Irse a la cama en las dos horas posteriores a la cena aumenta la posibilidad de sufrir un ataque al corazón

Estamos en septiembre, en el mes de la vuelta a las rutinas. Y una de las más perniciosas es la de cenar tarde, mientras se ve la televisión, e irse justo a continuación a la cama. Para muchos esta secuencia es una forma de relax y de combatir el estrés, pero para los médicos es un hábito que puede incluso ser mortal.

Irse a dormir poco después de haber hecho la última comida del día puede dejar al cuerpo en un estado ‘de extrema alerta’, lo que significa que la presión arterial no descenderá de manera adecuada durante la noche, incrementando así el riesgo de sufrir algún tipo de accidente cerebrovascular en las siguientes horas.

Así lo defienden un grupo de investigadores de la universidad Dokuz Eylul de Turquía, quienes han estudiado los efectos de las cenas tardías sobre el cuerpo humano. En teoría, la presión arterial debería bajar un 10% mientras dormimos, pero aquellos que duermen con la comida todavía digiriéndose en sus estómagos no experimentaron esa bajada. Y en el 25% de los casos incluso subió, multiplicándose así las probabilidades de sufrir un ataque.

Las cenas tardías son las responsables de una producción excesiva de la hormona del estrés, como la adrenalina, que además puede alterar el ritmo circadiano e impedir que se duerma o se descanse de manera adecuada. Además, si la cena contiene demasiadas grasa o una excesiva cantidad de sal, la presión arterial aumentara de manera significativa.

Para la doctora Ebru Ozpelit, uno de los investigadores responsables del trabajo, el hecho de que dispongamos de luz artificial hace que retrasemos sin problemas la hora de la cena y con ello la hora a la que nos vamos a la cama, alterando así el ciclo de comidas y de descanso que todos deberíamos respetar.