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La Eurocopa femenina inicia con un claro favorito y muchos candidatos al título

La jugadora inglesa Ella Toone durante un entrenamiento previo al debut en la Eurocopa 2022 femenina en Inglaterra. (Foto: Action Images via Reuters/Carl Recine)
La jugadora inglesa Ella Toone durante un entrenamiento previo al debut en la Eurocopa 2022 femenina en Inglaterra. (Foto: Action Images via Reuters/Carl Recine)

Ese clásico y conocido sentimiento hervía en el cálido aire nocturno mientras 20.000 aficionados salían en oleadas del Elland Road el 24 de junio. Inglaterra acababa de desmantelar a la campeona europea reinante. Faltaban solo unos días para que se celebrara, en terreno local, un torneo importante. Las semanas previas al certamen parecían relucir con promesas.

Para este momento, Inglaterra ya debería saber cuán peligroso es ese sentimiento. Junio solo es traición e ilusión. Cuando llega julio, y trae consigo la desgarradora plenitud de la luz veraniega, toda esa fe y esperanza tiende de manera infalible a cuajarse hasta convertirse en decepción y arrepentimiento. Esas banderas, blandidas con tanto orgullo, invariablemente cuelgan flácidas bajo el calor.

Desde luego que hay razones para creer que este año será distinto. Abundan. La selección femenina de Inglaterra, sin lugar a dudas, llega a la Eurocopa de 2022 como una candidata genuina para ganar su primera gran distinción internacional.

Cuenta con tantas y tan variadas fortalezas que casi parece vilipendioso señalar que tiene ventaja de local y puede esperar el respaldo de aforos estridentes. Ninguna jugadora se atrevería a decirlo, pero, si Inglaterra sale triunfante del campeonato femenino europeo que comienza la próxima semana, no será gracias a la pasión del público, sino al talento y la experiencia de la escuadra.

Su entrenadora neerlandesa, Sarina Wiegman, conoce el camino a la gloria: llevó a su país natal a obtener ese título hace cinco años. Tiene un equipo plagado de futbolistas que aparecen con regularidad en las mejores competencias del mundo. Tiene un historial reciente de haber incursionado en lo más profundo de las etapas finales de los torneos.

“Tras ver esos últimos 30 minutos, los equipos estarán muy preocupados”, comentó Mark Parsons, el entrenador de los Países Bajos, después de que su equipo fue dominado en el Elland Road. “Inglaterra será una de las favoritas del torneo”. Tiene razón. Hay un argumento convincente para asegurar que Wiegman y sus jugadoras no solo pueden salir triunfantes el próximo mes, sino que deberían hacerlo.

La jugadora española Alexia Putellas celebra después de marcar un gol durante el partido amistoso entre Italia y España en el estadio Teófilo Patini el 1 de julio de 2022. (Foto: Tullio M. Puglia/Getty Images)
La jugadora española Alexia Putellas celebra después de marcar un gol durante el partido amistoso entre Italia y España en el estadio Teófilo Patini el 1 de julio de 2022. (Foto: Tullio M. Puglia/Getty Images)

El problema es que se puede decir lo mismo de varios de los oponentes de Inglaterra en el torneo. Se podría plantear un argumento igual de convincente para España, un equipo construido alrededor de las estrellas de la escuadra del Barcelona, que ha conquistado todo, y que presume como figura central a Alexia Putellas, considerada por muchos como la mejor futbolista del planeta.

Los Países Bajos tampoco deberían ser tomados a la ligera, a pesar de su derrota en Leeds. Tan solo han pasado tres años desde que las neerlandesas, al mando de Wiegman, compitieron en la final de la Copa del Mundo. Vivianne Miedema, Lieke Martens, Danielle van de Donk y las demás en esencia siguen siendo las mismas.

No ha pasado ni siquiera un año desde que una selección sueca, plagada de experiencia, compitió en la final olímpica. Aunque perdió la medalla de oro frente a Canadá, debería servir de advertencia la manera en que la escuadra de Peter Gerhardsson aplastó no solo a Japón, sino también a Australia y a Estados Unidos durante su buena racha.

Las aspiraciones de Francia parecen limitadas no solo por los efectos secundarios del que se conoce en términos diplomáticos como el caso Aminata Diallo —es difícil disipar las sospechas de que acecha otro momento como el que se vivió en Knysna, pero en los alrededores menos glamorosos de Rotherham—, sino también por la curiosa decisión de su entrenadora, la imponente Corinne Diacre, de ignorar a dos de sus mejores jugadoras. Eugénie Le Sommer y Amandine Henry brillarán por su ausencia.

En contraste, Noruega está apuntalada por el regreso de una fuerza. La sola presencia de Caroline Graham Hansen del Barcelona habría bastado para que las noruegas fueran una amenaza. El hecho de que ahora hayan podido convocar a Ada Hegerberg, la delantera que busca compensar el tiempo perdido después de perderse casi dos años de su carrera debido a las lesiones, podría bastar para convertir a Noruega en una digna contendiente.

En todos los torneos importantes, ya sean femeninos o masculinos, la verdad es que parte del encanto recae en la impredecibilidad derivada de la rareza comparativa de un fútbol internacional significativo.

Son poco frecuentes los choques de potencias consolidadas, o esperadas, entre finales y por eso es difícil interpretar el mérito de los equipos comparándolos entre sí. Por ejemplo, tanto Argentina como Brasil llegarán a Qatar 2022 más adelante este año entre los favoritos para arrebatar a Europa el Mundial (varonil) por primera vez desde 2002.

Lionel Messi de Argentina es marcado por Gerson de Brasil durante su partido de fútbol clasificatorio sudamericano para la Copa Mundial de la FIFA Qatar 2022 en el estadio San Juan del Bicentenario en San Juan, Argentina, el 16 de noviembre de 2021. (Foto: ANDRES LARROVERE/AFP vía Getty Images)
Lionel Messi de Argentina es marcado por Gerson de Brasil durante su partido de fútbol clasificatorio sudamericano para la Copa Mundial de la FIFA Qatar 2022 en el estadio San Juan del Bicentenario en San Juan, Argentina, el 16 de noviembre de 2021. (Foto: ANDRES LARROVERE/AFP vía Getty Images)

Ambos países están en excelente forma. Los dos traen un impulso considerable. No obstante, el significado y el valor de esto se enturbian por el hecho de que solo han enfrentado selecciones europeas en un puñado de ocasiones desde 2018, todas ellas en los entornos insulsos y vagamente desensibilizados de los juegos de exhibición.

Eso también es verdad para la Eurocopa de este verano: la victoria 5-1 de Inglaterra sobre las neerlandesas puede o no ser una guía real de la fortaleza de los dos equipos, pero parece relevante notar que los Países Bajos dejaron descansar a algunas de las futbolistas destacadas que están a disposición de Parsons —incluida Miedema— y habían tenido bastante menos tiempo de entrenamiento que las inglesas. Ninguno de esos factores importará si los dos equipos se ven las caras en la final en Wembley.

Sin embargo, el efecto de esos enfrentamientos no jugados se magnifica por el hecho de que se transmite muy poco fútbol femenino de clubes, ciertamente en comparación con el deporte masculino. La percepción de que la Women’s Super League de Inglaterra es el torneo nacional más fuerte de Europa ha surgido al menos en parte porque sus equivalentes de España, Francia y Alemania no cuentan con ningún acuerdo de transmisión.

No cabe duda de que la escuadra de Inglaterra, como lo ha observado Wiegman, está llena de talento. Tener una idea clara y detallada de cómo se compara eso con la fortaleza de, digamos, España tal vez sea irrelevante —no siempre gana los torneos el equipo más talentoso— y algo impreciso. Ni siquiera los datos de rendimiento brindan por fuerza un panorama completo, ya que la producción estadística de las jugadoras depende en su totalidad del contexto en el que operan.

Conforme crezca el fútbol femenino, esto debería empezar a cambiar y traer consigo varios beneficios materiales. Sin duda sería una lástima que la insularidad que aqueja al deporte varonil —no nombraremos a nadie, Inglaterra— sea adoptada por un deporte que ha experimentado su brote estelar en un mundo mucho más conectado.

Sin embargo, mientras tanto, tal vez lo mejor sea solo disfrutar sus efectos: un torneo importante que ofrece la esperanza de una incertidumbre legítima, uno que posiblemente podrían conquistar casi la mitad de los equipos participantes (Dinamarca… nos olvidamos de Dinamarca) y que, como solían ser los torneos, no reflejará una jerarquía consolidada, sino servirá para definirla.

Bale a la MLS

Gareth Bale ha ganado cinco veces la Liga de Campeones. Posee tres títulos de España y los mismos Mundiales de Clubes y Supercopas de Europa. En algún momento, fue el futbolista más caro del mundo, siempre que Cristiano Ronaldo no estuviera escuchando. Anotó el mejor o el segundo mejor gol en una final de la Liga de Campeones.

Gareth Bale de Gales durante el partido del Grupo 4 de la Liga de Naciones de la UEFA entre Gales y Holanda en el Feijenoord Stadion el 14 de junio de 2022 en Rotterdam, Holanda. (Foto: James Williamson - AMA/Getty Images)
Gareth Bale de Gales durante el partido del Grupo 4 de la Liga de Naciones de la UEFA entre Gales y Holanda en el Feijenoord Stadion el 14 de junio de 2022 en Rotterdam, Holanda. (Foto: James Williamson - AMA/Getty Images)

Ha marcado más goles para su país que ningún otro jugador. Ha sido la figura central de la reintegración de Gales en las filas de las naciones élite del fútbol: al poner fin a la espera para obtener un lugar en las rondas finales de un torneo importante en 2016 y después, hace menos de un mes, al calificar por primera vez a una Copa del Mundo en más de 60 años. Apenas tiene 32 años.

Por lo tanto, es difícil explicar por qué la partida de Bale de Europa y su llegada a la Major League Soccer, con Los Ángeles FC, han sido tan discretas en comparación. Digamos que el valor de Bale debería ser mayor del que tenía Zlatan Ibrahimovic cuando aterrizó en Norteamérica. Está más cerca de su plenitud de lo que estaba Andrea Pirlo cuando llegó a Nueva York. Su currículo es mejor que el de Frank Lampard cuando realizó la misma maniobra.

La explicación más evidente es que los últimos tres años de la década que Bale pasó en el Real Madrid han sido decepcionantes, al menos a nivel personal. Ha sido poco más que otra opción en el club desde su intervención decisiva en la final de la Liga de Campeones de 2018. Por razones que no siempre han quedado del todo claras, el club mismo lo ha retratado como un villano.

Es una lástima que esa conclusión desalentadora haya llegado a empañar, hasta cierto grado, cuánto ha logrado Bale, cuánto se ha elevado. Según cualquier métrica o medida, ha tenido la carrera de una superestrella. Sin duda Bale es el mejor golpe maestro que ha dado un equipo de la MLS desde Ibrahimovic, y tal vez incluso desde David Beckham. Es tentador preguntarnos si solo después de su retiro empezaremos a verlo así.

¿Una nueva idea? Buuuuuuuu.

Mis lectores habituales ya se habrán dado cuenta de que la opinión calculada de este periodista es que el fútbol no asimila muy bien los cambios. Todos los deportes atesoran sus tradiciones, las costumbres y las prácticas que les dan su folclor y su magia, pero pocos oponen tanta resistencia frente a la marcha implacable del progreso.

Alessio Romagnoli del AC Milan levanta el trofeo con sus compañeros de equipo después de ganar la Serie A. (Foto: REUTERS/Alberto Lingria)
Alessio Romagnoli del AC Milan levanta el trofeo con sus compañeros de equipo después de ganar la Serie A. (Foto: REUTERS/Alberto Lingria)

Por lo tanto, no debería sorprender a nadie que la idea —que anunció esta semana la FIGC, el órgano rector del fútbol italiano— de que la diferencia de goles y los enfrentamientos directos no serán lo que decida el título de la Serie A, sino un desempate en el que el ganador se llevará todo, no se haya recibido exactamente con una aclamación universal.

Para ser sinceros, difícilmente es una revolución de gran envergadura. La nueva medida se aplicará únicamente si los equipos que terminan en primero y segundo lugar al final de temporada tienen la misma cantidad de puntos. Sin embargo, esto casi no ha suavizado el golpe de lo que, para muchos, es una ruptura sin sentido de la tradición, una novedad de mal gusto y, lo peor de todo, una intromisión poco grata de la cosmovisión estadounidense en el deporte.

Algunas personas han advertido que esto demostrará ser el principio del fin. Antes de que nos demos cuenta, habrá desempates para definir los lugares de la Liga de Campeones, todos los juegos durarán tres horas y por alguna razón todo el mundo dejará de usar lectores de tarjeta sin contacto e insistirá en pagar sus cosas por medio de un NIP.

No obstante, el asunto con las tradiciones es que deben empezar en algún lado. La última vez que los dos primeros lugares de Italia no pudieron separarse fue en 1964, cuando el Boloña y el Inter de Milán terminaron la temporada con 54 puntos. El fútbol italiano no tenía un desempate establecido, así que las autoridades del juego tuvieron que improvisar. ¿Su solución? Un partido de desempate en el que el ganador se llevó todo. Tal vez los intrusos siempre fueron la diferencia de goles y los enfrentamientos directos.

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