Con Friends That Break Your Heart, James Blake asume los riesgos de cambiar y sale airoso

Artista: James Blake. Álbum: Friends That Break Your Heart. Temas: “Famous Last Words”, “Life Is Not The Same”, “Coming Back” (feat. SZA), “Funeral”, “Frozen” (feat. JID & SwaVay), “I’m So Blessed You’re Mine”, “Foot Forward”, “Show Me” (feat. Monica Martin), “Say What You Will”, “Lost Angel Nights”, “Friends That Break Your Heart”, “If I’m Insecure”, “Funeral” (with slowthai). Edición: Republic Records. Nuestra opinión: muy bueno.

Con Assume Form (2019), su álbum anterior, James Blake daba inicio a una transformación de la que ahora hay nuevas y evidentes pistas en Friends That Break Your Heart. Su viaje desde la comodidad del autor clandestino de post-dubstep solo descubierto por la prensa musical más sofisticada hasta el privilegiado estatuto de socio deseado por la aristocracia de la música negra contemporánea (Kendrick Lamar, Frank Ocean, Kanye West, Beyoncé, Chance the Rapper, Future, Jay-Z, Vince Staples) fue relativamente rápido: a diez años de su debut, este músico inglés de formación sólida (se licenció en la prestigiosa Goldsmiths, University of London, es hijo de un artista cultor del jazz rock y la progresiva) ya es desde hace un tiempo un referente de la época que puede permitirse invitar a Andre 3000 (Outkast), Travis Scott, Rosalía o SZA para que lo apoyen en un disco y que la respuesta sea un sí inmediato.

Para consolidar su nuevo perfil -el de artista que de a poco se va alejando de los bordes sinuosos y la abstracción de su obra inicial para ir limando asperezas y llegar a más público-, Blake acaba de declarar que hoy por hoy su deseo es “hacer música para la gente que está sentada junto a la piscina”. La proyección mental es adecuada: Friends That Break Your Heart sería buena compañía para esa situación hedonista que el músico imaginó sin ruborizarse, su sonido es más amable y ligero, menos sombrío que el de un pasado de melancolía persistente y vidrios empañados. Y funciona entonces como contexto apropiado para un disco que tiene como eje un tópico interesante: se ha producido mucha música en torno al quiebre de las relaciones de pareja, pero muy poca sobre la disolución de los vínculos amistosos.

“No hay un protocolo para el final de una relación entre amigos -dice Blake-. Con las relaciones románticas, por lo general sabemos qué hacer y qué esperar porque las canciones y las películas de amor nos lo han dicho”. Quizás no sea necesariamente el punto de partida de una nueva tradición, pero la idea es original, y una idea original en el adocenado universo de la música pop siempre cotiza alto. De todos modos, hay que darle el crédito que corresponde a Jameela Jamil: la actriz, pareja del músico hace años, le pidió que esta vez dejara de lado los asuntos amorosos que han sido un combustible usual en sus canciones y de ese modo ofició involuntariamente de productora ad honorem. El tema que le da título al disco es la consumación inspirada de la réplica a un reclamo de alcoba.

Por lo demás, Blake consigue que su delicada música de cámara adaptada a la era digital deje entrever su potencial “hitero” sin perder la elegancia ni abusar de los recursos más convencionales. Después de un inicio en el que se disfraza por un rato de Stephen Merrit (The Magnetic Fields), el épico desenlace del primer corte del disco, “Say What You Will” (con Finneas, el hermano y coequiper de Billie Eilish, como invitado y simpático antagonista en el videoclip cargado de humor del tema), nos devuelve la sensación dulce de los falsetes más celestiales de Rufus Wainwright. Y sin solución de continuidad “Lost Angel Night” recupera el glamour histórico de la balada soul a bordo de una melodía que es pura épica, con un tratamiento sonoro simple, eficaz y en sintonía con el presente. El paso que ha dado James Blake no está exento de riesgos (ya aparecieron reclamos que lo exhortan a retomar su faceta más experimental), pero el protagonista luce seguro y decidido, una actitud inmejorable en los momentos de reinvención.