Fargo: curiosidades de un rodaje al que le faltó nieve, pero le sobró creatividad

Fargo, una de las películas que muestran otra cara de los Estados Unidos
Fargo, una de las películas que muestran otra cara de los Estados Unidos

En la crítica publicada en LA NACION que acompañó el estreno de Fargo en los cines argentinos, Fernando López identifica la mirada que tienen los hermanos Ethan y Joel Coen sobre sus personajes a partir de un signo: ese característico e intransferible humor irónico “que alguien juzgó tan engañoso como el gesto de un jugador de póker”.

Fargo cumple un cuarto de siglo conservando intactas las mismas marcas que la convirtieron en el momento de su aparición en un film de culto. Y en más de un sentido. Dentro de la propia filmografía de los Coen (en la cual Fargo fue un momento inicial e iluminado) y como exponente de una actualización estilística y mordaz del clásico modelo del film noir. Lo advierte también Fernando López en su crítica. Aunque persistan aquí, como en buena parte de sus películas, en la actitud de mirar al resto del mundo con sorna, conveniente distanciamiento y un nada disimulado aire de superioridad, siempre le reconoceremos a los Coen una habilidad extraordinaria para observar y retratar todas las formas posibles que llevan a los seres humanos a cometer las mayores estupideces.

De todas las historias imaginadas por el dúo la de Fargo es una de las más logradas. Solo así se explica el vigente entusiasmo que mantiene 25 años después de su estreno entre fans siempre dispuestos a revisar la historia y recordar los detalles más curiosos (hay muchos) de esta producción. Vigencia que también aparece representada en la exitosa serie que se instala en la misma geografía del film original y se ocupa de amplificar y profundizar temas muy caros a la temática de la película a lo largo de cuatro muy logradas temporadas. Una historia que está todavía lejos de llegar a su cierre.

Ese fin tuvo un principio con el largometraje que tuvo su estreno mundial en los Estados Unidos el 8 de marzo de 1996, hace 25 años, un par de meses antes de sumarse a la competencia oficial del Festival de Cannes, donde Joel Coen ganó el premio al mejor director. El reconocimiento siguió durante todo ese año y alcanzó su cima, luego de varios galardones, con las siete nominaciones al Oscar que Fargo recibió a comienzos de 1997.

Solo obtuvo dos premios en una ceremonia en la que El paciente inglés resultó la gran ganadora, pero suficientes para reconocer por dónde iban los méritos del film. Joel y Ethan Coen ganaron el premio al mejor guion original y Frances McDormand se llevó la estatuilla a la mejor actriz protagónica por su inolvidable retrato de Marge Gundarson, la embarazadísima ama de casa y policía consagrada a la investigación del chambón plan criminal urdido por Jerry Lundergaard (un antológico William H. Macy) y destinado a salir mal.

Como sabemos, Lundergaard es uno de los clásicos perdedores de las películas de los Coen. Atribulado por su vida mediocre y el fracaso económico, a este vendedor de autos instalado en ese lugar alejado del mundo se le ocurre contratar a un par de delincuentes bastante ineptos (Peter Stormare y Steve Buscemi) para que secuestren a su mujer y le reclamen a su suegro una suma de dinero para el rescate. Hasta que algo sale mal y se convierte en el punto de partida de una cadena de hechos desafortunados que elevan todavía más una desgracia que nadie había previsto.

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Fargo se estrenó en la Argentina el 13 de marzo de 1997, once días antes de la entrega de los Oscar. Veinticinco años después de aquél triunfo, Frances McDormand está más cerca que nunca de repetir el lauro gracias a su papel en Nomadland, una película que la muestra en tránsito por distintos lugares de la geografía norteamericana. En algunos de ellos vemos paisajes hostiles y gélidos, pero nunca con tanta nieve como la que identifica buena parte de la trama de Fargo. Esa superficie blanca se transforma en un personaje más. La dificultad que tienen para moverse en el invierno durísimo de la trama los personajes centrales es toda una muestra de que escapar del destino será casi imposible.

En aquel tiempo, al menos en los papeles, los Coen dejaban a la vista una perfecta división del trabajo. Joel aparecía en los títulos de crédito como director, Ethan como productor y los dos compartían la firma del guion. Con el tiempo comprobamos que las responsabilidades conjuntas se extendían a todos los rubros y a ninguno de los dos le correspondía alguna tarea específica. Todo le pertenecía (y le pertenece) al dúo sin distinción. Inclusive el montaje, que compartieron bajo el seudónimo de Roderick Jaynes. Por ese rubro también obtuvieron una nominación al Oscar, que imaginaron de ganar que iba a ser aceptada por el actor Albert Finney en una de sus clásicas bromas. No fue necesario.

Joel Coen y Frances McDormand están casados desde 1984. A ella le tocó simular en la película un avanzado embarazo vistiendo una suerte de almohada llena de pluma de aves que alcanzaba un peso parecido al de cualquier mujer real en esa condición. Eso le permitió a McDormand mostrar a su personaje con movimientos propios de alguien que está muy cerca de dar a luz. Testigos del rodaje recuerdan que una de las noches más frías de filmación, después de ensayar todo el día junto a una mujer policía embarazada de verdad, McDormand dejó la almohada en uno de los trailers. La calefacción no funcionaba porque al día siguiente, cuando fue a buscarla, la actriz comprobó que la almohada se había congelado por completo.

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Pero el episodio de ese risueño congelamiento resultó en el fondo una anomalía. El rodaje de la película les provocó a los Coen y al equipo de producción unos cuantos dolores de cabeza porque la nieve no llegaba. El rodaje se hizo durante uno de los inviernos más tibios y suaves que se recuerdan en el estado de Minnesota. De manera deliberada, los Coen quisieron que la nieve abundante fuese uno de los signos identificatorios del relato, pero no podían conseguirla en el lugar originalmente buscado. Tanto fue así que, según contó una vez el propio William H. Macy, hubo equipos de producción que recorrieron buena parte de la geografía circundante en busca de lugares con la mayor cantidad de nieve posible, lo que demoró varias veces la planificación prevista y el cumplimiento de los horarios pautados. Y algún asistente recordaría tiempo después que buena parte de la nieve que se ve en la película es falsa.

La película pudo haber tenido otro título. Fargo es el nombre de una localidad de Dakota del Norte, en la cual Jerry Lundergaard se encuentra con los matones a los que contrata para el secuestro de su esposa. La acción se traslada luego a Brainerd (Minnesota), distante de Fargo a unas dos horas y media en auto, donde transcurrieron supuestamente los hechos reales que inspiraron el guion. Los Coen llegaron a barajar la opción de ponerle a la película Fargo o Brainerd. Llegaron a la conclusión de que Fargo sonaba mejor y tenía una resonancia “más evocativa”. El tiempo les dio toda la razón. Y dejó a la vista un detalle curioso: no se filmó ni una sola escena en los escenarios reales de Fargo. Aquella escena inicial supuestamente ambientada en esa localidad fue filmada en interiores de la mucho más mundana Minneapolis.

Fargo está basada en una “historia real”. Así se señala en el comienzo de la película, citando hechos que supuestamente habrían ocurrido en Minnesota durante 1987. Pero en los encuentros con la prensa previos al estreno, los Coen reconocieron que más allá del origen, todo lo demás es ficticio. “Fargo aparenta ser verdadero, pero casi todo responde a nuestra imaginación, especialmente la descripción de los personajes”, admitieron. También reconocieron haber esperado hasta bien avanzado el rodaje para revelarles todo eso a los responsables técnicos, al equipo artístico y al elenco.

Ese mismo elenco pudo haber tenido el aporte de un nombre inesperado y notable. Según reveló el actor Peter Stormare, Prince estuvo muy cerca de aparecer en un pequeño papel. El cantante nació en Minneapolis y según se cuenta estaba muy familiarizado con todo el proyecto, pero el rol secundario que en apariencia los Coen imaginaban para él no pudo hacerse realidad porque Prince se encontraba en medio de una feroz batalla con su compañía discográfica, tiempos en los que solo podía darse a conocer a través del signo que terminó identificándolo inclusive más que su propio nombre.

Stormare también contó otro detalle curioso del rodaje, en el que él mismo y Steve Buscemi se enfrentaron en un momento a una situación muy parecida a la que les tocó interpretar en la película como los matones contratados para el secuestro. Stormare contó que después de una larga toma nocturna se sumaron a la invitación temprana de los Coen para compartir un desayuno bien temprano en un local que iba a abrir anticipadamente sus puertas solo para recibir al equipo de rodaje. “Fuimos en un auto con Steve, él manejaba y no había GPS o algo parecido. Nos pasamos del lugar por unas cuadras, la calle no se veía muy bien, era muy temprano en la madrugada, no había autos, sólo oscuridad. Entonces hicimos un giro en U que por supuesto estaba prohibido y después de seguir unos metros vimos los flashes de las luces del patrullero detrás nuestro, mientras las sirenas sonaban”, relató. Una escena casi idéntica había sido interpretada por el dúo poco antes durante el rodaje.

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A la orden de la policía los actores se detuvieron. Pero cuando uno de los agentes les pidió registro y documentación, Buscemi no podía justificarla porque el auto había sido alquilado por la producción y supuestamente no le correspondía a él manejarlo. Cuando Buscemi les explicó la situación a los policías ellos le permitieron seguir sin dejar de advertirle sobre los riesgos y la ilegalidad de la maniobra. “Y eso no fue lo peor –agregó Stormare-. Por suerte no se dieron cuenta de que teníamos un arma de utilería en la guantera. Todavía me pregunto si todo lo que nos pasó fue real o se trató nada más que de una ilusión”.

En 2001, algunos medios estadounidenses divulgaron como supuesta verdad la falsa noticia de que un tal Takako Konishi hizo una larguísima travesía desde Tokio hasta Fargo en busca del botín enterrado en la película por Carl Showalter, el personaje interpretado por Buscemi en la película. Esta suerte de leyenda urbana fue la inspiración de una película filmada en 2014 y titulada Kumiko, The Treasure Hunter, en la que una mujer japonesa (interpretada por Rinko Kikuchi, la actriz de Babel y Titanes del Pacífico) se encuentra por azar con una misteriosa copia en VHS de Fargo y empieza a creer que allí está la clave del lugar en el que se encuentra enterrado el dinero de Showalter. Casi un chiste de los hermanos Coen.