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La herida sigue abierta cuatro décadas después de la mayor masacre de Guatemala

Ciudad de Guatemala, 6 dic (EFE).- Los familiares de las 200 víctimas de la masacre de 'Dos Erres' en Guatemala conmemoran este martes 40 años del crimen y una de ellas, Felícita Romero, quien perdió a seis familiares en la mayor matanza perpetrada en la historia de la nación centroamericana por el Ejército, asegura que aún hay heridas por sanar.

"Cada diciembre es difícil. La masacre fue un 7 de diciembre, el mismo día que la gente celebra la 'quema del diablo'", contó a EFE Felícita Romero durante una entrevista, en referencia a una tradición que se celebra cada 7 de diciembre en Guatemala con la creación de pequeñas fogatas.

"Yo lo siento como una burla, duele mucho y es difícil superar", añade la mujer de 57 años, que perdió a tres hermanos, sus padres y a su abuelo durante la masacre cometida contra al menos 200 personas en una pequeña comunidad de agricultores, en diciembre de 1982, en medio del conflicto armado interno.

Felícita nació en Jutiapa, un departamento (provincia) ubicado en el este de Guatemala, pero en 1974 su padre Mateo decidió mudarse con sus ocho hijos y su esposa al Petén, una enorme región selvática, ubicada en el extremo norte del territorio.

Ya en 1980, la familia Romero se instaló en un terreno familiar en un parcelamiento denominado 'Dos Erres', en la aldea de Las Cruces de Petén, donde se producían frutas, maíz y frijol. Además, se criaba ganado y aves de corral.

"Era un lugar bonito, había mucho trabajo. Yo ayudaba a mi papá a trabajar la tierra", recuerda Felícita, quien no tenía idea que tan solo dos años después, en 1982, una de las más sanguinarias masacres de la guerra civil de Guatemala (1960-1996) le arrebataría a su familia y cambiaría su vida para siempre.

El 6 de diciembre de 1982, Felícita, de 17 años en ese entonces, se encontraba en la escuela de la aldea Las Cruces y se disponía a ir a ayudar a su padre en el parcelamiento, pero fue alertada sobre la presencia de militares en el lugar.

"Un señor que se llamaba Rafael nos dijo que no fuéramos a las 'Dos Erres', porque estaban matando a las personas en el centro del parcelamiento", recuerda Felícita.

Fue así como hace 40 años exactos, un comando de las fuerzas especiales del Ejército guatemalteco, compuesto por unos 55 soldados, ingresó al parcelamiento y se estableció en el lugar por tres días, hasta el 8 de diciembre.

Sin piedad, los militares sometieron a los pobladores a torturas. Varias de las mujeres, incluyendo niñas y adolescentes, fueron violadas repetidamente. Las víctimas fueron finalmente ejecutadas y arrojadas a un pozo, según explica el informe de la Comisión para el Esclarecimiento Histórico (CEH).

Aquel comando llegó al parcelamiento en busca de 21 fusiles que supuestamente la 'Guerrilla' o fuerzas rebeldes habían robado días atrás en una carretera cercana. Por ello interrogaron a los campesinos y pese a no encontrar los fusiles o indicios de las fuerzas subversivas, ejecutaron a los pobladores.

"No es justo lo que hicieron. Nuestros familiares no eran guerrilleros, eran campesinos", recuerda Felícita, que en aquel diciembre de 1982 se refugió en una parroquia donde pasó la Navidad junto a las personas que sobrevivieron a la matanza.

A cuatro décadas de la masacre, Felícita vive en un poblado a 60 kilómetros de la Ciudad de Guatemala, donde dirige algunos negocios con sus hijos.

Hoy es licenciada en Ciencias Jurídicas y Sociales, a la espera de graduarse como abogada. "Decidí estudiar derecho para defenderme", recuerda.

EL LARGO CAMINO DE LA JUSTICIA

En 1994, un grupo de antropólogos forenses de Argentina encontró las osamentas de 164 personas masacradas en el fondo del pozo comunitario de las 'Dos Erres'.

Tres años después Felícita se acercó a la Asociación de Familiares de Detenidos-Desaparecidos de Guatemala (FAMDEGUA), donde relató su testimonio por primera vez y comenzó la búsqueda de justicia.

Aunque el caso ingresó al sistema judicial en el año 2000, fue hasta 2011 cuando los primeros cinco militares, ya retirados, recibieron una condena de miles de años por su papel en la masacre. Además, un sexto soldado que participó en la masacre, Santos López Alonzo, fue condenado a 5.160 años de prisión por delitos de lesa humanidad en 2018.

El ex dictador guatemalteco Efraín Ríos Montt, quien era presidente del país (1982-1983) cuando ocurrió la matanza, fue acusado por lo sucedido pero falleció antes de que se dictara sentencia, mientras que aún no ha sido posible procesar a los altos mandos militares que en ese entonces eran responsables de la la zona donde ocurrió la masacre.

En 2023, otros dos integrantes de aquel escuadrón que ejecutó a más de 200 personas serán juzgados, aunque el Organismo Judicial aún no define una fecha para el debate oral y público.

Durante los 36 años de guerra civil en Guatemala fueron asesinadas unas 200.000 personas y otras 50.000 desaparecieron. Se efectuaron 669 masacres y más de medio millón de personas fueron obligadas a desplazarse, de acuerdo con el CEH.

Este diciembre, Felícita Romero adorna la sala de su hogar con fotos de sus familiares que perdieron la vida en la matanza y realizará una misa pública en memoria de todas las víctimas.

"Falta mucho camino por recorrer, pero seguiremos exigiendo justicia", concluye Romero.

David Toro Escobar

(c) Agencia EFE