James Cromwell: “Cuando llegas a cierta edad, te quitan todo”

James Cromwell: “Debemos ser francos con las personas del poder, así es como se hace un cambio”  (Ryan Rogers)
James Cromwell: “Debemos ser francos con las personas del poder, así es como se hace un cambio” (Ryan Rogers)

James Cromwell, activista, actor, la voz de la razón en Succession y el granjero en Babe, explica su amor por Britain's Got Talent. “Es lo mejor de Inglaterra”, dice el hombre de 81 años con su timbre aterciopelado y sensible. Recuerda a dos niños que audicionaron con una canción sobre ser intimidados, y rápidamente se queda sin habla. “En Estados Unidos, todo es violencia, en lugar de amor, compasión y sentimiento. Lo que me encanta de la serie es que Simon...” La voz de Cromwell se quiebra y se aclara la garganta. “Oh, me conmueve. La forma en que Simon Cowell y esos jueces abrazan a las personas que tienen el valor de presentarse…”

Continúa con The X Factor, específicamente Cowell llorando por un joven que está en duelo por su mejor amigo, y “esa mujer maravillosa del norte de Inglaterra”, se refiere a Cheryl, supongo. “Ella está allí preguntando: ‘¿Cómo podemos aliviar su dolor? ¿Cómo podemos celebrar a este hombre? ¿Cómo podemos llevarlo al siguiente momento y también permitirle tener sus sentimientos?’” Cromwell suspira, con los ojos llorosos. “Ese es el tipo de trabajo que me interesa”.

En una conversación que abarca todo, desde política hasta cerdos y protestas, la adoración de Cromwell por los emotivos reality shows británicos es un mero aparte. Pero también toca fibras muy sensibles para él. Si bien ha interpretado a personas terribles antes, como el jefe de policía corrupto en LA Confidential o un médico nazi en American Horror Story: Asylum, a menudo se le asocia con la moralidad, la bondad o decirle amablemente a un cerdo parlante: “Muy bien, cerdo”.

Fuera de cámara, ya sea protestando por los derechos de los animales o dirigiendo sentadas anticapitalistas, solo es capaz de sentir empatía por los más vulnerables de la sociedad. También luce una especie de eterna juventud, un hombre mayor que todavía ve el mundo con ojos inocentes. “A mis ojos, tengo 19 años”, bromea. “Sigo cometiendo los mismos errores de alguien de 19. Ojalá que no tantos, pero casi. Esos mismos sueños y deseos todavía informan todo lo que hago. Y para un hombre de aspecto divertido que mide 1.98 m, no lo he hecho tan mal”.

Cromwell está llamando desde la cabaña en el norte del estado de Nueva York que comparte con su esposa, Anna. Ella es propietaria de 13 acres de tierra, que ahora están cubiertos de nieve invernal. El cuñado de Cromwell vive al lado con su familia y realiza la mayor parte del trabajo de campo en la propiedad. “Él tala los árboles y ara el prado, y yo simplemente me siento aquí y me alimento”, se ríe.

Cromwell ha vivido en la propiedad durante siete años, después de haber cambiado una casa de campo del tamaño de un “sello postal” en Los Ángeles por grandes extensiones de tierras de cultivo y bosques. “No me puedo imaginar a mi edad siguiendo el ritmo de una ciudad”, afirma. “Después de haber tenido toda una vida de eso, quieres sentarte y dejar que la vida fluya sobre ti. Sé que voy río abajo, sé cuál es el final, así que al menos déjenme sentarme aquí y disfrutar de lo que veo”.

Hay un pragmatismo en la forma en que Cromwell habla de la muerte. Aborda el tema a menudo, sin complicaciones, como si fuera inútil no reconocer que está más cerca de lo que solía estar. Pero también se siente discordante a veces. Cromwell todavía es visiblemente apasionado por el trabajo que tiene que hacer, y su rostro aún muestra la brillante sabiduría que lo hizo tan entrañable en Babe.

Su nueva película, la comedia australiana Never Too Late, explota esa vivacidad. Él nterpreta a un veterano de Vietnam confinado en una casa de jubilación en Adelaida, que es mucho más convincente de lo que el personal insiste. Al reclutar a otros miembros del grupo de prisioneros de guerra con el que huyó del cautiverio décadas antes, planea escapar de la institución y reunirse con su amor perdido, una ex enfermera de combate interpretada por Jacki Weaver.

Weaver y Cromwell tienen una química encantadora, y este último finalmente tiene la oportunidad de interpretar un papel romántico. En 1995, cuando se estrenó Babe, le dijo a un periodista que deseaba que lo eligieran más a menudo como el “amante” en una película, o alguien con una vida interior y sexualidad plenas.

“Los actores de reparto nunca consiguen a la chica”, explica hoy. “Su vida romántica no es interesante. Estás ahí para servir al líder, quien sí puede expresar sentimientos y tener relaciones. Como ser humano, quería poder expresar una parte de mí que no tengo muchas oportunidades de expresar”. Agrega que lo más cerca que estuvo en ese entonces fue con Babe. “Tengo una relación en esa película, pero es entre especies. Entiendo al animal y cuáles son sus aspiraciones. Tiene valor, lo que me inspira a tener valor”.

James Cromwell y Jacki Weaver protagonizan ‘Never Too Late’ (Myriad Pictures)
James Cromwell y Jacki Weaver protagonizan ‘Never Too Late’ (Myriad Pictures)

A Cromwell también le gustó lo que dice Never Too Late sobre las personas mayores, quienes, según él, independientemente de sus capacidades individuales, tienden a ser infantilizados por la sociedad y aislados del mundo. “Cuando llegas a cierta edad, te dicen: ‘Eso es todo, ya acabaste, no manejes un auto, no queremos verte más’. Te quitan todo y dejas de existir en el mundo como una entidad viable”. Niega con el dedo a la cámara. “A menos que te devuelvas algo a ti mismo. Todavía estás vivo, todavía estás aprendiendo. Todavía puedes contribuir, aún puedes marcar la diferencia, aún puedes inspirar. ¿Y qué más hay?”

La vida creativa de Cromwell ha tendido a cruzarse con su activismo, pero no siempre deliberadamente. Años antes de que saltara a la fama y obtuviera una nominación al Oscar por Babe, era un actor de teatro y televisión empleado que era hijo de un cineasta, el director de Of Human Bondage, John Cromwell, quien estuvo en la lista negra durante el macartismo. “Me sentí como Zelig, el personaje de Woody Allen bromeasiempre en la periferia de algún gran evento que está ocurriendo, independientemente de su propia participación”.

Estaba de gira por el sur de Estados Unidos con una compañía de teatro en la cúspide del movimiento por los derechos civiles de los sesenta, y luego se involucró en el activismo contra la guerra en los setenta. Su trabajo en el teatro de guerrilla (obras de protesta a menudo representadas en público y sin permiso de las autoridades) lo vio cruzarse con los Black Panthers, los anticapitalistas y los que se oponían al sexismo, la homofobia, la energía nuclear y la crueldad ambiental.

“En otras palabras, como que caí en cosas”, dice con modestia. “Aquellos a los que más respeto son las personas anónimas, que no ceden y no pierden su pasión. Ellos son los héroes. Tengo mis problemas ahora, físicamente, que me imposibilitan hacer mucho de lo que solía hacer”.

Sin embargo, todavía está trabajando tanto como puede. Actualmente está bajo libertad condicional de seis meses por protestar contra la crueldad animal en Texas, y fue acusado de un delito menor de tercer grado en 2019 por protestar contra la construcción de una planta de energía a gas natural cerca de su casa. “No sé si ha afectado mi capacidad de actuar”, declara. “Tal vez en Hollywood, creo que preferirían no tenerme. Pero sigo trabajando con frecuencia, así que eso es bueno”.

James Cromwell (con el cerdo) en ‘Babe’ (Moviestore/Shutterstock)
James Cromwell (con el cerdo) en ‘Babe’ (Moviestore/Shutterstock)

Pero ese trabajo debe alinearse con sus valores, dice. Cuando el creador de Succession, Jesse Armstrong, habló con Cromwell para interpretar al hermano mayor del bastardo multimillonario Logan Roy (Brian Cox) en la serie, el actor inicialmente rechazó la idea. Durante una conversación de una hora sobre el papel, animó a Armstrong a reelaborar al personaje para que tuviera una brújula moral en lugar de ser un monstruo más en Succession.

“Todo el universo de la serie es oscuro y desprovisto de cualquier tipo de comunidad”, explica. “Cada acción es encubierta y cada personaje tiene un objetivo, y debes defenderte de gente así. Eso es lo que siento por la clase de personas representadas en Succession, y la clase de personas que parecen estar dirigiendo este país y destruyéndolo”. No creía que un veterano de Vietnam como Ewan Roy hubiera salido de la guerra sin compasión por su prójimo, e insistió en que su personaje rechazara el egoísmo y la degradación moral que abraza Logan. “Benditos sean, me dieron un personaje maravilloso para interpretar. Amo a Jesse por eso. Porque debemos ser francos con las personas del poder, así es como se hace el cambio”.

Admito que, en nuestro clima actual, es difícil no sentir que la política progresista es un esfuerzo condenado al fracaso. ¿Cómo mantiene la esperanza? “No podemos desanimarnos”, dice. “No podemos darnos el lujo de hacerlo. La mejor manera de lidiar con lo que sientes es participando. El periodismo honesto es increíblemente importante ahora. Decir la verdad es muy importante ahora. ¿Conoces al rey Lear? Extiende los brazos y agarra su cámara de Zoom entre las manos: un espectáculo privado de un solo hombre. “‘El hombre superfluo y cebado en la lujuria que esclaviza tu ordenanza, no verá porque no siente… Así que la distribución debe deshacer el exceso y cada hombre debe tener lo suficiente’. – ¡Está justo ahí! Él lo dijo. El regalo de Dios al mundo: William Shakespeare”.

James Cromwell y Brian Cox en ‘Succession’ (Sky/HBO)
James Cromwell y Brian Cox en ‘Succession’ (Sky/HBO)

Con ese dramático llamado a la redistribución de la riqueza, Cromwell se compromete a seguir luchando. “Las leyes contra las protestas legítimas y constitucionalmente garantizadas en este país son cada vez más predominantes, y no lo hacen para sofocar a la derecha sino a la izquierda radical”, dice. “No puedo decir que soy un revolucionario porque eso significaría un compromiso total. Pero estoy en la cúspide, y llegará el momento en que se requerirá mi voz nuevamente y mi presencia marcará la diferencia”. Antes de despedirnos, ofrece un último soliloquio a través de la lente de la cámara: el artista consumado. “No entres dócilmente en esa buena noche”, brama. “¡Debemos enfurecernos ante la muerte de la luz!”

‘Never Too Late’ llega a los cines el 4 de febrero