vida. El es médico pero ya casi no le despierta pasión su profesión. El cura, atiende y sabe tener una palabra de aliento para los desahuciados, pero éstos, a raíz de un hecho confuso, terminan dándole la espalda.

La pregunta es: ¿el amor lo puede todo, el amor es todo? Porque lo cierto es que la pérdida de ese amor para el doctor lo termina devastando y es en esos instantes taciturnos que vive el doctor, cuando se aparece Mefistófeles, que siempre parece estar agazapado esperando la oportunidad de abalanzarse cuando percibe a un ser devastado en su existencia terrenal. Mefistófeles se aproxima a Fausto con una tentación difícil de rechazar. Ese trato entre Fausto y Mefistófeles, que tiene un alto precio, es el leit-motiv de esta pieza de un autor muy premiado y reconocido internacionalmente, Héctor Levy-Daniel.

Héctor Levy-Daniel si bien ilustra su parábola romántica a través del desasosiego de ese hombre que pacta con el diablo, para reencontrarse con su amada, no es el único tema que aborda en la pieza. Ese es tan sólo un eslabón de un relato que se propone demostrar, una y mil veces más, que el sufrimiento, la libertad, la esclavitud del hombre, o la explotación de unos por otros, no es de hoy, es algo heredado a través de los tiempos. Su pieza se propone ser un eco de distintas épocas, de demostrar que nada ha cambiado y la mezquindad sigue perenne. Ya que el hombre es capaz de equivocarse una y mil veces, con la misma actitud de ceguera de no querer ver. Esa es la danza de los necios, que hoy creen en las promesas de quienes les proponen darles un fruto jugoso y mañana se lo quitan arbitrariamente y sin ningún decoro.

Fausto en Villa Oliva, es una obra que refiere a un pueblo, como metáfora de una urbe humana que se deja someter por el más fuerte y cree tener en ese médico de pueblo, Fausto, un aliado , una especie de Padre eterno en la Tierra que los va a cuidar del villano, el que acá adquiere la cara de Sandor, un latifundista dueño de una mina que contamina el agua y ha provocado varias muertes. Una muerte imprevista, pero anunciada, hace que los habitantes le den la espalda a su Salvador, el médico Fausto y lo traicionan, lo hieren a través de un corrillo de chismes y amenazas, como lo suelen hacer los que son hijos del rigor y el sometimiento.

Ricardo Cerone y Marcelo Nacci
Ricardo Cerone y Marcelo Nacci - Créditos: @Camila Levy-Daniel

Premiado no sólo en el país, también el extranjero Héctor Daniel-Levy es un original pensador y filósofo del alma humana. Sus textos se han inspirado en clásicos, leyendas y mitos. Y éste es uno de esos textos reveladores, inspirado en el mito de Fausto, pero que también encuentra ecos en otras piezas, entre ellas, por mencionar dos: Un enemigo del pueblo, de Henrik Ibsen y en El mito del Orfeo. Su puesta es como un tableau-vivant, que se asemeja a una pintura (cuyo origen data del 1700), también es una especie de oratorio, en la que los actores entran y salen, dicen sus parlamentos a público, o dialogan entre ellos y lo hacen a través de susurros, de imponer levemente sus convicciones. El dúo Fausto-Mefistófeles adquiere un cierto valor incandescente, taciturno y levemente amenazante.

Quizá Levy-Daniel director hubiera necesitado otorgarle un tono más pronunciado a algunos personajes, hacerles imponer su carácter mediante una gestual más prolífica. Pero su puesta es despojada, minimalista, casi silenciosa, pero certera y la escenografía e iluminación acompañan la historia otorgándole al relato, un profuso sentido metafórico, el de una leyenda de ayer, que tiene sus ecos hoy, en pleno siglo XXI.