Judas y el mesías negro retrata con energía la lucha más radicalizada por los derechos civiles

Daniel Kaluuya, ganador del Oscar por Judas y el mesías negro
Glen Wilson

Judas y el mesías negro (Judah and the Black Messiah, EE. UU./2020). Dirección: Shaka King. Guion: Will Berson y Shaka King. Fotografía: Sean Bobbitt. Música: Craig Harris y Mark Isham. Edición: Kristan Sprague. Elenco: Lakeith Stanfield, Daniel Kaluuya, Jesse Plemons, Dominique Fishback, Ashton Sanders, Lil Rel Howery, Martin Sheen. Duración: 126 minutos. Disponible en: HBO Max. Nuestra opinión: muy buena.

De haber funcionado los cines en la Argentina para el momento en que se entregaron los Oscar, el 25 de abril pasado, Judas y el mesías negro hubiese encontrado lugar para su lanzamiento en pantalla grande. De hecho, la distribuidora Warner tenía en sus planes en pantalla grande, algo que seguramente hubiese reforzado frente a los ojos de cualquier espectador el impacto que genera un relato tan potente y vigoroso como este.

En esa ceremonia, Judas y el Mesías negro ganó dos Oscar, luego de sumar seis nominaciones. Uno, inesperado para muchos, fue para H. E. R. por la mejor canción original del año, “Fight for You”, título que es toda una declaración de principios. El otro, que casi todos daban por seguro, lo recibió Daniel Kaluuya como mejor actor de reparto por su personificación de Fred Hampton, el jefe de los Panteras Negras de Illinois que a los 21 años murió asesinado a manos de agentes del FBI, en 1969.

Orador apasionado y carismático, Hampton era uno de los líderes más radicalizados del movimiento que luchaba por los derechos civiles en aquella convulsionada etapa política y social de la historia de Estados Unidos. La película retrata con precisión, intensidad y un compromiso nunca disimulado ese tiempo, dominado en buena medida por figuras que apostaban a la acción directa y a la lucha armada como camino hacia la afirmación de los derechos de la comunidad afroamericana.

Daniel Kaluuya, en Judas y el mesías negro
Glen Wilson


Daniel Kaluuya, en Judas y el mesías negro (Glen Wilson/)

Esa postura convierte a la película en un vehículo muy oportuno para estos tiempos dominados por debates parecidos y la acción de movimientos como el Black Lives Matter. Pero más allá de una inocultable identificación con la figura y el ideario de Hampton, Shaka King se esfuerza por no transformarla en un panfleto. Para sortear ese riesgo, el director se apoya en una contrafigura perfecta, William O’Neal (Lakeith Stanfield), un oscuro ladronzuelo que para evitar la cárcel acepta colaborar con el FBI y logra con éxito infiltrarse entre los Panteras Negras y ganarse la confianza de Hampton.

En el fondo, la película es el relato de la disyuntiva a la que se enfrenta O’Neal, que parece de un lado resuelto hasta el final a cumplir con su misión oculta para el FBI del maquiavélico y explícitamente racista J. Edgar Hoover (encarnado por un casi irreconocible Martin Sheen) y, por el otro, abierto a acompañar la causa de Hampton y su estrategia de agitación. Con una extraordinaria interpretación, Stanfield expresa todo el tiempo ese dilema a través de sus movimientos corporales y a las vacilaciones de su conducta. Nominado a actor de reparto al igual que Kaluuya (un Hampton muy convincente), Stanfield merecía en cambio un lugar entre los candidatos al Oscar como mejor protagonista masculino.

El uso de material documental de archivo, a través del cual se comprende todavía más el profundo conflicto al que se enfrenta O’Neal, fortalece todavía más la atención hacia un relato expuesto con energía, convicción y honestidad intelectual. Al lado de Judas y el mesías negro, otros títulos recientes con planteos muy parecidos dejan mucho más a la vista el cálculo que parece haberlos inspirado por encima de cualquier reivindicación.