Las georgianas se aventuran con éxito en la producción de vino

Tiflis, 16 abr (EFE).- Las mujeres de Georgia, país reconocido por los investigadores como la cuna del vino, se aventuran hoy con éxito en la producción vitivinícola, un ámbito que en el Cáucaso estuvo durante milenios reservado exclusivamente a los hombres.

"Siempre se ha considerado que el vino tiene carácter varonil, pero nosotras hemos decidido que tiene alma de mujer", dijo a Efe Manana Ajvlediani, presidenta de la Asociación de Mujeres Vinateras (AMV) y propietaria de la bodega Madam Wine.

Hasta hace seis años trabajó rodeada de hombres en una empresa vitivinícola, en la que se ocupaba de asuntos jurídicos y financieros.

UN GIRO DE VIDA PARA ROMPER UN VETO ANCESTRAL

"Cuando cumplí 55 años decidí cambiar de vida. Durante cientos y miles de años a las mujeres no se les permitió entrar en los 'marani', los depósitos donde se guarda el vino. Me pregunté: ¿por qué? Es injusto. Y decidí crear mi propia empresa", recuerda Manana.

Su idea era producir un vino para mujeres de distintas profesiones, edades y caracteres.

"El vino coquetea, te seduce, te dice: 'elígeme a mí'", así explica la esencia de esta bebida que comenzó a producirse en el territorio de la actual Georgia hace 8.000 años, según diversas investigaciones arqueológicas.

Por ello, antes poner en marcha su empresa Manana realizó un estudio sociológico para precisar a qué asocian el vino las mujeres georgianas.

El resultado no le sorprendió: para ellas el vino es sinónimo de largas comidas de hombres salpicadas de brindis interminables, característicos en esta tierra caucasiana.

UN VINO ASOCIADO A LA TERNURA

"Pero yo decidí que el vino debe asociarse también a ternura y delicadeza", narra Manana, que para empezar su aventura empresarial vendió las joyas que heredó de sus abuelas.

Los hombres de su familia, todos ellos ingenieros, al comienzo se mostraron muy escépticos ante sus planes, pero ahora ya le preguntan qué vino beber para acompañar determinadas comidas.

Las primeras botellas producidas la bodega de Manana fueron vendidas en Estonia a través de redes sociales y actualmente su vino se consume también Polonia y Suiza.

La pandemia del coronavirus afectó los planes de expansión de la vinatera, que no obstante ahora acogerá como presidenta de AMV a unas 200 empresarias del sector procedentes de EE. UU., Canadá, Turquía, Italia, Portugal y otros países en el congreso Women in Wine-2022 que comenzará el 4 de mayo en Kajetia, la provincia vitinivícola por excelencia de Georgia.

TÉCNICA MILENARIA

En el corazón de Kajetia, en la ciudad de Telavi, directamente en el patio de su casa, la vinatera Keteván Adalashvili fermenta el mosto de sus viñedos según una técnica inventada por los georgianos hace miles de años.

El mosto se encuentra en unas enormes vasijas de arcillas, "kvevri" en georgiano, enterradas completamente a una profundidad de dos metros donde fermenta a una temperatura de entre 20 y 22 grados centígrados como mínimo durante seis meses.

"Yo era la única chica que estudiaba tecnología vitivínicola en las universidades de Tiflis y Telavi", dijo a Efe Keteván, que añadió que hoy en día son cada vez más las mujeres que entran en el negocio del vino.

UNA EMPRESA FAMILIAR

En 2017 fundó su pequeña compañía, Ketewine, en la que participan su padre, Parna, su madre, Nana y sus hermanas, Tamara y Nikó.

Keteván es responsable de la calidad del vino, mientras que el resto de la familia se ocupa desde preparar y limpiar los "kvevri" hasta el diseño de las etiquetas de la botellas.

Parna, el único hombre del grupo familiar, es además el conservador de los brindis, ceremonial infaltable cuando los hombres se reúnen en torno a una mesa bien servida y regada.

"Esas comidas no son para mujeres: a nosotras nos gusta sentarnos en el balcón con una copa de vino, admirar nuestras sorprendentes montaña y soñar. Por eso mi vino tiene carácter femenino: embriaga, pero es suave y tierno", explica Keteván.

En su patio, en los "kvevri" enterrados, unos 1.500 litros de vino esperan su hora para salir al mercado.

"He exportado a Polonia y a Alemania 5.000 botellas de vino y planeo ampliar la producción. Pero haciendo siempre hincapié en la calidad", señala la empresaria, que enseña orgullosa el diploma de la medalla de oro que en 2018 recibió su vino blanco "Kisi kvevri" en la exposición anual de Tiflis.

Misha Vignanski

(c) Agencia EFE