Su hermana está al borde de la muerte por COVID; ahora ella trabaja para convencer a los latinos de vacunarse

San Juan Capistrano, CA, Friday, February 25, 2022 - At least once a week, Socorro Juarez dresses up as a vaccine syringe and dances around trying to convince fellow Latinos to get vaccinated and boosted. Rosa Cardona, right, dressed as the Corona virus, joins her on Camino Capistrano. (Robert Gauthier/Los Angeles Times)
Al menos una vez a la semana, Socorro Juárez se disfraza de jeringa y baila tratando de convencer a otros latinos para que se vacunen y se apliquen la dosis de refuerzo. (Robert Gauthier / Los Angeles Times)

Cada semana, Socorro Juárez sale a las calles de Santa Ana y baila con cumbia, quebradita o cualquier ritmo fuerte en su viejo iPod para captar la atención de los transeúntes de habla hispana.

Si la música no llama su atención, su disfraz casero sí. La mujer de 57 años usa un traje de jeringa, hecho de papel y yeso. Distribuye volantes en inglés y español con detalles sobre dónde y cuándo vacunarse y aplicarse a dosis de refuerzo contra el COVID-19 en el condado de Orange.

“¿Ya te vacunaste?”, le pregunta a la gente que pasa caminando.

Juárez, una inmigrante de Zacatecas, México, que ahora vive en Santa Ana, es una representante del esfuerzo hercúleo de las organizaciones comunitarias sin fines de lucro y los proveedores de atención médica para cerrar la brecha de vacunación de los latinos contra el COVID-19 en el tercer condado más poblado del estado.

En Orange, solo el 49% de los latinos están completamente vacunados, el grupo étnico menos inoculado del condado, según datos estatales.

La tendencia refleja lo que sucede en todo el estado. Los latinos son el grupo étnico más grande de California, pero ocupan el penúltimo lugar en las tasas de vacunación, con un 58 % totalmente vacunado. La tasa para los negros es del 56%, según cifras estatales.

Varios factores, incluida la desinformación, han aumentado esta disparidad étnica. Las mentiras sobre la vacuna, como las noticias falsas de que causa infertilidad o contiene microchips de recopilación de datos, circulan en español en Facebook y otras plataformas de redes sociales.

Socorro Juarez, left, dressed up as a vaccine syringe and Rosa Cardona, right, dressed as the coronavirus
En California, donde solo el 58% de los latinos están vacunados, Socorro Juárez trabaja para que más personas de su comunidad se inoculen (Robert Gauthier / Los Angeles Times)

Pero la razón número uno parece ser "no tengo tiempo", comentó Loreta Ruiz, subdirectora del equipo de respuesta de Latino Health Access COVID-19, que realizó una encuesta informal de latinos en Santa Ana, cuya población de 330,000 es aproximadamente cuatro quintos latino.

Latino Health Access es un grupo sin fines de lucro que ha estado en la comunidad durante mucho tiempo y trabaja en la divulgación de cuestiones vinculadas con el COVID-19 desde el comienzo de la pandemia. “Nuestro público objetivo son personas que tienen dos o tres empleos, que trabajan los fines de semana”, destacó Ruiz. “Hemos tratado de llevar la vacuna a esas personas para que tengan más acceso. Tenemos que derribar las barreras”.

Latino Health Access ofrece regularmente clínicas de vacunación, con turnos de tarde que a veces duran hasta las 8 p.m. Han desplegado clínicas móviles de vacunación en grandes complejos de apartamentos y parques de casas móviles. Se han asociado con agencias locales de atención médica para administrar vacunas en el hogar a personas que tienen problemas de movilidad. También se aliaron con el consulado mexicano en Santa Ana y con restaurantes y supermercados en áreas predominantemente latinas, como Fourth Street, en Santa Ana.

Pero su estrategia más eficaz fue el despliegue de casi 100 promotores (trabajadores de salud comunitarios de habla hispana) en vecindarios predominantemente latinos en el condado de Orange, destacó Ruiz.

Desde 1993, las promotoras de Latina Health Access se ganaron la confianza de muchas comunidades de habla hispana en el condado yendo directamente a las personas, a menudo caminando de puerta en puerta, para ofrecer servicios de salud a los residentes de bajos ingresos en algunas de las áreas más densas de Santa Ana. Muchos de los promotores viven en las mismas comunidades a las que sirven y ayudan a educar a sus propios vecinos sobre la diabetes, el cáncer de mama, la obesidad, la violencia doméstica, la crianza de los hijos, la salud mental y más.

Socorro Juarez dresses up as a vaccine syringe and dances around trying to convince fellow Latinos to get vaccinated
Socorro Juárez es una de los 78 promotores de la organización sin fines de lucro Latino Health Access dedicada a la educación sobre el COVID-19 (Robert Gauthier / Los Angeles Times)

“En estas comunidades se confía en ellos”, señaló Ruiz.

El disfraz de Juárez es solo parte de una estrategia más amplia para vacunar a los latinos, comentó.

Latino Health Access no es la única organización que toma medidas creativas para lograr que más personas se animen al pinchazo. Poco después de que las vacunas estuvieran disponibles el año pasado, los gobiernos locales y las empresas hicieron esfuerzos importantes para dejar atrás la vacilación por las vacuna.s

En Nueva Jersey, los funcionarios gubernamentales se asociaron con cervecerías locales para regalar esa bebida. Funcionarios de Washington, D.C. distribuyeron flores y plantas gratis. Los representantes del gobierno de una ciudad rural de Illinois regalaron 100 blancos gratis para tiro. Otros estados dieron dinero en efectivo. ¿Y quién puede olvidar el sorteo de donas gratis de Krispy Kreme?

Juárez es una de los 78 promotores de Latino Health Access dedicados a la educación sobre el COVID-19. En una tarde de viernes reciente, se puso su traje de jeringa y caminó por Camino Capistrano, arrastrando detrás de ella un altavoz con ruedas, frente a Union High School, en San Juan Capistrano. Otras dos promotoras se le unieron, incluida una vestida con un disfraz de coronavirus y otra que repartía volantes con información sobre las próximas clínicas de vacunación.

Algunos automovilistas tocaban bocina. Otros saludaban. Verónica Godinez Woltman salió de su salón de clases con su hija Isabella, de 10 años, y le preguntó a Juárez si le permitía tomarse una foto. “Esto es de lo más genial”, dijo Godinez Woltman justo antes retratar a su hija jugando junto a Juárez.

Tanto la madre como la hija dijeron que estaban vacunadas. “Es genial que quieras crear conciencia”, remarcó Godinez Woltman a Juárez. “Gracias”.

Juárez sonrió debajo de su máscara facial. La anima cuando la gente le dice que están vacunados y reforzados, si son elegibles.

Hace aproximadamente un año, Juárez viajó a Zacatecas, México para visitar a su hermana mayor, Elena. La había estado llamando durante semanas, tratando de convencerla de que se vacunara. A los 64 años, su hermana era elegible. Ella también estaba en riesgo por una diabetes no controlada, comentó Juárez.

Elena vive en un pequeño pueblo donde la gente se burla de los que usan cubrebocas, añadió la mujer. Algunos usan métodos alternativos no probados o falsos para tratar de deshacerse del virus y desinforman sobre cómo éste prolifera.

“Es muy importante que te vacunes”, le dijo durante la visita.

“Pero mis hijos piensan que la vacuna podría empeorar mi diabetes”, le respondió Elena. Lo habían escuchado de amigos en las redes sociales.

Juárez le dijo que no era cierto. Eventualmente, Elena le prometió que lo haría.

Elena recibió una dosis pero no llegó a la segunda. En lugar de eso, contrajo COVID-19, relató Juárez. “No puedo creerlo. Aquí estoy tratando de persuadir a extraños para que se vacunen, pero ni siquiera pude convencer a mi propia hermana para que lo hiciera por completo”, pensó cuando recibió la mala noticia.

El virus dejó a Elena con daño en un pulmón y el corazón; la mujer depende de un tanque de oxígeno. A principios de febrero, la salud de Elena comenzó a deteriorarse y requiere de internaciones constantes.

Ahora, Juárez trata de hacer lo que no pudo lograr con su hermana.

En un fin de semana reciente, le contó la historia de Elena a una pareja que había llegado a Latino Health Access por otros servicios. Después de hablar con ellos sobre sus problemas de salud iniciales, convenció a la mujer para que se aplicara su refuerzo; el marido vacilaba.

Honestamente, con o sin la vacuna, la gente todavía se está enfermando”, dijo a Juárez Rigoberto Ramírez, de 40 años, de Santa Ana. “A veces me pregunto si realmente funcionan”.

“Déjame contarte sobre mi hermana”, le respondió Juárez. Convencido, el hombre prometió que regresaría en unos días para hacerlo.

"Vamos. Acaba de una vez. Hagámoslo ahora”, insistió Juárez.

Él lo hizo. Sonrió cuando el personal y las enfermeras del sitio de vacunación rompieron en aplausos.

A principios de marzo, Juárez recibió una llamada sobre su hermana gravemente enferma. Casi de inmediato, abordó un avión rumbo a Zacatecas. El domingo, regresó después de pasar dos semanas al lado de la cama de Elena. “Debería haberte escuchado”, le dijo la mujer.

Juárez negó con la cabeza. “Eres una luchadora. Dalo todo”, replicó Juárez.

El día que se fue, abrazó a Elena. Ella besó su frente.

“Nos veremos pronto”, le dijo Juárez.

Pero, dijo, sabe que probablemente haya sido la última vez que ve a Elena con vida.

El lunes planea volver a las calles disfrazada.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí.

Este artículo fue publicado por primera vez en Los Angeles Times en Español.