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La chica Bond que se negó a hacer un pacto con el diablo y ganar una fortuna

Entró a Hollywood por la puerta grande como chica Bond en GoldenEye (1995). Fue estrella de la trilogía original de X-Men hasta el punto de convertir a su personaje en tema de conversación candente entre los fans de Marvel. Y aunque llevemos viéndola en series y películas desde hace uno años treinta años, prácticamente no sabemos nada de ella. Una elección que Famke Janssen hizo conscientemente cuando su nombre comenzó a circular por la prensa tras acompañar a Pierce Brosnan en su rol de 007 pero que, a lo largo del tiempo, ha acarreado sus consecuencias.

La chica bond
El actor irlandés Pierce Brosnan junto a la actriz de origen holandés Famke Janssen, protagonistas de la película 'GoldenEye', 1995. (Foto de Keith Hamshere/Getty Images)

Nació en 1964 en Amstelveen, un municipio al norte de Ámsterdam en Países Bajos, pero dejó su hogar familiar a los 19 años para mudarse a Nueva York y adentrarse en el modelaje. Su belleza no tardó en llamar la atención de marcas de moda como Yves Saint Laurent, Giorgio Armani, Victoria’s Secret o Chanel. Fue portada de revista de Elle, Marie Claire y Mirabella, pero entrados los 90 decidió retirarse y, en cambio, estudiar escritura creativa y literatura en la prestigiosa Universidad de Columbia.

Sin embargo, su carrera dio un vuelco el día que aceptó ser la femme fatale Xenia Onatop en GoldenEye. Debido a la elegancia y personalidad imponente que traspasa su presencia ante la cámara, el papel parecía perfecto para ella: una asesina y piloto que destroza a sus enemigos estrujándolos entre sus nalgas. El personaje creó los cimientos en los que se apoyaría la cara más comercial de su carrera, con personajes intensos, determinantes y de una ferocidad indestructible. Como su versión de Jean Grey en X-Men que, para muchos (yo incluida), es la favorita de toda la saga mutante y a la que no se le hizo justicia al reducirla como mero interés romántico de Lobezno. O su papel de malhumorada ex de Liam Nesson en la saga Venganza, la antipática mujer trofeo de La maldición de Hill House o de coach en Nip/Tuck. No obstante, pasar por el aro de James Bond suponía también una ventana abierta a la exposición pública que decidió, desde esos inicios, mantener cerrada.

La película de Bond dictó gran parte de mi relación con la prensa”, dijo en una reciente entrevista para el periódico británico Independent. "Después de GoldenEye sentí que me habían arrojado a los lobos" continuó, haciendo referencia a la invasión mediática de los tabloides británicos en una era dominada por el periodismo intrusivo que terminó hundiendo a News of the World.

“Era una avalancha de atención, buena y mala y todo lo demás. Me di cuenta de que todos los actores del mundo creen que pueden controlar a la prensa, pero al final la prensa siempre gana. Decidí que prefería ser menos famosa y hacer las cosas a mi manera confiesa a sus 58 años. Casi tres décadas más tarde. Sin embargo, esa decisión colocó su perfil mediático en otra dimensión bajo el paraguas comercial de Hollywood. “Eso significa que no gano tanto dinero como otras personas. No salgo con gente famosa. No estoy en las redes sociales... [..] Pero la fama tiene un precio, y no estaba dispuesto a pagarlo”.

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Es decir, a pesar de su talento y presencia arrolladora ante la cámara, su decisión de alejarse de la exposición mediática se tradujo en menos ganancias que otros colegas a la par. Una revelación que, en cierto modo, expone la relevancia que la industria termina dando a aquellos que se prestan a alimentar su imagen pública exponiendo destellos de su vida personal de alguna manera.

Evito a la prensa” reconoce ahora. “Soy muy reservada y me di cuenta hace mucho tiempo de que no me gusta que la gente sepa nada sobre mí” añadió para detallar específicamente su lejanía de los medios. Si buscamos su nombre en Internet resulta casi imposible conocer nada de su vida más allá de las entrevistas que ha dado a lo largo de los años, sus trabajos profesionales o las fotos de paparazis que la captan en bicicleta o paseando a su perro por Manhattan. De su vida actual sabemos poco y nada.

Además, reconoce que su pasado como chica Bond y modelo supuso tener que derribar estereotipos dentro de la propia industria. No quería que la vieran como representante de meras etiquetas superficiales y se apuntó a todo tipo de proyectos y géneros. Hasta dirigió una película en 2011, Bringing Up Bobby, que no tuvo repercusión. Pero aun así la imagen persiste. Cuenta que hasta Harvey Keitel le preguntó si sabía poner la lavadora. “Créeme: vengo de la nada” le respondió. “Me hice a mí misma. He limpiado baños, trabajado en bares… toda esta noción de que soy una estrella de cine glamurosa no es ni remotamente cierta”.

De esta manera, Famke Janssen decidió que la fama no le valía la pena y sacrificó sueldos de muchos ceros a cambio de vivir aislada del escrutinio mediático. “Tomar un camino diferente fue una decisión muy consciente”, añade. “Tuve que crear longevidad para mí y trabajar en mi oficio. Habría sido mucho más famosa y habría ganado mucho más dinero si hubiera aceptado lo que me dieron en esos momentos. Pero esa nunca ha sido la forma en que hago las cosas”.

Famke siempre intentó que las etiquetas no la devoraran. Lo hizo cuando dejó el modelaje para sacarse una carrera y cuando el éxito tocó a su puerta como chica Bond. En 2018 reconoció a Fox News (vía Business Standard) haber rechazado varios guiones después del éxito de la película de 007 precisamente por no querer convertirse en una femme fatale más del negocio. Por eso aceptó papeles en cintas independientes hasta llegar a X-Men, pero siempre manteniéndose muy alejada del qué dirán sin revelaciones personales ni redes sociales. Y eso que ha servido como activista y representante de diferentes causas, desde PETA a su rol como embajadora de buena voluntad de las Naciones Unidas en su departamento de lucha contra el crimen y las drogas.

Tampoco se ha salvado del sexismo, generando titulares mediáticos al contraatacar públicamente a Russell Crowe en 2015 cuando el actor dijo que sus colegas de profesión femeninas deberían aceptar su edad a la hora de criticar la falta de papeles. “Creo que encontrarán que la mujer que dice eso (que no hay papeles para mayores de 50) es la mujer que a los 40, 45, 48, todavía quiere interpretar a la ingenua. Y no puede entender por qué no la escogen para hacer de 21 años” dijo Crowe a Australian Women’s Weekly (vía Yahoo!). Esto no sentó nada bien a varias actrices, como Meryl Streep, Jessica Chastain y la propia Famke que no se quedaron de brazos cruzados y criticaron las palabras de la estrella de Gladiator. “Es interesante” contestó Janseen cuando le preguntaron por el asunto en la alfombra roja neoyorkina de V3nganza. No recuerdo que él sea mujer” añadió, evidenciando que, como hombre de Hollywood no puede comprender en carne propia la fobia contra la edad que ha perseguido a las mujeres de la industria. Volvió a hablar de sexismo en 2016 cuando sus compañeros masculinos de la saga X-Men, Patrick Stewart e Ian McKellen, reaparecieron interpretando a sus versiones en diferentes etapas de la vida en el reboot mutante (mientras James McAvoy y Michael Fassbender los representaban en los años 1970s), pero a ella nunca la llamaron (The Guardian).

Pero aun así, con su opinión expuesta, Famke Janssen nunca entró en el rodeo como personaje mediático. Dice lo que piensa y luego se aparta. Algo que se ha traducido injustamente en menos ganancias para ella, confirmando con sus palabras la noción de que la industria valoraría más la popularidad viral que el talento profesional.

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