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Eulalia de Borbón, la infanta de España 'expatriada' cien años antes que doña Cristina

La infanta Cristina de Borbón y Grecia cumple este verano once años lejos de España. En julio de 2009, la hermana del rey Felipe y su familia se mudaron a Washington, la capital de Estados Unidos, por motivos laborales. Un mes de julio, pero de 2013, la exduquesa de Palma volvió a hacer las maletas y se instaló con sus hijos a Ginebra, la ciudad suiza donde reside hasta la fecha. Hace exactamente cien años, hubo otra infanta expatriada. Se llamaba Eulalia de Borbón y, al igual que doña Cristina, vivió once años de desarraigo.

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María Eulalia Francisca de Asís Margarita Roberta Isabel Francisca de Paula Cristina María de la Piedad de Borbón y Borbón nació el 12 de febrero de 1864 en el Palacio Real de Madrid. Fue siempre conocida como Eulalia, nombre que le puso su madre, la reina Isabel II, en honor a la santa y patrona de Barcelona. Tuvo una vida errante, marcada por el exilio. En 1868, con solo cuatro años, huyó con su familia de las garras de La Gloriosa, la revolución que destronó a su madre.

Creció y se educó en París, y no pudo regresar a España hasta que su hermano, Alfonso XII, ascendió al trono. Educada en la capital francesa, Eulalia se convirtió en una mujer liberal e independiente, dos cualidades que desentonaban con la rigidez de la Corte española. En 1900, se separó de su marido, Antonio de Orleans ,duque de Galliera, lo que causó consternación a su sobrino, Alfonso XIII. La agitada vida de sus hijos tampoco pasó desapercibida en Palacio. Su hijo Alfonso se casó en 1909 con la princesa Beatriz de Sajonia-Coburgo-Gotha, prima de la reina Victoria Eugenia, sin la bendición del rey, y las andanzas de su hijo Luis Fernando terminaron colmando la paciencia del monarca, que le retiró la distinción de infante.

En 1910, Eulalia se dedicó a escribir un libro, al que tituló Au fil de la vie (Al hilo de la vida). Alfonso XIII le advirtió a su tía que no publicara la obra porque había llegado a sus oídos que se trataba de un texto feminista, que hablaba de la igualdad, y que exigía reformas en la monarquía. Ciertamente, Au fil de la vie exaltaba ideas modernas para su tiempo, como la emancipación económica de la mujer o que la Corona debía “volver a ser defensora del pueblo frente al expansionismo absorbente de la nobleza”. “Jamás pensé que mi libro fuera piedra de escándalo, pues no había, tampoco, razón para ello.

No pensé que mis enemistades dejadas al paso en la Corte y el alarmismo de algunas personas frente a todo pensamiento pudieran convertir Au fil de la vie en libro inmoral, escandaloso, atentatorio a la religión, a la monarquía, a las buenas costumbres y al orden establecido”, reconocería Eulalia años después en sus memorias. “Ni de política ni de religión trataba yo en mi obra”.

V

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Su vuelta a España

Eulalia acató la orden de su sobrino y destruyó los ejemplares, pero unos cientos de ellos llegaron a las librerías de París. El Rey, furioso, castigó su desobediencia firmando una Real Orden que le prohibía volver a España. “Decidí no discutir, ni apelar a nadie, ni tratar de probar mi buena fe, dejando que los años con su calma pusieran la verdad en su puesto”, recordaría en sus memorias. Pasó once años de destierro viviendo en su piso del parisino bulevar Lannes, y viajando por Europa, de Corte en Corte: Alemania, Inglaterra, Holanda, Rusia… “No quería pedirle al rey que revocara la orden que me prohibía regresar, orden, además, que, aunque en vigor, había dejado de tener importancia”, dijo en los años treinta.

En el verano de 1921, viajó a Deauville, en Francia, y se encontró inesperadamente con su sobrino. “La nutrida colonia española que estaba allí entró en expectación al darse cuenta de nuestro encuentro”, revelaría tiempo después en su autobiografía. “Pasaron unos minutos embarazosos para los que éramos protagonistas de la improvisada y casi ridícula escena. Alfonso vino hacia mí con las manos extendidas. ‘Tía, ¿cuándo vuelves a España?’, me preguntó. ‘Ya sabes que nos alegrará tenerte de nuevo con nosotros. Todo esto ha sido una tontería de la que ni tú ni yo tenemos la culpa”. Eulalia de Borbón, una mujer con carácter, no se lo puso fácil. “¿Sabes? He perdido un poco la costumbre de ir a España y hasta el deseo, no creas. Nada tengo que buscar en Madrid”, le respondió. “Le darías una alegría a mi madre”, replicó el monarca en tono de súplica, refiriéndose a la reina María Cristina. Y así, sin más, a principios de 1922, la infanta errante volvió a casa.