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Lo sentimos, las flores podrán ser románticas, pero no del todo ecológicas

En general se calcula que producir 100 millones de rosas (cantidad que suele consumir Estados Unidos el día de San Valentín), produciría unas 9 mil toneladas de CO2, una huella ecológica que no solemos considerar cuando compramos o recibimos un ramo.

Regalar flores parece inofensivo, pero su huella de carbono nos invitaría a evitarlas. Foto: Getty Images
Regalar flores parece inofensivo, pero su huella de carbono nos invitaría a evitarlas. Foto: Getty Images

¿Importadas o locales?

Elegir opciones de flores locales ayudaría a reducir la huella de CO2 de los ramos que compramos, pero no siempre es una garantía. Por ejemplo, en 2007 un estudio que recoge la revista Scientific American encontró que la producción de 12 mil rosas en Kenia produciría 6 mil kilogramos de CO2, mientras que la misma cantidad en Holanda sería de 35 mil kilos.

La diferencia radica en la temperatura anual en estos lugares, siendo en Holanda muy fría, por lo que sus invernaderos requieren de controlar la temperatura de forma constante, acrecentando su huella de carbono.

Las flores de Colombia y Ecuador, también tendrían una baja emisión de carbono, pero eso no descarta la irrigación intensiva que se necesita para mantenerlas.

Así que, si vas a elegir flores importadas, quizá las de estos países más cálidos serían una mejor opción.

Sumado a esto, hay que considerar el precio que tienen los plásticos (como el celofán) con el que suelen venir envueltas las flores.

A pesar de que la industria de las flores es muy presente y de la fuerza que está teniendo el crear conciencia sobre el impacto ecológico de nuestros hábitos de consumo, no existen estudios recientes sobre ello, siendo los más claros de 2008 y 2015. Y, en realidad, es poco lo que ha cambiado esta industria en los últimos años.

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Pero el transporte también cuenta

A pesar de lo anterior, no podemos olvidar la fragilidad de las flores, especialmente las rosas. Estas requieren de mucha energía para mantenerlas vivas y frescas para cuando llegan al consumidor. Esto implica la utilización de contenedores especiales que controlan la temperatura, para después subirlas a un avión, y luego a camiones. Posteriormente a autos o camionetas para llegar a los vendedores.

Todo esto suma a la huella de carbono de las flores que compramos para regalar, y que además viven durante muy poco tiempo.

El costo que tiene producir y transportar flores resulta altísimo si consideramos el poco tiempo de vida que tienen. Foto: Getty Images
El costo que tiene producir y transportar flores resulta altísimo si consideramos el poco tiempo de vida que tienen. Foto: Getty Images

¿Y los trabajadores?

A todo lo anterior, tenemos que sumar que la producción de flores implica pesticidas y fungicidas para mantenerlas libres de plagas, así como químicos para incentivar su crecimiento. Estos tienen un alto costo especialmente para los trabajadores.

Colombia es el país que más rosas produce del mundo (solo seguido de Holanda), y en 2008 se concluyó que hasta el 20% de los químicos utilizados ahí serían tan dañinos para la salud de los trabajadores, que están prohibidos en Estados Unidos y la Unión Europea.

Otro estudio de 2008 se enfocó en los trabajadores (la mayoría mujeres) de la industria floral en Ecuador, otro de los grandes productores de Sudamérica. En él se encontró que los químicos utilizados ponían en riesgo no solo a las mujeres, sino también a sus hijos, presentando una mayor incidencia de problemas neurológicos e hipertensión.

Si a esto sumamos las condiciones de trabajo y los bajos sueldos, estamos hablando de una industria que no suele ganarse el título de ‘comercio justo’.

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¿Y entonces qué hacemos?

A muchos nos cuesta pensar que algo tan inofensivo y natural como una flor pueda tener un precio tan alto. Pero si a todo lo anterior sumamos el cortísimo tiempo de vida que tienen, ¿vale la pena adquirir flores con una huella de carbono tan alto para expresar un sentimiento?

Elegir flores locales, plantas en macetas u otro tipo de regalos, también transmitiría el mensaje.

Si a pesar de todo lo anterior sigues queriendo regalar flores, lo mejor sería asegurarte de que las que consigues son de un productor local. Si bien no conseguirás las variedades exóticas que tanto gustan, sí podrías descubrir otras. Y si además puedes asegurarte que las que adquieres se suman a los valores de un comercio justo, estarías fomentando mejores condiciones laborales para la industria.

No cabe duda de que todo lo que hacemos y compramos tiene una huella de CO2 que hay que considerar, y la idea es reducirla lo más posible, hacer nuestra parte, y que nuestros hábitos tengan una repercusión no solo en los productores, sino también en el planeta.

@travesabarros